La
Encíclica Laudato Si, revela a Francisco como opositor a las consecuencias
ambientales del capitalismo sin bridas. En efecto, humanidad y ambiente se
encuentran en serio peligro como consecuencia del neoliberalismo. Y Francisco
lo está denunciando.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para
Con Nuestra América
Desde
Puebla, México
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Recuerdo
muy bien mi escepticismo en marzo de 2013 cuando Jorge Mario
Bergoglio, Cardenal y Arzobispo de
Buenos Aires, se transformó en Francisco, Papa de la iglesia católica. Sostuve
un intercambio epistolar con mi querido colega argentino Daniel Feiernstein,
uno de los grandes especialistas en el tema de genocidio, y con mi amigo y
colega Rolando Alecio. Daniel sostenía
que venía un Papa distinto a los
reaccionarios Wojtila y Ratzinger. Los antecedentes de Bergoglio me
inspiraban escepticismo por no decir
antipatía. Su actitud ante la dictadura argentina, me parecía obsecuente para
decir lo menos. Dicho sea de paso, la
conducta de la iglesia católica argentina ante la dictadura militar fue un aberrante colaboracionismo y cómplicidad ante el genocidio perpetrado en
Argentina. Y la conducta de Bergoglio ante los gobiernos de Kirchner y de
Cristina Fernández, tampoco fue la mejor. No olvido que en el transcurso del
intercambio de ideas, le dije a Daniel que deseaba equivocarme en mi
escepticismo y que lo reconocería si así fuera.
Hoy
reconozco que el Papa Francisco no ha cesado de sorprenderme desde hace algún
tiempo. Sus primeros gestos como no usar la esclavina, vivir fuera del Palacio
Arzobispal y usar el metro, me parecieron formas novedosas que encubrían más de
lo mismo. Pero su intervención en el Encuentro Mundial de Movimientos Populares
el 28 de octubre de 2014, me hizo ver que Francisco se deslindaba del neoliberalismo
y deploraba las terribles consecuencias del espíritu capitalista para el ser
humano. Hoy la Encíclica Laudato Si, revela a Francisco como opositor a las
consecuencias ambientales del capitalismo sin bridas. En efecto, humanidad y
ambiente se encuentran en serio peligro como consecuencia del neoliberalismo. Y
Francisco lo está denunciando.
Y
como bien lo destacan las síntesis del extenso documento de 192 páginas que es
la Enciclica, hay varios puntos nodales en ella: el calentamiento global es una
realidad que no se puede negar; los
poderosos en la política y en la economía enmascaran el cambio climático y
evitan las soluciones de fondo; el
calentamiento global es producto del consumismo y la negativa a buscar otras
fuentes de energía; también es consecuencia de la relación “estructuralmente
perversa” entre los países ricos y los periféricos; son necesarias
instituciones fuertes para sancionar a los depredadores ambientales; es
necesario un cambio ético frente a la naturaleza y alejarse de la idea de que
el crecimiento económico resolverá el problema; son necesarias las redes
sociales para presionar a los líderes políticos a que efectúen soluciones al
problema; también para ayudar a los desamparados y desempleados como
consecuencia del cambio climático; es imprescindible que todos cambiemos de
hábitos para ayudar a resolver el problema.
Hace
unos días tuve la oportunidad de hablar con religiosos y cientistas sociales
especialistas en religión en el marco del Coloquio Internacional “Historia,
Sociedad y Religión” realizado en mi universidad. Alguno de ellos me dijo que
hasta el momento el Papa solamente había hecho discursos novedosos.
Pero
no es lo mismo la palabra de cualquiera de nosotros, que la palabra de un
Papa.
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