Oscar Martínez / elfaro.net (El Salvador)
La última vez que mezcló fue hace unos tres años, cuando él cumplía siete de estar preso. Un grupo de reos llegó a su celda en aquella ocasión a preguntar por el extranjero que sabía tratar químicos. Él respondió con otra pregunta: ¿para qué soy bueno? Desembalaron en su catre un plástico que envolvía pasta base de cocaína y le preguntaron qué podía hacer y qué necesitaba para hacerlo. Él contestó que lo imprescindible era el bicarbonato. Se lo consiguieron, y al día siguiente esos hombres disfrutaron sus piedras de crack. Aquella fue la última vez que El Colombiano mezcló. Antes mezclaba todas las semanas. De eso vivía.
El calor asfixia en esta cárcel guatemalteca, pero a El Colombiano no parece agobiarle, quizá por la costumbre: cuando en junio de 1997 llegó al país, recaló en la ciudad de Mazatenango, la capital del departamento de Suchitepéquez. Ubicada a unos 200 kilómetros de la frontera con El Salvador y a unos 150 de la frontera con México, Mazatenango transpira el calor playero de una costa sin importantes puertos mercantes ni grandes complejos turísticos, y plagada de aldeas de vocación pesquera casi nunca nombradas, como El Chupadero o Bisabaj. Lea la entrevista completa aquí…
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