Colombia, el segundo país más
poblado de la América del Sur después de Brasil, con un territorio de enormes
contrastes geográficos, con costas en los dos grandes océanos de la Tierra, el
Pacífico y el Atlántico, con grandes recursos naturales minerales y de flora y
fauna, tiene un potencial que la guerra interna ha atrofiado durante toda la
segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Con la mediación del gobierno cubano, el presiente Juan Manuel Santos y el comandante Timoleón Jiménez dieron un paso clave para la paz en Colombia. |
Rafael Correa considera que
América Latina se encuentra ante un cambio de época; es decir, estamos en un
momento histórico en el que están teniendo lugar cambios inéditos hasta ahora,
que pueden cambiar el perfil de nuestro continente.
Estos cambios deben asociarse al
despertar que ha tenido lugar en varios países de América Latina, en donde se
intenta construir sociedades que superen las seculares inequidades sociales que
nos han caracterizado. El primer paso: superar las taras que la aplicación de
las políticas neoliberales basadas en el Consenso de Washington han dejado en
nuestras tierras.
Otro componente esencial de este
período lo constituyen los esfuerzos de emancipación frente al poderío
avasallante que han tenido los Estados Unidos de América sobre nosotros, y para
ello se ha apelado, como argumento central, a la integración y la unidad de los
países latinoamericanos en espacios de diálogo, concertación y trabajo en donde
no se encuentra presente la potencia del Norte.
La creación de la UNASUR y el ALBA
constituyen ejemplos relevantes en este sentido. Pero esos esfuerzos de trabajo
conjunto no se agotan en estas instancias, y han surgido también ámbitos
bilaterales que, como muchas otras cosas, son producto del espíritu
latinoamericanista que prevalece en este cambio de época.
Queremos detenernos en esta
ocasión al que ha propiciado Cuba en las negociaciones de paz entre la guerrilla
de las FARC y el gobierno colombiano, que hoy parece que se aproximan a buen
puerto.
Cuba, la durante tantos años
marginada y vituperada, la que tantos auguraron haber llegado al límite de sus
posibilidades cuando el derrumbe del campo socialista de Europa del Este, está
ahí, siendo sede y propiciadora de buenos augurios en uno de los procesos de
negociación más difíciles que han tenido lugar en nuestro continente. Sin su
soporte y su abrigo quién sabe cuáles habrían sido las posibilidades de que
este proceso hubiera llegado a los estadios que ha alcanzado hasta hoy.
Así como hay que reconocer y
relevar el papel de la isla en este proceso, así también debe tenerse en cuenta
la importancia que tiene el influjo del cambio de época sobre los sujetos de
estas negociaciones. Hay un nuevo contexto que propicia el acercamiento y el
diálogo; hay fuerzas políticas progresistas con ascendencia sobre las partes;
espacios de conversación entre iguales; garantías de supervivencia después del
conflicto para cada una de las partes, que no habrían sido posibles en otro
momento histórico.
Aunque las negociaciones de paz en
Colombia son el resultado, en primer lugar, del esfuerzo de los mismos
colombianos, no hay que desdeñar los factores contextuales que han hecho que
esos esfuerzos den como resultado frutos positivos como los que estamos viendo
en estos días.
Colombia, el segundo país más
poblado de la América del Sur después de Brasil, con un territorio de enormes
contrastes geográficos, con costas en los dos grandes océanos de la Tierra, el
Pacífico y el Atlántico, con grandes recursos naturales minerales y de flora y
fauna, tiene un potencial que la guerra interna ha atrofiado durante toda la
segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI.
Un conflicto tan prolongado crea
llagas terribles en una sociedad. El fenómeno de la violencia endémica y del
paramilitarismo; los enormes desplazamientos de población dentro del país y más
allá de sus fronteras; el cultivo de la coca y el tráfico de drogas; la
utilización de su territorio para establecer decenas de bases militares
extranjeras y el desgarramiento del tejido social, son solo algunas de las
lacras que han quedado como herencia de ese largo período de enfrentamiento al
que, ojalá, estas conversaciones llevadas a buen puerto puedan contribuir a
subsanar.
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