Durante el último
trimestre de este año, México probablemente viva una gran confrontación porque
se piensa aprobar en el Congreso la reforma energética. Los partidarios de la
nación se enfrentarán a los de la cúspide empresarial y el extranjero.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde
Puebla, México
Los expertos en materia
petrolera en México consideran que la industria petrolera no es un sector productivo más. Es “la columna vertebral de la economía
mexicana” según han afirmado. La iniciativa que ha presentado hace unos días el
jefe del poder ejecutivo en México, Enrique Peña Nieto, es de una enorme
trascendencia para el país. La industria
petrolera, a través de Petróleos Mexicanos (Pemex) aporta el 37% del presupuesto estatal mexicano. Los impuestos que paga
anualmente Pemex al erario sobrepasan al billón de pesos mexicanos (casi 77 mil
millones de dólares) por lo que buena parte del gasto público depende en efecto
de la renta petrolera. El costo de producción de un barril de petróleo mexicano
cuesta aproximadamente 10 dólares y el precio en el mercado mundial es de 100
dólares. En una reciente entrevista, Andrés Manuel López Obrador ha dicho que
aproximadamente el 50% del costo de 10
dólares del barril (o sea 5 dólares) es
el resultado de la corrupción que hay en la empresa estatal. Pero aún así, con
un sobreprecio de producción de 50%
derivado de la corrupción, la producción del petróleo es un negocio
redondo.
No es extraño pues que
el petróleo mexicano sea un botín apetecido hoy por las grandes empresas
transnacionales y también por los grandes empresarios locales. La piedra fundamental del argumento a favor de la
privatización de Pemex o de la producción petrolera mexicana es que no se
cuenta con el dinero suficiente para incrementar la producción de petróleo a 3
millones de barriles diarios, que en rigor es la cuota que Estados Unidos de
América necesita para garantizar su consumo y seguir sumando reservas
petroleras. Los que adversan la privatización arguyen que no es necesaria la
inversión privada para modernizar Pemex, pero agregan que tampoco es
imprescindible el aumento de la producción petrolera. La inversión privada es
innecesaria porque lo que impide una mayor inversión con las ganancias actuales
de la industria petrolera, es la sangría
que implica para la paraestatal el que la mayor parte de sus ingresos
sirvan para financiar el gasto público. Y porque además una parte importante de
los ingresos de Pemex se van por el barril sin fondo de la corrupción. Además,
el aumento de la producción está más vinculado a las necesidades
estadounidenses que a las que México tiene.
Resulta revelador que
hoy la propaganda oficial a favor de la iniciativa energética de Peña
Nieto, diga que solamente están retomando el espíritu de Lázaro Cárdenas. En noviembre de 1940, Cárdenas auspició la aprobación de una Ley Reglamentaria que disponía la celebración de contratos con particulares para llevar a cabo trabajos
de exploración y explotación del petróleo. Lo que no dice la propaganda oficial
es que la referida ley contemplaba la celebración de dichos contratos solamente
con “nacionales o sociedades íntegramente constituidas por mexicanos” y en
ningún caso con sociedades anónimas que emitieran acciones al portador. Tampoco
dice la propaganda oficial que la industria petrolera mexicana es hoy mucho más
solvente que lo que lo era en 1940.
El espíritu
nacionalista de Lázaro Cárdenas en materia energética impregnó los estatutos del Partido
Revolucionario Institucional (PRI). La dirigencia neoliberal del PRI, ajena al
sentido patriótico que alguna vez animó a los priístas nacionalistas
revolucionarios, ha reformado ya sus estatutos para adecuar al partido oficial
a lo que ahora es: un partido neoliberal y entreguista con respecto al gran
capital transnacional.
Durante el último
trimestre de este año, México probablemente viva una gran confrontación porque
se piensa aprobar en el Congreso la reforma energética. Los partidarios de la
nación se enfrentarán a los de la cúspide empresarial y el extranjero.
Una vez más, México
vivirá una encrucijada.
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