Allí donde el sentido
común, la conciencia ambiental y las investigaciones científicas advierten de
una amenaza terrible para la biodiversidad y para la supervivencia de la
especie humana, la lógica de la autodestrucción ve una oportunidad para
profundizar los procesos de acumulación capitalista.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa
Rica
Un rompehielos en la ruta del Ártico (fotografía tomada de El País). |
Informa la prensa
internacional que un buque comercial chino, el Yong Sheng, con capacidad para
19.461 toneladas, realiza desde la semana anterior un recorrido de 33 días
entre el puerto de Dalian, al noreste de China, y el puerto de Rotterdam en
Holanda, siguiendo la ruta ártica del estrecho de Bering. El deshielo provocado
por los efectos del cambio climático parece alentar
en el gobierno y los empresarios asiáticos –estatales y privados- la idea de
potenciar ese paso marítimo como un factor que disminuya el tiempo de envío de
las mercancías al mercado europeo (hoy estimado en unos 48 días), receptor de
550 mil millones de dólares de intercambio comercial, y a la vez, que dinamice
la economía en una región alicaída por “el desmantelamiento y privatización industrial”
(El País,
12/08/2013).
Pese a que no es una
ruta comercial consolidada, el paso por estrecho de Bering y el trayecto por el
Ártico hasta los puertos europeos y norteamericanos del Atlántico Norte viene ganando protagonismo para las compañías
navieras en los últimos años: en 2010, solamente cuatro buques utilizaron este
paso, pero en 2012 lo hicieron 46 naves.
Es que para el capitalismo el impacto negativo de la acción humana sobre
el medio ambiente, lejos de ser una preocupación, se convierte en una ventaja
comparativa.
La ruta marítima del noreste del Artico: de China al mercado europeo (infografía tomada de El País). |
En lo que parece ser
un gesto de resignación política, intelectual y bioética frente al dramático
problema del deshielo de los polos, los analistas chinos confían en el
potencial de esta vía marítima para los próximos años: según el corresponsal de
El País en Pekín, “alrededor del 90%
del comercio exterior de la segunda economía del mundo es realizado por mar, y
los expertos chinos creen que el 15% circulará por el Ártico para 2020. Europa
es uno de los mayores socios comerciales de China, con unos intercambios
bilaterales de casi 550.000 millones de dólares (413.490 millones de euros) en
2012”.
Como política
estratégica de la que apunta a ser la principal potencia global en las próximas
décadas, esta noticia no podía ser peor, especialmente porque sugiere una
ignora deliberada –igual a la de otros países industrializados- frente a los
hallazgos científicos sobre el cambio climático.
El Informe Geo 5 (2012) del Programa
de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), por ejemplo, da cuenta de que la región del Ártico, ese
posible espacio de disputa geopolítica y económica del futuro cercano, donde se
ubican yacimientos de petróleo y gas natural hasta ahora inaccesibles, es la
que reporta el mayor aumento de temperatura de las últimas décadas. Esto amplifica los efectos del cambio
climático (una retroalimentación positiva, como la definen los especialistas) y
explica “la rápida disminución del área del casquete polar marino”, en
particular, “del hielo más antiguo y grueso”. La desaparición de este casquete,
que cumple importantes funciones como regulador térmico entre el océano y la
atmósfera, tiene consecuencias en el orden del comportamiento atmosférico,
porque altera “las rutas de las tormentas, los patrones de precipitación y las condiciones
que conducen a ondas de calor y olas de frío”. Como señala el informe del PNUMA,
“el patrón atmosférico que está surgiendo, de un Océano Ártico cálido y
continentes fríos, favorece frentes árticos de aire frío más frecuentes y
severos durante la temporada fría, las cuales afectan el bienestar de cientos
de millones de personas que habitan en latitudes medias del hemisferio norte”
(Geo 5, p. 193).
Por supuesto, el
carácter depredador del capitalismo y de las distintas expresiones de modelos de desarrollo basados en el
sometimiento de la naturaleza y la explotación irracional e insostenible de sus
recursos, desdeña cualquier consideración sobre estos impactos. Es que allí
donde el sentido común, la conciencia ambiental y las investigaciones
científicas advierten de una amenaza terrible para la biodiversidad y para la
supervivencia de la especie humana, la lógica de la autodestrucción solo ve una
oportunidad para profundizar los procesos de acumulación capitalista… aunque
eso nos acerque cada vez más, y de un modo irreversible, al colapso ambiental y
civilizatorio.
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