La encíclica del Papa
Francisco sobre “El cuidado de la Casa Común” (Laudato Si’) está siendo vista como la encíclica “verde” de
manera semejante a cuando decimos economía “verde”. He aquí un gran equívoco.
Ella no quiere ser solamente “verde” sino que propone la ecología “integral”.
Leonardo Boff / Servicios Koinonia
En realidad, el Papa dio
un salto teórico de la mayor relevancia al ir más allá del ambientalismo verde
y pensar la ecología en una perspectiva holística que incluye lo ambiental, lo
social, lo político, lo educacional, lo cotidiano y lo espiritual. Él se sitúa
en el corazón del nuevo paradigma según el cual cada ser posee valor intrínseco
pero está siempre en relación con todo, formando una inmensa red como lo dice
de manera ejemplar la Carta de la Tierra.
En otras palabras, se
trata de superar el paradigma de la modernidad, que coloca al ser humano fuera
de la naturaleza y encima de ella como “su maestro y señor” (Descartes),
imaginando que ella no tiene ningún otro sentido sino estar puesta al servicio
del ser humano que puede explotarla a su gusto. Ese paradigma subyace a la
tecnociencia que nos ha traído tantos beneficios pero que simultáneamente gestó
la actual crisis ecológica por el saqueo sistemático de sus bienes naturales.
Y lo hizo con tanta
voracidad que ha sobrepasado los principales límites que no se podían traspasar
(la Sobrecarga de la Tierra). Una vez traspasados, ponen en peligro las bases
físico-químico-energéticas que sustentan la vida (los climas, la escasez de
agua, los suelos, la erosión de la biodiversidad entre otros). Es hora de hacer
un ajuste de cuentas con la Madre Tierra: o redefinimos una nueva relación más
cooperativa para con ella y así garantizamos nuestra supervivencia o podemos
conocer un colapso planetario.
El Papa inteligentemente
se dio cuenta de esta posibilidad. De ahí que su encíclica se dirija a toda la
humanidad y no solo a los cristianos. Tiene como propósito fundamental impulsar
un nuevo estilo de vida y una verdadera “conversión ecológica”. Esta implica un
nuevo modo de producción y de consumo, respetando los ritmos y los límites de
la naturaleza, en consideración también de las futuras generaciones a las
cuales pertenece igualmente la Tierra. Esto está implícito en el nuevo
paradigma ecológico.
Como estamos tratando de
un problema global que afecta indistintamente a todos, todos están llamados a
dar su contribución: cada país, cada institución, cada saber, cada persona, y
cada religión, como el cristianismo.
En razón de esta
urgencia, el Papa juntamente con la Iglesia Ortodoxa instituyó el día 1º de
septiembre de cada año como “Día Mundial de Oración por el Cuidado de la
Creación”. Afirma claramente que «debemos buscar en nuestro rico patrimonio
espiritual las motivaciones que alimentan la pasión por el cuidado de la
creación» (Carta del Papa Francisco de 6/08/2015). Obsérvese la
expresión «pasión por el cuidado de la creación». No se trata de una
reflexión o algún empeño meramente racional sino de algo más radical, “una
pasión”. Se invoca aquí la razón sensible y emocional. Ella es y no simplemente
la razón que nos hará tomar decisiones, nos impulsará a actuar con pasión
y de modo innovador de acuerdo a la urgencia de la actual crisis ecológica
mundial.
El Papa tiene conciencia
de que el cristianismo (y la Iglesia) no está exento de culpa por haber llegado
a esta situación dramática. Durante siglos se predicó un Dios sin el mundo, lo
que propició el surgimiento de un mundo sin Dios. En ninguna catequesis entraba
el mandato divino, claramente señalado en el segundo capítulo del Génesis, de
“cultivar y cuidar el jardín del Edén” (2,15). Por el contrario, el conocido
historiador norteamericano Lynn White Jr. ya en 1967 (Las raíces históricas
de nuestra crisis ecológica, archivo digital de la Agenda Latinoamericana, servicioskoinonia.org/archivo,
buscando por autores: «White») acusó al judeocristianismo con su doctrina del
dominio del ser humano sobre la creación, como el factor principal de la crisis
ecológica. Exageró, como lo ha mostrado la crítica, pero de todos os modos
suscitó la cuestión del estrecho vínculo entre la interpretación común del
señorío del ser humano sobre todas las cosas y la devastación de la Tierra, lo
que reforzó el proyecto de dominación de los modernos sobre la naturaleza.
El Papa realiza en su
encíclica (nºs 115-121) una vigorosa crítica al antropocentrismo de esa
interpretación. Sin embargo, en la carta que instaura el día de oración,
suplica a Dios con humildad «misericordia por los pecados cometidos contra el
mundo en el que vivimos». Vuelve a referirse a San Francisco con su amor
cósmico y respeto por la creación, el verdadero anticipador de lo que debemos
vivir en los días actuales.
Cabe concluir con las
palabras del gran historiador Arnold Toynbee: «Para mantener la biosfera
habitable durante más de dos mil años, nosotros y nuestros descendientes
tenemos que olvidar el ejemplo de Pedro Bernardone (padre de San Francisco),
gran empresario de tejidos del siglo XIII, y su bienestar material y empezar a
seguir el modelo de Francisco, su hijo, el mayor entre todos los hombres que
han vivido en Occidente… Él es el único occidental que puede salvar la Tierra»
(en ABC, Madrid 19/12/1972, p. 10).
No hay comentarios:
Publicar un comentario