Cuando el
control social que ejercen los estados y las empresas se convierte en una malla
tan fina que atrapa y sujeta todas las manifestaciones de la vida cotidiana,
¿es importante quién gobierna? El concepto de gobierno (instituciones
estatales, nacionales, federales o municipales) es absolutamente insuficiente
para comprender lo que está sucediendo en el día a día de nuestras sociedades.
Raúl Zibechi / LA
JORNADA
La semana
pasada en Bogotá, escuché asombrado los relatos sobre los niveles a los que
está llegando la aplicación del Código de Policía. Un joven de 22 años,
trabajador y estudiante universitario, fue castigado con una multa de 280
dólares (más de cinco mil pesos mexicanos) por comprar una empanada en la
calle. La vendedora también fue multada.
En apenas
dos años de vigencia del código se impusieron 400 mil multas, por situaciones
cotidianas como correr en una estación de autobuses, comprar a vendedores
ambulantes o defender a quien sufre multa policial, por
obstrucciónde la labor de los uniformados.
El Código
de Policía fue aprobado en 2017, mientras se negociaba la paz con las FARC. El
objetivo es evidente: taponar los poros por donde respira la cultura popular y
juvenil, ya que se castigan hábitos como beber en las plazas, hacer
malabarismo, actitudes circenses hacia la policía, entre muchas otras. Para los
de abajo, el nuevo código implementa el
estado de excepción permanentedel que nos hablaba Walter Benjamin, que forma parte de la vida cotidiana de las personas oprimidas.
En China
el control de la sociedad por el Estado es mucho más estricto aún. El sistema
de
crédito socialotorga o quita puntos a las personas que, por ejemplo, fumen en lugares prohibidos, y se los sube a los que tienen actitudes condescendientes. En el puntaje entran todos los comportamientos de las personas, incluso algunos íntimos, como el consumo de películas o libros
eróticos, o hablar en forma grosera con alguien.
Los modos
de control combinan las cámaras de videovigilancia (China tiene casi la mitad
de las existentes en el mundo), con la inteligencia artificial y el
reconocimiento facial. De ese modo, el Estado puede saber cuántos viajes has
hecho en taxi y a dónde, qué compras, tus facturas médicas y hasta tus
generosidadescon los demás, como destaca el informe de Le Monde Diplomatique titulado
Chinos buenos y chinos malos(edición de enero).
Como
ejemplo de las puntuaciones que se imponen a los ciudadanos, el mensuario
destaca: un punto por ayudar a un anciano a acudir a un hospital; cinco puntos
menos y una multa por arrojar la basura al río. Pero por colocar un adhesivo
contra el gobierno, te quitan 50 puntos y mil yuanes de multa. Como en los
buenos regímenes autoritarios, todo viene mezclado: el castigo a los disidentes
con la ayuda al prójimo y los malos hábitos.
Pero ahí
comienzan los verdaderos problemas. Los que se portan bien, reciben regalos el
día del Año Nuevo chino o tienen facilidades para obtener créditos para viajes
o estudios. Los que tienen pocos puntos no pueden postularse a ciertos empleos,
tomar vacaciones, subirse a trenes rápidos durante un año, reservar una
habitación en un hotel o inscribir a su hijo en una buena escuela.
Las
listas negras van de la mano de humillaciones públicas, ya que los datos se
ventilan en páginas web, pero en algunos pueblos
los malos puntajes y el nombre de sus titulares son repetidos por altoparlante el viernes por la noche, de modo que el sistema convierte a tus vecinos en centinelas, según Le Monde Diplomatique.
El
investigador de Amnistía Internacional para China, Patrick Poon, considera que
el sistema de otorgar recompensas y castigos es una
práctica de control social a gran escala que legitima la clasificación jerárquica de los ciudadanos(https://bit.ly/2G1diaz).
Cuando se
producen hechos políticos importantes, como la Asamblea Nacional Popular, el
régimen impone
vacaciones forzadasa los disidentes obligándolos a salir de la ciudad, acompañados por agentes policiales para ser alojados en hoteles y complejos turísticos alejados con todos los gastos pagados (https://bit.ly/2Z3cRp4).
Hay
muchos más ejemplos sobre el control social. La realidad se acerca cada vez más
al concepto de
democracia totalitaria, del portugués João Bernardo. En su libro de próxima aparición en castellano, registra la estrecha relación entre el autoritarismo empresarial y el gubernamental, ya que los trabajadores pasan buena parte de su vida sometidos a la estricta disciplina imperante en el horario laboral.
Se
pregunta qué quiere decir democracia, en nuestras sociedades donde reina el
poder omnímodo de las empresas.
La sociedad neoliberal llegó a un punto en que es muy difícil aplicarle las antiguas definiciones del estado de derecho que hasta hace poco distinguían las democracias de los regímenes donde impera la arbitrariedad política, sigue Bernardo. Nos queda la tarea de trazar los caminos para cambiar el mundo ante estas mutaciones sistémicas.
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