Quienes nos reclamamos la generación de la Revolución cubana, que
vivimos paso a paso las agresiones imperialistas, la invasión a Playa Girón y
la Crisis de Octubre, el injusto bloqueo, y ahora, el secuestro de los cinco
héroes, defendemos sin ambages este proceso. En la solidaridad con esta
revolución en las calles aprendimos las primeras letras de la política.
Gilberto López y Rivas / LA
JORNADA
El 26 de julio de 1953, con el asalto al cuartel Moncada, se inicia la
época que daría un giro trascendente a la historia de nuestra América con la
siembra en tierra fértil de la semilla de la revolución social que establecería
el primer bastión de socialismo en este hemisferio. A 60 años de esa clarinada
de la liberación de nuestros pueblos, ¿qué nos enseña el asalto al cuartel
Moncada?
La acción de esos valerosos jóvenes martianos, encabezados por Fidel
Castro, puso de manifiesto que el patriotismo, el amor a la causa del pueblo y
la consecuencia revolucionaria no se demuestran con palabras: es necesaria la
acción decidida y el ataque frontal al Estado dictatorial cuando todas las vías
para solucionar los ingentes problemas sociales, económicos y políticos están
cerradas.
Con todo, el asalto al Moncada no fue producto de la desesperación e
irresponsabilidad que muchas veces han acompañado las iniciativas militares.
Por muchos años circuló como moneda falsa lo fenoménico de la Revolución
cubana, las acciones audaces fuera de su contexto histórico, los dirigentes
sobresalientes aislados del pueblo. En realidad, el asalto al Moncada es el
resultado de un análisis profundo de la realidad cubana, de lo que el viejo
marxismo denominaba acertadamente las condiciones objetivas y subjetivas que
condicionan la crisis revolucionaria. Los rebeldes, además, contaban con un
programa expuesto magistralmente por Fidel durante su célebre alegato.
El Moncada no fue la acción de un grupo de conspiradores apartados del
pueblo, de sus necesidades y luchas; los atacantes provenían de las capas
pobres y medias de la sociedad cubana, quienes habían participado en la lucha legal
y clandestina; eran hijos del pueblo ligados a las ideologías de los oprimidos
y explotados, enraizados en las tradiciones independentistas, en las enseñanzas
de José Martí, el autor intelectual del Moncada, quien legara su ejemplo de
acción, e incluso, de máximo sacrificio, como camino de lucha, y formas
organizativas que adoptó el Movimiento 26 de Julio.
Los jóvenes insurrectos no desconocían el marxismo, pero lo
interpretaron creativamente según su realidad nacional, representando la
continuidad y la ruptura de una herencia histórica. Continuidad, porque recoge
la vivencia de los independentistas, de los combatientes contra la dictadura de
Machado, de las vertientes de lucha sindicales y estudiantiles, de las
escaramuzas electorales; ruptura, porque los fines que se planteaban los
llevarían a transitar por los caminos inéditos, en nuestra América, de la
trasformación radical de las estructuras económicas, sociales, ideológicas y
políticas del país caribeño. Por primera vez en el continente, una revolución
de los humildes y para los humildes se planteaba –con posibilidades de
victoria– un plan de gobierno en beneficio del principal protagonista del
proceso.
El Moncada demostró, como afirmara Fidel, que no hay situación social
y política, por complicada que parezca, sin una salida posible, importante
tesis a la que hay que dar énfasis cuando reina la confusión en torno a las
veredas que llevarán a encontrar una solución a la profunda crisis que
atraviesa nuestra patria mexicana, por ejemplo. El 26 de julio de 1953, como el
1º de enero de 1994, enseñan que es posible plantear acciones de cambio real a
pesar de supuestos determinismos geopolíticos y por encima de pesimismos y
derrotismos. ¿Quién puede determinar que una vía de lucha está cerrada, o no tiene
viabilidad, por la infinita superioridad técnica y militar del enemigo? Si así
fuera, no habría derrotas como las sufridas por los gringos en Vietnam, ni
revoluciones victoriosas como las de Cuba, y ahora, la bolivariana del
comandante Chávez.
Por muchos años se pensó erróneamente que la Revolución cubana había
sido la obra de un grupo de hombres y mujeres ejemplares. Que bastaba la
presencia guerrillera para que se diera la explosión revolucionaria. ¡Cuántas
vidas valiosas se perdieron por el predominio de esta visión superficial de la
experiencia cubana! La verdad es que el Movimiento 26 de Julio mantuvo durante
toda la lucha revolucionaria una permanente presencia política en las masas
populares, con ramificaciones orgánicas en toda la isla. También, el espíritu
unitario del 26 de Julio y sus alianzas con el Partido Socialista Popular y el
Directorio Revolucionario 13 de Marzo hizo posible, en la práctica, la
existencia de un frente político único que a partir de las acciones del
ejército rebelde en formación permitió derrocar al régimen de Batista.
El 1º de enero de 1959, los barbudos entraron en La Habana, cuyos
habitantes se volcaron a las calles radiantes de júbilo por el triunfo de la
Revolución y la huida del tirano. Cuba se convirtió, desde entonces, en el
parteaguas de nuestra historia. Su voz digna se dejó escuchar hasta el último
rincón del continente y del mundo, anunciando que el destino manifiesto puede
ser cambiado de raíz; que son posibles las reformas agraria y urbana, que se
puede destruir el aparato de la dominación burguesa, acabar con el
analfabetismo, construir una democracia con el pueblo armado y organizado, y
darse las formas de gobierno libremente consensuadas, recobrar la soberanía y
enfrentar a los imperialistas yanquis exitosamente, esto es, conquistar la
verdadera independencia.
Quienes nos reclamamos la generación de la Revolución cubana, que
vivimos paso a paso las agresiones imperialistas, la invasión a Playa Girón y
la Crisis de Octubre, el injusto bloqueo, y ahora, el secuestro de los cinco
héroes, defendemos sin ambages este proceso. En la solidaridad con esta
revolución en las calles aprendimos las primeras letras de la política y
sufrimos las represiones de un gobierno que si bien no rompió relaciones con
Cuba, perseguía arteramente a quienes pretendíamos cambios democráticos y
aspirábamos a trasformaciones como las llevadas a cabo por esos patriotas que
el 26 de julio de 1953 tomaron el futuro por asalto.
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