José Francisco Morazán Quezada, “nuestro altivo héroe”, en la actual coyuntura hondureña resulta imprescindible. Alerta sobre “lo poco que debe confiarse en los que defienden una mala causa”. Y proporcionan la única posición que es posible asumir: “Deseo –afirma en su Testamento- que imiten mi ejemplo de morir con firmeza, antes que dejarlo (el país) abandonado al desorden en que desgraciadamente hoy se encuentra".
El nombre de José Francisco Morazán Quezada ha vuelto a ocupar espacios en esta hora de solidaridad y lucha con la hermana nación hondureña. Y no es casual que en la actual convocatoria de resistencia frente al golpe fascista organizado por la oligarquía de ese país centroamericano, se invoque con Morazán, la experiencia y la enseñanza de la historia.
Nació Morazán el 3 de octubre de 1792, en una céntrica casa de la Villa de San Miguel de Tegucigalpa, Honduras, y fue bautizado en la iglesia parroquial de Nuestra Señora San Miguel, el 16 de octubre del mismo año. Sus padres fueron Eusebio Morazán y Alemán, criollo antillano, descendiente de emigrantes corsos, y la centroamericana Guadalupe Quezada y Borjas.
Aunque era hijo de una familia que disponía de recursos económicos, Morazán no pudo realizar estudios de manera sistemática. Solo existía en la pobre villa de Tegucigalpa, una clase de Religión, Ciencia, Moral y Gramática Latina en el Convento de San Francisco dictada por el fraile José Antonio Murga. A esta aula asistió el joven infante Francisco Morazán pero a menos de un año de establecida fue cerrada. Las protestas y gestiones de los pobladores quedaron, como tantas otras demandas no atendidas por el poder colonial.
Sobresalió Morazán por poseer una clara inteligencia y cerrada la oportunidad de estudiar con el padre Murga, toda su educación posterior fue obtenida por propio esfuerzo. El joven José Francisco se convirtió en un incansable autodidacta que logró superar las barreras que para el acceso a la modernidad, educación y ciencia, imponía el Estado colonialista. Así estudió Matemáticas y Dibujo, Historia, y principalmente Derecho. Aprendió el idioma francés, lo que le permitió tener un amplio conocimiento de la Revolución Francesa. Sus lecturas sobre la historia antigua y la que le era contemporánea, la atención a las obras de los enciclopedistas, su apasionamiento con el genio de Montesquieu, con el contrato social de Jean-Jacques Rousseau, le dotó de una sólida cultura política. Leer más...
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