No sabemos qué hubiera dicho monseñor a los jóvenes de hoy considerando las nuevas circunstancias con sus propios desafíos; probablemente, más que sus palabras seguiría atrayendo de él, entre los jóvenes, su vida, su compromiso, su ser distinto al sistema establecido, que existía ayer como hoy.
Carlos Ayala Ramírez / Adital
Este es el lema que la Fundación Monseñor Romero ha escogido para conmemorar el XXXI aniversario del martirio de quien es considerado un hombre de Dios, un seguidor ejemplar de Jesús de Nazaret, un verdadero profeta, un buen pastor y un hombre de Iglesia; hablamos de Monseñor Óscar Arnulfo Romero. El lema puede interpretarse al menos de dos formas: primero, una referencia a la juventud de los pueblos, es decir, a la dimensión de esperanza, vitalidad e idealismo que pueden y deben tener los hombres y mujeres de las distintas naciones; esa fuerza positiva, claro está, para cultivarla requiere de referentes éticos que la inspiren y dinamicen. Está probado de que Monseñor Romero es para muchos un referente en ese sentido. Pero también cabe otra interpretación, la referida al significado que puede tener Monseñor para un sector importante de la sociedad: los jóvenes. No está demás decir que el porcentaje de población adolescente y joven en El Salvador es uno de los más elevados de Latinoamérica: uno de cada cinco personas en el país es adolescente (entre 10 y 17 años), el número se incrementa a una de cada tres personas si incluimos a jóvenes entre los 19 y 24 años de edad. ¿En qué sentido este sector puede renacer desde el legado de monseñor Romero? Esta pregunta es la que trataremos de responder en las siguientes líneas. Lea el artículo completo aquí…
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