Es simbólico
este suicidio de una de las figuras emblemáticas de los partidos originalmente
reformistas de América Latina. Políticamente, el partido que le cobijó se
suicidó hace ya bastantes años, y su actual existencia no es más que el lento
devenir hacia la nada, así como lo están viviendo otros partidos “hermanos”
suyos: Acción Democrática (AD), de Venezuela; Liberación Nacional (PLN), de
Costa Rica; o el Partido Revolucionario Institucional (PRI), de México, solo
para citar algunos ejemplos emblemáticos.
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Alan García, expresidente del Perú. |
En el amplio
espectro ideológico en el que se cobija la socialdemocracia y el reformismo
político, el APRA fue, en sus inicios allá por la primera mitad del siglo XX,
un partido próximo al marxismo, a la revolución y al antimperialismo. Víctor
Raúl Haya de la Torre supo despertar simpatías entre intelectuales y políticos
que, en los años treinta, se percataban del incontenible avance de los Estados
Unidos sobre América Latina, y que entendían que había que ponerle un valladar
antes que fuera demasiado tarde.
En ese
contexto, el APRA se vinculó, a través suyo o de otros militantes, con la
Revolución Mexicana, la resistencia de Augusto César Sandino en Las Segovias de Nicaragua, y grupos de
intelectuales representativos del antimperialismo de Guatemala, El Salvador y
Costa Rica. Fue, por lo tanto, un emblema de una época en la que también otros
intelectuales de izquierda hacían esfuerzos por identificarse con los sectores
populares, señalar a sus enemigos fundamentales, asumir una actitud de unidad
latinoamericana y pensar con cabeza propia.
Este último
rasgo que mencionamos lo compartió en el Perú con José Carlos Mariátegui, de
quien, sin embargo, tempranamente se separó ideológica y políticamente, en un
viaje ideológico que, paulatinamente, lo fue llevando a escorar a posiciones
cada vez más lejanas a las que originalmente lo convirtieron en un símbolo de
la unidad antiimperialista latinoamericana.
La historia
del devenir del APRA no es, sin embargo, un hecho aislado. Es, en general, la
triste historia de los partidos que en América Latina podemos caracterizar como
socialdemócratas o reformistas. Tal deriva hacia posiciones cada vez más
conservadoras los hizo transformarse, como en Europa, en el instrumento que
impulsó, en una primera etapa, las reformas neoliberales acordes con el
Consenso de Washington.
En ese APRA
cambiante y claudicante hubo algunos militantes, en su momento jóvenes, que se
vieron como símbolos de lo que era el partido. En los años 20 y 30 del siglo
XX, fue Esteban Pavletich, al que Haya llamó “el benjamín” de los apristas
peruanos, que estuvo con Sandino unos meses en Las Segovias, y cuya influencia
se puede apreciar en los escritos del guerrillero nicaragüense, entre otras, en
la asimilación del concepto de Indoamérica.
Luego, en los
años 70, ya en nuevas circunstancias, el nuevo “benjamín” fue Alan García,
quien acompañó al líder histórico en su última batalla política en el Perú,
cuando fue elegido a la Asamblea Constituyente, de la cual se convirtió en su
presidente.
Habiendo sido
lo que había sido el APRA, cuando Alan García pudo realizar el sueño, nunca
concretado de su preceptor, de ser presidente del Perú, no fueron pocos los que
tuvieron esperanzas que se podía estar ante un presidente con arrestos
progresistas. Alan García, sin embargo, no solo no cumplió con esas
expectativas sino que, además, ejerció su mandato en medio de constantes
acusaciones de corrupción, una de las cuales, a la postre, lo llevó al
suicidio.
Es simbólico
este suicidio de una de las figuras emblemáticas de los partidos originalmente
reformistas de América Latina. Políticamente, el partido que le cobijó se
suicidó hace ya bastantes años, y su actual existencia no es más que el lento
devenir hacia la nada, así como lo están viviendo otros partidos “hermanos”
suyos: Acción Democrática (AD), de Venezuela; Liberación Nacional (PLN), de
Costa Rica; o el Partido Revolucionario Institucional (PRI), de México, solo
para citar algunos ejemplos.
El suicidio
de Alan García es un paso más, de un enorme simbolismo sin embargo, del
suicidio de estos partidos que, agotados en sus propuestas políticas, han
derivado en fantoches que no son ni la sombra de lo que alguna vez fueron.
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