El conflicto libio se ve definido ya, en el plano bélico. Nos encontramos ante un caso como el de Iraq: se podría llegar a una ocupación sostenida y criminal.
Aurelio Alonso / LA VENTANA (Cuba)
Cuando ninguno de los Estados con poder de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se atrevió, el sábado 18 de marzo de 2011, a oponerse a la escalada invasora sobre Libia, quedaron descifrados varios enigmas. Diez votos a favor y cinco abstenciones: creo nunca antes las abstenciones habían sido más reveladoras que los votos definidos.
Antes de formular otra observación, admito que quedé impresionado por la aceptación generalizada, entre los abstinentes, de la coartada de la «zona de exclusión aérea», para que el acuerdo no fuera explícitamente el de invadir, como si de todos modos no significara cruzar el umbral mismo de una nueva cruzada imperialista, con toda la agresividad y la sofisticación de armamento de la guerra moderna, que se exhibió ya en Iraq. Una decisión que terminará masacrando a la población civil bajo la falacia de la protección de la población civil.
Entre las cinco abstenciones, hay que diferenciar a China y a Rusia, cuyo poder de veto convierte esta opción, prácticamente, en un enmascaramiento del voto positivo. No pude dejar de recordar con nostalgia las veces que vi, en otros tiempos, al representante de la Unión Soviética impedir con el veto que se consumaran maniobras imperiales. De China, la potencia emergente cuyo ímpetu económico querríamos creer acompasado con una postura antiimperialista, toda vez que en teoría se declara fiel a su legado revolucionario, recibí una inquietante sorpresa.
De las tres abstenciones restantes, que no hubieran impedido la escalada, saludo la de Alemania, cuya pertenencia al bloque de poder no le fuerza a renunciar a una posición digna; me desagrada como ninguna otra la de Brasil, y me pregunto (solo me pregunto) si esa hubiera sido la actuación en tiempos de Lula. La de la India la valoro positivamente, frente a otros que votaron con los poderosos y que debieron al menos haberse abstenido.
De todos modos, a partir de la votación del Consejo de Seguridad, la suerte parece haber quedado echada para el Estado libio y para sus líderes actuales, al margen de evaluaciones de sus cuarenta años de ejercicio de poder, ya que no es por decisión del pueblo que va a cambiar su destino. Lea el artículo completo aquí…
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