Deseamos narrar un día común y corriente en
la vida de una familia venezolana, como un ejercicio pedagógico y real, para
mostrar que la mal llamada crisis en Venezuela, no solo es política, económica,
y social, también es existencial, pues afecta la supuesta normalidad que vive
la gente en mí país, con abundantes riquezas en este caso.
José A. Amesty R. /
Especial para Con Nuestra América
Desde
Caracas, Venezuela
Antes
de continuar con la narración, deseamos precisar un elemento que quedó
pendiente del relato anterior. Ante la pregunta, porque el salario mínimo es
tan bajo? Informamos que si tomamos en cuenta el salario mínimo, más el bono de
alimentación, más la caja CLAP mensual, más los bonos (regulares y temáticos)
mensuales, más la pensión mensual, por supuesto, aumenta lo que recibe
mensualmente cada venezolano, además que en cada familia estos beneficios son
entregados a más de un integrante de la familia.
Por
otro lado, el gobierno bolivariano subvenciona
los gastos de educación, salud, vivienda, enseres domésticos,
otros.
Las
personas que laboramos, luego de desayunar algo, o preparar algo para llevar
(almuerzo básicamente), nos dirigimos a tomar el transporte público, tenemos
dos opciones, caminar un largo trecho, para tomar el metro o tomar un carro por
puesto o bus. Debido a la guerra económica, el transporte público es
deficitario, ya que no hay muchas unidades en buen estado, debido a los altos
costos de los repuestos de los automóviles y autobuses. Si se toma algún
transporte rápido, ya es buena suerte.
Cuando
estas apiñado en algún camión, camioneta o cualquier tipo de automotor, no
dejas de notar en las caras y cuerpos de
los usuarios, las señas de una mala noche, ya comentada, si logró bañarse, y si
pudo colocarse algún tipo de desodorante.
Al
llegar a nuestros sitios de trabajo, inmediatamente los que traen algo para
comer desayunan, otros no comen nada y esperan el almuerzo, otros salen a los
alrededores a comer algo, si tiene dinero, los que no tienen, comen alguna
fruta, usualmente bananos.
La
guerra económica, por supuesto, también afecta la vida institucional, más si
son instituciones públicas, hay escasez de material para trabajar: papel, tinta
o tóner para las fotocopiadoras y otros. Esto trae consigo un mal servicio a
los usuarios. Las personas tienen que traer papel o algún otro bien, para
poderse servir de alguna gestión. En algunos casos, cambiamos la aceleración de
un trámite, por la colaboración con algún material que se necesite.
Deseamos
mencionar, un hecho curioso en nuestro duro trajinar, la guerra económica,
también afecta la circulación normal del papel moneda, más aun, cuando en una
ciudad fronteriza como Maracaibo, hay el contrabando de los billetes hacia
Colombia. Hay una escasez de billetes de cualquier denominación, por lo que nos
vemos en la necesidad de cuidar mucho los que adquirimos. Normalmente, los
servidores públicos, necesitamos a diario dinero para pagar los pasajes del
transporte y para algunos gastos bajos.
Ante,
esta situación, normalmente nos dan permiso para salir del trabajo, en la
mañana, o por la tarde al finalizar la jornada, para ir al banco y retirar
dinero en efectivo, los que tienen en sus cuentas. En el banco, las colas filas
son interminables, son cansonas y estresantes. Algunas personas, casi a diario,
sufren desmayos ante tanta presión. Más aun, si en el banco no hay aire
acondicionado y la gente suda y sufre.
Cuando
logramos volver a la faena del trabajo, regresamos cansados y hambrientos. En
ocasiones algunos compañeros/as no pueden traer almuerzo, entones recurrimos a
la solidaridad y compartimos de lo que traemos y hacemos una mesa común para
todos y todas.
Al
final de la tarde, algunos van al banco a buscar efectivo, y otros vamos
nuevamente a pasar el suplicio de un transporte deficiente y escaso.
Muchas
veces llegamos a nuestras casas, con hambre, y cansados, para enfrentarnos
nuevamente a la tarea diaria de tratar de sobrevivir con los problemas, de la
mañana, cuando nos levantamos y tratar de elegir qué comemos de la caja CLAP.
Antes
de disponernos a dormir, si no hay luz eléctrica, nos sentamos frente a
nuestras casas a conversar, a hacer planes para el próximo día, o simplemente a
esperar que retorne la energía eléctrica o a que nos de sueño, para dormir.
Nunca
en esos momentos de relax, hay reproche o buscar culpables, porque ya sabemos
quiénes son los culpables de la situación, si señalamos algunos errores del
gobierno, pero nunca culpables. Nunca nos desesperamos, como los que no tienen
esperanza.
Esta
narración, no es para ser dignos de lástima, no es para querer ser héroes, es
para mostrar que la cuando se lucha por
la verdad y contra la mentira, nos asiste una fuerza patria, que nos impulsa a
seguir adelante y triunfar. ¡VENCEREMOS!
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