En América Latina, los empresarios y la gente linda no solo están cabreados sino que están desesperados; se sienten, además, acorralados, y toda fiera acorralada es peligrosa: lanza zarpazos y mandobles a diestra y siniestra, causa estragos, hiere y mata. Desesperados estaban los venezolanos del 2002; los bolivianos del 2008; los guatemaltecos del 2009 y los hondureños de ahora.
En América Latina, los empresarios y la gente linda están cabreados porque las turbas malolientes y sin modales les han perdido el respeto. ¿Dónde se ha visto tamaña malacrianza, justo ahora que se cayó el Muro de Berlín y cuando parecía que la historia se había terminado para siempre? ¡Hasta los indios se creen con derecho a levantar la voz, a ver directo a los ojos, a acceder a las mismas cosas y lugares que la gente decente!
Ahora resulta que todos estos mugrosos, que deberían estar lavando parabrisas en las esquinas de las ciudades, se ponen respondones y exigen que lo que dicen tenga el mismo peso, y sea igualmente tomado en cuenta, que lo que dice la gente estudiada y con experiencia de gobierno. Democracia participativa le llaman a esa patraña populista que se inventó el odioso de Chávez.
¿A dónde vamos a parar, dice todo el mundo en los clubes más high, en los restaurantes más in, en los vernissage más sofis, si no hay nadie que los pare y los ponga en su lugar? Alguien tiene que tomar cartas en el asunto y poner las cosas en orden porque si no, quién sabe a dónde va a llegar esto.
Los empresarios y la gente linda se han dado cuenta que hay que tomar medidas drásticas porque ya no se puede con tanto bochinche. Basta ya de tanta alcahuetería con todos estos que se tomaron en serio el asunto de la democracia. ¡Qué bien lo de Honduras! Al fin alguien se amarró los pantalones y le puso un hasta aquí a tanto circo. ¡Para que aprendan! Para que vean lo que les puede pasar si siguen por ese camino.
En América Latina, los empresarios y la gente linda no solo están cabreados sino que están desesperados; se sienten, además, acorralados, y toda fiera acorralada es peligrosa: lanza zarpazos y mandobles a diestra y siniestra, causa estragos, hiere y mata. Desesperados estaban los venezolanos del 2002; los bolivianos del 2008; los guatemaltecos del 2009 y los hondureños de ahora.
Los empresarios y la gente linda de América Latina están cabreados y desesperados pero no están, ni lejanamente, derrotados. Tienen sus recursos. Tienen, en primer lugar, a sus amigos, que pueden estar momentáneamente maniatados, coyunturalmente menguados, pero que nunca van a dejar de encontrar vías y subterfugios para echarles una manita. Tienen, además (y esto es muy importante), el control de las televisoras, de los grandes diarios con mucha experiencia en el arte de decir y callar. Y tienen armado un tinglado que llevan siglos construyendo en el que todo engarza de tal forma que parece un pecado mortal cuestionarlo o intentar cambiarlo.
Los empresarios y la gente linda de América Latina están, también, desconcertados. Se contradicen entre ellos, se achacan malos pasos, no concuerdan al valorar lo que hacen. El otro día, por ejemplo, en medio de sonrisitas amistosas, lisonjas y guiñaditas de ojo, Alberto Padilla de CNN entrevistó, vía teleconferencia, a Álvaro Vargas Llosa. Alvarito dijo comprender las razones que llevaron al empresariado y al ejército a dar su golpe de estado en Honduras; discrepó, sin embargo, en el hecho de haberlo consumado porque, según dijo, eso solo llevaba agua al molino de las hordas chavistas en el continente. En otras palabras, le dijo torpe a Micheletti y compañía.
Micheletti y sus amigos, como muchos otros empresarios y gente linda de América Latina, están cada vez más desatinados. Enrique Ortez Colindres, flamante canciller de los superhéroes hondureños, dijo en un popular programa periodístico de la televisión hondureña, al ser interpelado por las reacciones internacionales frente al golpe de estado, que no le atribuía importancia a lo que decía la OEA y “a los otros grupitos que andan por ahí”; le sugirió al presidente del estado español, José Luis Rodríguez Zapatero “que vuelva a sus zapatos”, y dijo que no iba a hablar de El Salvador porque “no vale la pena hablar de un país tan chiquito en el que no se puede jugar al fútbol porque la pelota se cae en otro país”. Definió al presidente de los Estados Unidos como “ese negrito que no sabe nada de nada”.
Evidentemente, los empresarios y la gente linda de Honduras y América Latina están perdiendo los papeles. También parecen estar en tránsito de perder más cosas.
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