Basta con
ver ahora qué países de Europa aceptan a los nuevos migrantes como lo hace
Alemania, y cuáles los rechazan, para percibir dónde están los centros
fundamentales del desarrollo capitalista en esta etapa del desarrollo de esa
región, como debería bastar con entender que esa necesidad está cubierta con
latinoamericanos en Estados Unidos para comprender que este país no haya
aceptado más que a unos 1500 refugiados.
Guillermo Castro H. / Especial
para Con Nuestra América
Desde
Ciudad Panamá
Informa
la agencia AFP que los empresarios alemanes aplauden la llegada diaria de miles
de refugiados sirios a Alemania. “Si llegamos a integrarlos rápidamente al
mercado de trabajo ayudaremos a los refugiados y a nosotros mismos”, afirmó
hace unos días el presidente de la poderosa federación de industrias alemanas
BDI, Ulrich Grillo.
En
ese contexto, agrega AFP, “los
demandantes de asilo son considerados cada vez más como un preciado recurso por
las empresas necesitadas de mano de obra, en un país que envejece.” Alemania,
en efecto, “necesita 140 mil ingenieros, programadores y técnicos”. El
artesanado, la sanidad y la hostelería “también buscan ávidamente personal”,
mientras “unos 40 mil puestos de aprendiz podrían quedar vacantes este año”. El
Instituto Prognos, por su parte, “prevé una penuria laboral de 1.8 millones de
personas en 2020 y de 3.9 millones en 2040 si nada cambia”.
Ante
esta situación, la asociación de empresarios “ha pedido flexibilizar los requisitos
de acceso al empleo”, incluyendo además “la garantía de que un asalariado no
deberá abandonar el país de la noche a la mañana”, así como “agilizar los
procedimientos para validar diplomas extranjeros y, sobre todo, más dinero para
que los refugiados aprendan alemán.” A su vez, esto implica también – para el
Estado – encarar el hecho de que “la contratación de un refugiado o de un
demandante de asilo no puede hacerse sin una prueba de que el puesto no
conviene a un candidato alemán”.
No
es de extrañar, así, que se produzcan manifestaciones de resistencia a estas
demandas empresariales dentro del partido Unión Cristiano Demócrata de la
canciller Angela Merkel, que “rechaza la ley sobre migración que reclaman los
socialdemócratas, sus socios, que serviría para simplificar el acceso al
mercado de trabajo.” Todo sugiere que se está ante un escenario de típico
conflicto entre el pragmatismo neoliberal y el populismo electoral, que deberá
resolverse mediante negociaciones entre el Estado y la organizaciones
empresariales a satisfacción de ambas partes.
Desde
otra perspectiva, cabría decir que esta situación confirma, ex novo, que el ejército industrial de
reserva – aquel creado por el desempleo que genera la aplicación masiva de
tecnologías a la producción con el fin de preserver la tasa de ganancia -,
existe, y se presenta ahora para los empresarios alemanes la oportunidad de
movilizar las reservas de mano de obra existentes en los mercados de la
periferia. Esto confirma lo atinado del planteamiento de ese tema en Marx en
una circunstancia muy distinta a la de su origen.
Marx,
en efecto, abordó el problema del desempleo generado por el desarrollo del
capitalismo cuando el mercado mundial fue una incipiencia en curso, y la
materia más madura para su análisis se concentraba en un segmento reducido del
planeta: Inglaterra, Alemania, Francia y los entonces jóvenes Estados Unidos.
Ya entonces, la explotación de los trabajadores del sistema colonial
proporcionaba a esas economías acceso a materias primas y alimentos a bajo
costo. Pero esos trabajadores no estaban disponibles porque hubieran sido
desempleados, sino porque el poder colonial los había privado de sus medios de
vida mediante procesos masivosde expropiación que habían llevado a la creación
de merados de tierra y de fuerza de trabajo en sociedades que antes se habían
sostenido mediante la agricultura comunitaria.
El
desarrollo del capitalismo en antiguas periferias coloniales, sobre todo de
mediados del siglo XX en adelante, abrió a la transformación de los
descendientes de aquellas masas de campesinos desposeidos en un ejército
industrial de reserva externo, por llamarlo de algún modo. Desde sus regiones
de origen, esos trabajadores han cumplido un importante papel en el progreso
del mundo Noratlántico.
Mexicanos
y centroamericanos en Estados Unidos; turcos, primero, y sirios ahora en
Alemania; norafricanos en Francia; indios y jamaiquinos en Inglaterra – por
mencionar algunos ejemplos – han garantizado a las economías de esos países el
acceso a mano de obra a un costo abaratado por la misma condición de
precariedad de los trabajadores cada vez que ha sido necesaria. Y basta con ver
ahora qué países de Europa aceptan a los nuevos migrantes como lo hace
Alemania, y cuáles los rechazan, para percibir dónde están los centros
fundamentales del desarrollo capitalista en esta etapa del desarrollo de esa
región, como debería bastar con entender que esa necesidad está cubierta con
latinoamericanos en Estados Unidos para comprender que este país no haya
aceptado más que a unos 1500 refugiados.
¿Cómo
encarar desde Marx los hechos que comprueban su teoría del desarrollo de
nuestra especie, ahora que la fase entonces en curso ha llegado a su madurez, y
ha iniciado su descomposición? La única manera de hacerlo es encarando el
proceso en perspectiva histórica, y a la escala del moderno sistema mundial. El
materialismo de Marx es, por necesidad, histórico. En el conocimiento de la
historia está su fuerza mayor, porque allí la práctica opera sin trabas como
criterio de la verdad.
Hoy,
una vez más, la sombra que proyectan las incertidumbres de nuestro futuro
contrastan con la claridad del proceso que conduce a los desafíos de nuestro
presente, cuando lo estudiamos a la luz de lo que supo enseñarnos Marx sobre
las estructuras fundamentales de nuestro tiempo, y sobre los procesos a que dan
lugar las contradicciones que animan el desarrollo de esas estructuras. Él
seguirá caminando con nosotros mientras sigan siendo ciertas esas verdades
elementales.
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