El pensamiento de Frantz
Fanon ha retornado. A cinco décadas de su muerte, sus libros vuelven a ser
leídos en las universidades y en los espacios de los sectores populares
organizados. Algunas de sus reflexiones centrales alumbran aspectos de las
nuevas realidades y contribuyen a la comprensión del capitalismo en esta etapa
de sangre y dolor para los de abajo.
Raúl Zibechi / LA JORNADA
La redición de algunas de
sus obras como Piel negra, máscaras blancas (Akal, 2009), con
comentarios de Immanuel Wallerstein, Samir Amin, Judith Butler, Lewis R.
Gordon, Ramón Grosfoguel, Nelson Maldonado-Torres, Sylvia Wynter y Walter
Mignolo, ha contribuido a la difusión de su pensamiento, así como las
periódicas rediciones de su obra principal, Los condenados de la Tierra, prologada
por Jean Paul Sartre. Sería necesaria, también, la redición de su libro Sociología
de una revolución, publicado en 1966 por la Editorial Era.
Sin embargo, el renovado
interés por Fanon va mucho mas allá de sus libros y de sus escritos. Se trata,
creo, de un interés epocal, en el dobe sentido del periodo actual que
atraviesan nuestras sociedades y del nacimiento de poderosos movimientos
antisistémicos protagonizados por los diversos abajos. Quiero decir que estamos
ante un interés político más que una curiosidad académica o literaria.
En mi opinión, hay cinco
razones que explican la actualidad de Fanon.
La primera es que el
capitalismo en su etapa actual, centrada en la acumulación por despojo (o
cuarta guerra mundial), redita algunos aspectos de la dominación colonial. La
ocupación de enclaves territoriales por las empresas multinacionales,y la
ocasional pero importante ocupación militar por los imperialismos de varios
países con la excusa de la guerra contra el terrorismo, son algunos de esos
aspectos.
Hay otros que es
necesario, por lo menos, mencionar. La población se ha convertido en objetivo
militar, ya sea para su control o su eventual eliminación, ya que es un
“estorbo” para la acumulación por despojo. La guerra contra las mujeres,
convertida en nuevo botín de la conquista de territorios, es otro de los
aspectos del nuevo colonialismo, así como la creciente militarización de los
barrios populares en las perfierias de las grandes ciudades.
En la medida que el
capitalismo acumula robando los bienes comunes de pueblos enteros, nos permite
decir que estamos ante un neocoloniaismo aunque, en rigor, se trata de la fase
de decadencia del sistema que ya no aspira a integrar a las clases dominadas
sino, sencillamente, a vigilarlas y exterminarlas en caso de que resistan.
La segunda es que es cada
vez más evidente que la sociedad actual se divide, como dice Grosfoguel con
base en Fanon, en dos zonas: la zona del ser, donde los derechos de las
personas son respetados y donde la violencia es excepcional, y la zona del
no-ser, donde la violencia es la regla. El pensamiento de Fanon nos ayuda a
reflexionar sobre esta realidad que coloca tanta distancia entre el capitalismo
del siglo XXI con aquel del Estado del bienestar.
La tercera es la crítica
que Fanon hace a los partidos de izquierda del centro del mundo, en el sentido
de que sus formas de trabajo se dirigen exclusivamente a una élite de las
clases trabajadoras, dejando de lado a los diversos abajos que en el marxismo
son despachados como pertenecientes al lumpenproletariado. Por el contrario,
Fanon deposita en la gente común de abajo su esperanza mayor como posibles
sujetos de su autoemancipación, o emancipación a secas.
En cuarto lugar, Fanon no
era un intelectual ni un académico, sino que puso sus conocimientos al servicio
de un pueblo en lucha como el argelino, a cuya causa sirvió hasta el día de su
muerte. Esta figura del pensador-militante, o como quiera llamarse al
profesional que se compromete incondicionalmente con los de abajo, es un aporte
extraordinario a la lucha de los sectores populares.
En este sentido, vale
destacar la crítica al eurocentrismo de las izquierdas, a la pretensión de
trasladar mecánicamente propuestas y análisis nacidos en el mundo del ser al
del no-ser. El nacimiento de feminismos indios, negros y populares en nuestro
continente es una muestra de las limitaciones de aquel primer (y fundamental)
feminismo europeo que, sin embargo, necesitaba reinvertarse entre las mujeres
del color de la tierra, con base en sus propias tradiciones y realidades, entre
ellas la centralidad de la familia en el mundo femenino latinoamericano.
Aunque esta breve
recapitulación deja de lado varios aspectos importantes de la obra de Fanon,
como sus reflexiones sobre la violencia de los oprimidos, me parece necesario
destacar un aspecto adicional, creo que central en el pensamiento crítico
actual. Se pregunta las razones por las cuales el hombre negro desea aclarar su
piel, los porqués la mujer negra desea ser rubia o conseguir una pareja lo más
blanca posible. El dominado, dice Fanon, el perseguido, no sólo busca recuperar
la hacienda apropiada por el amo, sino que quiere el lugar del amo. Es evidente
que, luego del fracaso de las revoluciones rusa y china, esta consideración
debe ocupar un lugar central en la lucha anticapitalista.
No comparto el lugar que
otorga Fanon a la violencia de los de abajo en este proceso de convertirse en
sujetos de sus vidas, en su liberación de la opresión. La violencia es
necesaria, pero no es la solución, como atinadamente reflexiona Wallerstein en
su comentario a Piel negra, máscaras blancas.
Creo que debemos
profundizar en este debate. Cómo hacer para no reproducir la historia en la
cual los oprimidos repiten una y otra vez la opresión de la que fueron
víctimas. A mi modo de ver, se trata de crear algo nuevo, un mundo nuevo o
realidades nuevas, que no sean calco y copia del mundo de los de arriba, que
sean lo suficientemente potentes como para difuminar, del imaginario colectivo,
el lugar central que ocupa el opresor, el amo o el patrón. Sigo creyendo que la
experiencia de las bases de apoyo del EZLN es un ejemplo en esta dirección.
No hay comentarios:
Publicar un comentario