La discusión de fondo
es la de siempre y, como siempre, se elude groseramente: la redistribución de
la riqueza. Cuánto para el trabajo y cuánto para el capital, sabiamente
advertida por Carlos Marx.
Roberto Utrero Guerra / Especial
para Con Nuestra América
Desde España
Las elecciones a
celebrarse el 28 de abril en España han tenido este lunes 22 el plato más
fuerte y esperado de la campaña: el debate entre los candidatos a la
presidencia. Ahí concurrieron Pedro Sánchez, actual presidente y candidato a
reelegir por el PSOE; Pablo Casado del Partido Popular PP; Albert Rivera de
Ciudadanos y, Pablo Iglesias de Podemos. Trataron – como era promocionado y
esperado – de seducir a un 40% de indecisos para sumarlos a su parroquia. Un
gran circo montado en el que sabemos, hay demasiadas fintas, ataques y defensas
que, lejos de aclarar, suele más oscurecer el panorama si el espectador no está
prevenido. Sin embargo, el pan se quema en la puerta del horno y, muchas veces,
una frase feliz o una mala defensa, arriman votos no esperados o terminan
sepultando al protagonista, como ha sucedido.
Vale recordar el último
debate en Argentina entre los candidatos Daniel Scioli y Mauricio Macri, el
actual pres-cindente, quien dijo todas las cosas que iba no hacer e inmediatamente
las hizo. Es más, le reclamaba a su opositor en qué se había convertido
intentándolo hacer blanco de sus falsas promesas. Pero bueno, corrió tanta agua
bajo las acequias como daño le ocasionó al pueblo en su conjunto y a cada uno
de los habitantes, conscientes o no, que lo apoyaron o no. Cuestión que a esta
altura de los acontecimientos el mundo entero sabe cómo descendió el país en
todos los guarismos medibles y cuánto ha crecido el endeudamiento externo y la
dependencia del FMI, como hemos venido denunciando semana a semana. El caso es
que descreo – salvo que de nuevo vuelva al ruedo pretendiendo torear un toro de
papel o, como el Quijote pretender emprenderla contra un molino – este
mentiroso señor quiera debatir con quien se le enfrente.
En torno a lo que en
este debate ocurrió, las derechas, tanto el PP como Ciudadanos, eludieron
enunciar las propuestas de gobierno previstas y aprovecharon el espacio que les
correspondía para atacar a Pedro Sánchez y su gestión, la que no ha cumplido un
año todavía. Los argumentos utilizados eran insustanciales, sumamente evidentes
a los espectadores. Hecho de destacar el caso de Albert Rivera de Ciudadanos,
quien remedaba a un vendedor callejero o a esos pastores de iglesias que han
ido sumándose a la política en América Latina. Mostraba fotos del presidente
Sánchez intentando complicarlo con los independientistas catalanes; insistía al
punto de depositarlas en su atril. Cosa repudiable por la falta de respeto,
dado los millones de ciudadanos interesados en el futuro político del país.
Pablo Iglesias con
insistencia, se limitó a recordar el texto de la Carta Magna, a los artículos
que hacían mención a los derechos allí establecidos. Derechos, claro está, que
tienen vigencia permanente y fueron previstos, sabiamente, por los
constituyentes. Esos postulados fundamentales que, en todas las Constituciones,
dicen qué y quienes somos como Estado soberano y cómo nos organizamos y
ejercemos con la mayor justicia y equidad la letra escrita de ese texto
fundamental. Verdad de Perogrullo que con el tiempo se olvida y trasgrede
permanentemente, sobre todo por los poderosos. De allí la obsesiva defensa del
líder de Podemos.
Sin embargo, la
discusión de fondo es la de siempre y, como siempre, se elude groseramente: la
redistribución de la riqueza. Cuánto para el trabajo y cuánto para el capital,
sabiamente advertida por Carlos Marx.
El nivel de salarios y
la base del mínimo, son presupuestos de los haberes de los jubilados que
previamente aportaron para ello durante su vida activa. Como desde luego su
contrapartida en los recursos, los impuestos. Iglesias insistió en sacar el
impuesto al valor añadido a alimentos en población con dificultades. Cuestión
fundamental que la derecha olvida y siempre cubre con su andanadas de mentiras,
dado que su interés por el dinero es mayúsculo y esencial para su desarrollo.
Ese es el punto central
en que se juntan los caminos de los poderosos. Por eso se defienden con uñas y
dientes y comparten alianzas oscuras, tanto internas como externas. Todos
participan de ese desprecio por las mayorías y pactan entre ellos de manera
aviesa, unas veces a puertas cerradas, otras abiertas. En eso no se cuidan
durante los debates. Los partidos políticos de los ricos simulan adherir a los
procedimientos democráticos, aunque realmente detestan la igualdad. Les viene
desde el fondo de la historia. Por eso disfrutan de la torpeza de la izquierda
que se divide constantemente y pierde fuerza y efectividad. Debe haber un
peligro demasiado evidente y fatal para que los dirigentes converjan en un
frente común.
Algo de eso viene
ocurriendo en Argentina en donde todos los matices ideológicos opuestos al
neoliberalismo aberrante de Macri van desembocando en un cauce común opositor.
La realidad es tan
cruda que no ofrece posibilidad de debates como en España, donde hay pisos de
gobernabilidad que no están en discusión.
El verdadero debate se
ha desarrollado en las calles de cada una de las ciudades del país infinidad de
días. Miles de personas salieron a repudiar medidas, a decir No a un gobierno
aberrante como todo lo que expone el neoliberalismo. Inunda de mentiras,
aporrea las mentes de la gente al grado de atontarlas en masa. Si queda algo de
humanidad se enciende la llama y vuelve a luchar contra la esclavitud. Pero
hemos visto que no es así.
El pueblo salva al
pueblo siempre ha sido la consigna aunque los tiempos cambien.
Cuando la situación es
de tierra arrasada, cuando el tsunami no dejó nada en pie, la cosa es
diferente. Hay que barajar y dar de nuevo. Sobreponernos al mal trago y poner
manos a la obra.
Bueno… en ese punto
estamos. Intentando prepararnos para volver a ser el país que hasta hace unos
años fuimos. Ese país que se enorgullece de sus científicos y profesionales, de
sus maestros, de sus médicos, de su movimiento obrero organizado, de su escuela
y salud públicas, de su cultura que ha recorrido todos los rincones. Pero sobre
todo, de ser tierra de esperanza y promisión, abierta a todos los hombres del
mundo que la quieran habitar, de generosa solidaridad, de paz, pan y trabajo.
En eso estamos, superando cualquier debate engañoso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario