¿Algo nuevo bajo el sol? Absolutamente nada. ¡Qué lástima, Obama! Con las esperanzas que cifraron en él tantos ingenuos de su país y de por estos lares.
Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
rafaelcuevasmolina@hotmail.com
Sin la menor deferencia, con toda la prepotencia imperial que le confiere su cargo, Obama dio la orden de iniciar el ataque a Libia mientras se entrevistaba en Brasil con la presidenta Dilma Roussef.
Gira a tono con los tiempos la del presidente de los Estados Unidos por América Latina: Obama inicia la guerra que le correspondía (como buen presidente estadounidense), en medio de un periplo que ni siquiera mereció más que uno que otro comentario en las páginas interiores de los periódicos de sus mismos correligionarios y prosélitos de la región.
Convertido en un mercachifle de lujo, como otrora los vendedores ambulantes que visitaban puerta por puerta las casas de la vecindad, llegó a Brasil a promover aviones y asegurar las materias primas que necesita baratas la decadente industria norteamericana. Solamente la cada vez más ordinaria CNN le dio espacio a “comentaristas” de universidades norteamericanas y representantes del trasnochado “exilio” latinoamericano en los Estados Unidos, que retomaron la vieja y gastada promoción de Chile como modelo de desarrollo para América Latina.
En ese país, por cierto, no hizo el más mínimo comentario sobre el papel de su país en el golpe de Estado de 1973, que derrocó a Salvador Allende. Aprovechó su discurso, sin embargo, para retomar y reafirmar el sonsonete contra Cuba. ¿Algo nuevo bajo el sol? Absolutamente nada. ¡Qué lástima, Obama! Con las esperanzas que cifraron en él tantos ingenuos de su país y de por estos lares.
La visita a El Salvador no fue sino la confirmación del papel de fiel aliado de Washington que viene jugando la administración de Mauricio Funes en la región. Una decepción más ésta de la administración del Frente Farabundo Martí que, en aras de un pragmatismo que se quiere a tono con el espacio geoestratégico que es Centroamérica para los Estados Unidos, ha continuado sin pena ni gloria la política internacional que la extrema derecha, expresada en el partido ARENA, llevó a cabo durante 20 años en el pulgarcito de América. Para cerrar con broche de oro esta tendencia, solo falta que manden un contingente a Libia para apoyar a la OTAN.
Las expectativas que abrió el presidente de los Estados Unidos en la Cumbre de las Américas de Barbados hace poco tiempo se han esfumado. La “nueva era” de relaciones entre el Norte y el Sur del continente no llegó a dar ni el primer paso. Honduras la inauguró, confirmando las tradicionales e invariables posiciones que los Estados Unidos han mantenido durante todo el siglo XX y lo que llevamos del XXI, y la gira de Obama de estos días no hace sino reeditarlas sin lucidez ni brillo.
Mientras esto sucedía en lo que los Estados Unidos conocen como el Hemisferio Occidental, en el Norte de Africa la primera potencia bélica del mundo ejercía su papel de gendarme internacional avalado por una cada vez más servil Organización de Naciones Unidas. Países petroleros latinoamericanos, ¡a poner las barbas en remojo! pues, como ha quedado en evidencia, la legalidad internacional no existe, la soberanía es papel mojado y las excusas sobran. La fortaleza en contra de esta estrategia solo puede encontrase en la unidad interna y latinoamericana, en el acompañamiento que, como ha demostrado la UNASUR en un par de ocasiones, es efectiva y necesaria.
Aunque deslucida, la visita del presidente norteamericano nos permite reflexionar sobre los tiempos que vivimos y sacar las enseñanzas que, aunque conocidas, no está de más remarcarlas y refrescarlas.
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