Durante los años 1950 a 1959, Puerto Rico experimentaba las tasas de crecimiento económico más elevadas de Latinoamérica. Su acelerado progreso se asociaba a un programa de industrialización dirigido a transformar una economía colonial de plantación (monoproducción agraria) en una economía dinamizada por la diversidad manufacturera, aprovechando la emergente hegemonía industrial mundial estadunidense de la posguerra y su necesidad de exportación de capitales. Este programa de industrialización se asociaba en Puerto Rico, a su vez, a un movimiento político populista de corte reformista liderado por sectores medios profesionales, que presentaba al latifundio agrario (que en el Caribe era, además, en proporción considerable, de dominio ausentista) como el epítome del atraso y el gran enemigo del “pueblo” y sus aspiraciones de justicia social; con paralelos evidentes, en muchos sentidos, con otros populismos latinoamericanos de la época. Leer más...
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