Si llega a gobernar, Jimmy Morales lo hará
con una alianza vergonzante de las bancadas del partido Líder, el Patriota y el
propio Frente de Convergencia Nacional, el cual solamente cuenta con poco más
de una decena de diputados de los 158. Representando a lo más extremista de la
política nacional, Morales será rehén de la clase política tradicional y de la
derecha contrainsurgente.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para
Con Nuestra América
Desde
Puebla, México
En efecto, algo cambió en Guatemala.
Resulta sorprendente ver cómo parientes, amigos, personas en general que nunca
tuvieron participaron política, hoy cuentan alborozados su presencia en las
decenas de manifestaciones y concentraciones que desde mediados de abril hasta
principios de septiembre se observaron en el país. El repudio a la
corrupción y a la clase política fueron
la causa fundamental de la voluntad que animó estas históricas jornadas. La
“antipolítica”, que es común encontrar en otros países, paradójicamente hizo participar en política a cientos de miles de
guatemaltecos. Porque fue política lo que hicieron durante estos últimos meses.
Fue la política que repudia a la política y a los partidos políticos. Como
también sucede en otros países, este repudio a la política tiene razones
sustentadas.
Pero la paradoja no termina allí. La
antipolítica tuvo varios frutos. Logró
el encarcelamiento de varios funcionarios públicos, la renuncia y arresto de la
vicepresidenta Baldetti e igualmente la renuncia y encarcelamiento del
presidente Pérez Molina. También el rechazo electoral a lo que en el imaginario
popular fue visto como la encarnación del político corrupto: Manuel Baldizón. Pero
finalmente tuvo un resultado perverso: quien capitalizó electoralmente la antipolítica fue un político que fue
exitoso al disfrazarse de ciudadano a secas: Jimmy Morales. Hoy en México se
tiene un fenómeno similar, un candidato independiente -que en realidad no lo
es-, ganó la gubernatura de Nuevo León.
En realidad Jimmy Morales, hoy lo sabemos
bien, tiene varios años de estar participando en política. Como suele suceder
con los políticos de Guatemala en el contexto de un sistema de partidos débil y
volátil, Morales lleva ya tres partidos en su haber: Acción de Desarrollo
Nacional de Adela Camacho de Torrebiarte, Nación fundado por él y ahora el
Frente de Convergencia Nacional fundado por ex militares contrainsurgentes y
empresarios ultraderechistas. Su triunfo es también resultado del apoyo que le
dio el Partido Patriota del hoy encarcelado Pérez Molina y se ha alegado que la
estructura y financiamiento del otrora delfín del expresidente, Alejandro
Sinibaldi, fueron puestos al servicio del propio Morales. También un sector de
evangélicos fundamentalistas. Y el apoyo explicito que recibió desde la cárcel
de parte de Byron Lima, el asesino
convicto de Monseñor Gerardi, no tiene desperdicio. Si llega a gobernar, lo
hará con una alianza vergonzante de las bancadas del partido Líder, el Patriota
y el propio FCN, el cual solamente cuenta con poco más de una decena de
diputados de los 158. Representando a lo más extremista de la política
nacional, Morales será rehén de la clase política tradicional y de la derecha
contrainsurgente.
Veremos entonces a los veteranos militares
y a la Fundación Contra el Terrorismo
ensoberbecidos. A la justicia transicional con un contexto todavía más adverso.
Será una continuidad de lo observado con Pérez Molina: vocación
contrainsurgente y fundamentalismo neoliberal. Y temiendo esto no puedo sino
recordar a una bella muchacha en una de
las manifestaciones callejeras con una pancarta que decía: “si
protestamos como leones no votemos como burros”.
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