Los medios de comunicación alternativos como Telesur, que no habían existido nunca en América Latina; o las radios comunitarias, son expresión de los nuevos tiempos que están soplando en nuestro continente y, por eso, quienes quieren quedarse anclados en el pasado se ensañan con ellos. No los dejarán en paz, pero nosotros vamos a defenderlos.
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(Fotografía: soldados hondureños agreden al equipo periodístico de Telesur)
Toda América Latina se ha transformado en un gigantesco campo de batalla en el que los acontecimientos se suceden con gran celeridad. No hace más de un mes que se perpetró el golpe de estado en Honduras, y ya aparece una nueva maniobra para tratar de desprestigiar al presidente ecuatoriano, Rafael Correa, desde Colombia. No hay tregua ni la habrá. Es en este continente en donde se han gestado las más importantes y radicales repuestas al modelo neoliberal en el mundo, en donde se están presentando las búsquedas más profundas por encontrar vías propias de desarrollo que tomen en cuenta a los secularmente postergados.
Esta batalla se da en un contexto en el que los medios de comunicación de masas poseen un enorme poder de convocatoria y de perfilamiento de la opinión pública. No se trata solamente, sin embargo, de esta capacidad de modelamiento de las conciencias, sino de la posesión monopólica que sobre ellos tienen grandes capitales nacionales y transnacionales. Televisa, en México; O Globo, en Brasil; CNN, desde los Estados Unidos; el grupo PRISA, en España. Son conglomerados que poseen la más avanzada tecnología, la mayor cobertura, los profesionales más capaces, que tiene la posibilidad de estar en sintonía con el espectador durante las 24 horas del día. En muchas oportunidades, son los únicos que tienen los recursos para llegar al teatro de los acontecimientos, y su visión es la que las pequeñas televisoras y diarios de la mayoría de los países del mundo reproducen. Se trata de la construcción del sentido común del pensamiento único, que hace que todo lo que se piense fuera de él suene a disparate.
Por eso, no es casualidad que en Honduras detuvieran y corrieran a los periodistas de Telesur, que se ha transformado, prácticamente, en el espacio alternativo continental. Sin Telesur, poco o nada sabríamos de lo que está pasando al interior de Honduras y, a no dudarlo, las grandes transnacionales de la noticia no tendrían ni siquiera que tratar de guardar las apariencias como han tenido que hacerlo ahora.
Telesur nace de la experiencia venezolana, que tuvo que padecer en carne propia, de manera dramática, la manipulación mediática. El caso paradigmático sucedió en el golpe de estado del 2002. Existe un documental al respecto que recomendamos que vean nuestros lectores, La revolución no será trasmitida, que descubre de forma diáfana esta situación. De ahí en adelante, la Revolución Bolivariana adquirió plena conciencia que la de los medios de comunicación era una batalla fundamental que había que dar y ganar. Y en esas están.
En donde se están desarrollando procesos que toman en cuenta a las grandes mayorías, surgen como hongos los proyectos de comunicación alternativos: las radios y las televisoras comunitarias, los periódicos barriales. Muchos de ellos no cubren más que unas cuadras, unas cuantas manzanas, algunas calles, una pequeña comunidad, un pueblo. Hace unos años, fui entrevistado por una de estas radios comunitarias en la isla de Margarita, Estado de Nueva Esparza, en Venezuela. Los amigos de esta radio de cuyo nombre no guardo memoria me preguntaron sobre Centroamérica y lo que aquí pasaba. Conversamos cerca de una hora, tomamos café, gozamos de la conversación. Al día siguiente, al salir a la calle, la gente me saludaba, me preguntaba cosas, quería seguir la charla que se había iniciado la tarde anterior en la radio. Nunca nada que dije tuvo tanto eco.
Es parte de la democracia participativa. Es la voz de los que nunca han sido escuchados, el pueblo en toda su abigarrada multiplicidad, los jóvenes, las mujeres, los niños y los ancianos, los trabajadores, las amas de casa, los artistas y los artesanos.
En esa oportunidad que estuve en Margarita, la persona que me entrevistó me contaba de cómo, al principio, miraba con escepticismo la experiencia: “¿una radio que solo la oyen los vecinos?, ¿para qué?”, y de cómo, casi por casualidad, empezó a colaborar. Ahora, espera con ansias las seis de la tarde, hora en la que transmite su programa. Se prepara, estudia, se informa. Cada vez se exige más porque la gente lo apremia con sus preguntas y sus comentarios. Pronto enlazarían con otras radios de comunidades aledañas. Se había transformado en una celebridad.
Los medios de comunicación alternativos como Telesur, que no habían existido nunca en América Latina; esas radios comunitarias como la de la isla Margarita, son expresión de los nuevos tiempos que están soplando en nuestro continente y, por eso, quienes quieren quedarse anclados en el pasado se ensañan con ellos. No los dejarán en paz, pero nosotros vamos a defenderlos.
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