La posibilidad de que en el futuro más o menos próximo la administración de Barack Obama logre o no el cumplimiento de sus principales objetivos hemisféricos, y en primer lugar la pretendida “renovación” del “liderazgo estadounidense”, será directamente proporcional a los avances o retrocesos de las multiformes resistencias estatales y no estatales al sistema de dominación hemisférico que se están desplegando en América Latina y el Caribe.
Las páginas que siguen van dirigidas a realizar una primera evaluación de los objetivos y contenidos de la “nueva alianza para las Américas” que, desde su campaña electoral hasta la actualidad, ha venido propugnando el gobierno temporal del demócrata-liberal estadounidense Barack Obama.
Para cumplir ese propósito se han tomado como referencias el discurso que –sintomáticamente— pronunció en Miami el 23 de mayo del 2008 ante la Fundación Nacional Cubano-americana (Obama, 2008), el poco divulgado documento sobre su política hacia América Latina y el Caribe que distribuyó el equipo de su campaña electoral unas semanas después de la alocución antes mencionada (Obama, 2008a), la proclama que ya estando en la presidencia difundió en los días previos a la celebración de la 5ta. Cumbre de las Américas realizada en Trinidad y Tobago a mediados de abril del presente año (Obama, 2009) y el edulcorado discurso que pronunció el 17 de abril del 2009 ante ese conclave hemisférico (Obama, 2009a).
También se han tomado en consideración las principales acciones hacia América Latina y el Caribe emprendidas por esa administración desde el 20 de enero del 2009, hasta los primeros momentos del golpe de Estado que, a partir del 28 de junio de ese año, comenzó a desarrollarse en Honduras; pasando por la actitud asumida por la Secretaria de Estado, Hilary Clinton, en las discusiones de la resolución de la XXXIX Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), realizada a comienzos de junio del 2009 en San Pedro de Sula, Honduras, que derogó la ilegal resolución de esa organización que, en enero de 1962, había proclamado “la incompatibilidad” del Gobierno Revolucionario cubano con la mayor parte de los órganos del Sistema Interamericano (Lechuga, 1991).
En razón del relativamente inmutable carácter socio-clasista y de la manera “bipartidista” en que históricamente se han elaborado las políticas internas y externas de Estados Unidos (Castro y otros, 2003; Sánchez Parodi, 2008; Gandáseguí, 2009), esta valoración sintetizará mis apreciaciones acerca de las continuidades y los cambios de esas estrategias respecto a otras administraciones estadounidenses y, en particular, respecto a las estrategias impulsadas por George H. Bush (1989-1993), William Clinton (1993-2001) y George W. Bush (2001-2009) con vistas a institucionalizar lo que reiteradamente he denominado “un nuevo orden panamericano” (Suárez, 1995, 1995a, 2003, 2006 y 2007; Suárez y García Lorenzo, 2008). Leer más...
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