Entrañable, lúcido, amante de esa vida bohemia de café que lentamente va desapareciendo de Buenos Aires, supo granjearse amigos y enemigos. Jamás estuvo en el término medio. Jamás fue complaciente con el poder. Sus juicios generalmente, eran implacables, apelaban a lo racional que podía descubrir en sus interlocultores.
Roberto Utrero / Especial para CON NUESTRA AMERICA
Desde Argentina
La muerte de David Viñas nos deja un vacío espantoso. Un tremendo intelectual y escritor argentino se nos ha ido. Su partida ha coincidido con una tragedia que ha enlutado al mundo y nos ha dejado mudos frente a la naturaleza implacable, el terremoto y posterior tsunami de Japón. Cosas que tiene la vida, justamente por ser vida.
David era un hombre tempestuoso, frenético como el mar en movimiento.
Polémico, impulsivo, tal vez uno de los últimos intelectuales imposibles de transar con el poder de turno, como siempre fue su consigna. Practicó todas las vertientes de la literatura por donde filtraba su filosa opinión, su convulsiva observación del mundo, de la política, del país. Sus obras estaban inmersas en esa realidad fatalista que ha atravesado nuestra patria. Fue narrador, dramaturgo, guionista, ensayista y, sobre todo, novelista.
Desde Contorno, revista que funda junto a su hermano Ismael, León Rozitchner, Noé Jitrik, Adelaida Gigli, Ramón Alcalde y Adolfo Prieto, a la que luego se agregarán J.J. Sebreli, Oscar Masotta, Osiris Troiani y Tulio Halperín Donghi, iniciaron una tarea crítica al sistema imperante. Casi todos ellos eran estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Eran tiempos de la segunda presidencia del General Perón y un fuerte antiperonismo comenzaba a manifestarse desde diversos sectores. La Universidad no estuvo ausente, por el contrario se sumó. Esta publicación, comprometida con los problemas sociales, culturales, políticos y económicos, denunciaba y promovía el debate de ideas.
Seguidores de Sastre, de quien adquirirían como legado el compromiso con la acción que debe tener todo intelectual, compenetrados entre el existencialismo y la fenomenología, comenzaron su propio derrotero en país, una vez caído el régimen.
Una vez llegado a la presidencia Arturo Frondizi, a quien apoyó, Viñas pasó fugazmente por la gestión pública, desencantado por los pasos dados por el mandatario desarrollista.
En lo literario, los componentes de aquel grupo original, adherían a los grandes escritores norteamericanos como Hemingway, Faulkner, John Dos Passos y Steimbeck, quienes emergían como representantes de un país victorioso de la Segunda Guerra Mundial.
A partir de Contorno, su producción literaria se diversificó explorando varios géneros. En novela: Cayó sobre su rostro (1955), Los años despiadados (1956), Un Dios cotidiano (1957), Los dueños de la tierra (1958), Dar la cara (1962), En la semana trágica (1966), Hombres de a caballo (1967), Cosas concretas (1969), Jauría (1971), Cuerpo a cuerpo (1979), Prontuario (1993), Tartabul (2006), La hermosa yegua. Teatro: Sarah Goldmann, Maniobras, Dorrego, Lisandro (1971), personificada por el actor Pepe Soriano, Tupac-Amaru, Walsh y Gardel.
Fue guionista de cine y su cuento, El jefe, fue llevado a la pantalla con la actuación de Alberto de Mendoza, bajo la dirección de Fernando Ayala, con gran suceso en los comienzos de los años sesenta.
En lo personal, y estando en la Facultad, su ensayo Literatura argentina y realidad política: de Sarmiento a Cortázar (1970), nos proporcionó una aguda mirada sobre la militancia política de nuestros intelectuales a través de la historia. Luego siguieron: De los montoneros a los anarquistas (1971), Momentos de la novela en América Latina (1973), Indios, ejército y fronteras (1982), Los anarquistas en América Latina (1983), Literatura argentina y política - De los jacobinos porteños a la bohemia anarquista (1995), Literatura argentina y política II - De Lugones a Walsh (1996), Rodolfo Walsh, el ajedrez y la guerra, De Sarmiento a Dios - Viajeros argentinos a USA (1998).
Obtuvo los siguientes premios: Gerchunoff (1957), Premio Nacional de Literatura, (1962) y (1971), Premio Nacional de Teatro (1972), Premio Nacional de la Crítica.
Sin embargo, el rechazo de la beca Guggenheim, en 1991, provocó un revuelo en el mundillo intelectual, siendo que él lo hizo en homenaje y recuerdo a sus hijos María Adelaida y Lorenzo Ismael, desaparecidos en la última dictadura militar, de la que también tuvo que huir al exilio.
Entrañable, lúcido, amante de esa vida bohemia de café que lentamente va desapareciendo de Buenos Aires, supo granjearse amigos y enemigos. Jamás estuvo en el término medio. Jamás fue complaciente con el poder. Sus juicios generalmente, eran implacables, apelaban a lo racional que podía descubrir en sus interlocultores.
Era uno de esos personajes novelesco, escondido en sus grandes mostachos y de factura propia que es muy difícil que volvamos a encontrar.
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