El rechazo, con el sabor crudo y amargo
de la xenofobia y el racismo, tiene su respuesta en la lógica del capitalismo.
Pero hay países como Austria que se visten de “humanitaria” para acoger a los
exiliados sirios (porque eso es lo que son, exiliados de estos tiempos) y de
otras partes del mundo afroasiático, mientras que otros del mismo bloque
continental los rechazan.
Maximiliano
Pedranzini* / Especial para Con Nuestra América
Desde Misiones, Argentina
¿Por qué Austria es el primer país de
la Unión Europea (en el caso que hubiera alguno más adelante) que está
recibiendo con los brazos abiertos a los colectivos de migrantes sirios? ¿Por
qué Austria y no su vecina Hungría, quien ha mostrado recalcitrante animosidad
con el contingente asiático, o España con una rica y vasta tradición árabe?
Muchos pensarán que por la hospitalidad y solidaridad de la sociedad austriaca,
que seguramente debe ser así. Pero más allá de la filantropía y el cristiano
amor al prójimo, la realidad es que la principal motivación del Estado
austriaco es reforzar su densidad demográfica, escasa en el país, ya que el
país -valga la redundancia- cuenta con una población aproximada de 8.572.895
habitantes (según el último censo de 2014) y en la última década y media este
ha sido unos de los principales problemas de esta pequeña nación de Europa
central. Quizás algún demógrafo nos pueda explicar mejor este asunto. Asimismo
en los últimos años, Austria ha realizado como política de Estado campañas
internacionales convocando a personas para vivir y trabajar en su territorio, y
en este sentido, los problemas demográficos como la escasez (por diversos
factores relacionados a los bajos índices de natalidad y crecientes de
ancianidad y mortalidad registrados en los últimos dos censos realizados) se
traducen en el lenguaje fáctico del capitalismo como “falta de fuerza de
trabajo”.
La ecuación en el mundo capitalista
para estos países con escasez poblacional crónica (esencialmente joven) se
resuelve inyectando personas como medida concreta para cubrir este déficit,
reactivando de esta manera la dinámica, tanto social como económica. Ergo, la
denominada “crisis humanitaria” en Medio Oriente (eufemismo de genocidio
imperialista) le ha venido como anillo al dedo a los austriacos que cubren sus
baches demográfico y de relaciones sociales de producción con este cruel
fenómeno de desplazados que hace que muchas familias tengan que abandonar sus
hogares buscando escapar de la muerte que provocan las invasiones bélicas
(llamada “Guerra” por los expertos avezados en el tema), la ocupación
extranjera, el hambre, y el exterminio sistemático que han convertido a la
región del Medio Oriente es un inmenso campo de concentración a cielo abierto.
Buscan algo muy sencillo: sobrevivir, preservar sus vidas y esto es algo
terrorífico por donde se lo mire. Hay países que les cierran sus fronteras
edificando kilómetros de muros a lo largo y ancho de sus territorios, y no es
una cuestión maniqueísta de malos y buenos, sino que es complejo para los
países de la periferia europea que atraviesan la crisis económica dejar
liberadas sus fronteras.
El rechazo, con el sabor crudo y amargo
de la xenofobia y el racismo, tiene su respuesta en la lógica del capitalismo.
Pero hay países como Austria que se visten de “humanitaria” para acoger a los
exiliados sirios (porque eso es lo que son, exiliados de estos tiempos) y de
otras partes del mundo afroasiático, mientras que otros del mismo bloque
continental los rechazan. Suena a simple vista como una paradoja, pero no lo es
porque la situación socioeconómica en la UE no es homogénea sino todo lo
contrario. La crisis no afecta a todos por igual y eso lo estamos viendo, por
lo que hay países mejores preparados para afrontar la crisis y convertir un
problema estructural como es el movimiento forzoso de migrantes en una virtud,
y eso es algo que muchos pequeños países sin sufrir los efectos de la crisis
pero con dificultades demográficas van a saber darle provecho y transformarlo
en energía, que es lo que necesita el motor del capitalismo global para seguir
funcionando. Miremos las contradicciones y las condiciones objetivas antes de
apelar a caracterizaciones subjetivas producto del discurso hegemónico de la
imagen que nubla la percepción de un problema mucho más complejo, que es el de
la lucha de clases y la dominación imperialista.
Pequeña aclaración al pie: No acompaño este texto con una imagen por varias
razones. La primera por respeto a mi inteligencia y a la de los demás, y no por
un mero clamor simbólico. La segunda, porque ya es demasiado ver la imagen del
chiquito muerto en las costas de la playa turca reproducida miles de millones de
veces hasta el hartazgo y eso me da por los cojones (sepan disculpar mi español
castizo). Y la tercera es porque sería hipócrita replicar esa triste y doliente
imagen una vez más. Respeto mucho a aquellos amigos, compañeros y contactos que
lo hacen. Muchos de ellos, la mayoría, bien intencionados, que la reprodujeron
en las redes sociales comunicando este hecho que conmocionó -y conmociona- al
mundo entero. Quiero pensar que para tomar conciencia y no con intenciones de
alimentar el morbo globalizado. Pero debemos ir más allá de la perplejidad laxa
y volátil que provoca una imagen que se olvida en cuestión de días, porque como
esta han habido y lamentablemente seguirán habiendo miles más.
*Ensayista. Integrante del Centro de
Estudios Históricos, Políticos y Sociales “Felipe Varela”, de Argentina.
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