Gustavo Petro es el senador más amenazado de Colombia y ahora quiere ser presidente de la república. Un acuerdo democrático es la alternativa que propone para, según dice en voz alta, quitarles el poder a las mafias del narcotráfico y la clase terrateniente.
Sin el abrigo antibalas que usa en Bogotá, el senador Gustavo Petro estuvo de recorrida en Medellín. Es el congresista más amenazado de Colombia y ahora quiere ser presidente de la república. Un acuerdo democrático es la alternativa que propone para, según dice en voz alta, quitarles el poder a las mafias. Su pequeño rostro bien rasurado y de ojos grandes es una de las imágenes que más representa la oposición colombiana. Al presidente Alvaro Uribe lo señaló, con pruebas y desde el Senado, de impulsar el proyecto paramilitar desde que fue gobernador de Antioquia y alcalde de Medellín, a la que vino para presentar la propuesta de gobierno con la que aspira a ser candidato presidencial por el Polo Democrático Alternativo (PDA).
Muchos de los escándalos que enredan al gobierno colombiano de los últimos meses, como las escuchas telefónicas ilegales a líderes de la oposición, magistrados y periodistas, fueron iniciados por una denuncia pública del senador Petro. Por eso, cuando camina por las calles de la ciudad repartiendo su propaganda, la gente le pregunta cuál será la próxima “olla podrida” que va a destapar. El vendedor de helados, el lustrador de zapatos, las cocineras de la feria, militantes, camarógrafos, periodistas y decenas de curiosos lo siguen hasta el café donde atiende esta entrevista con Página/12, mientras mordisquea una morcilla. Otros tantos abandonan el local comercial apenas ven entrar al ex guerrillero del desmovilizado Movimiento 19 de Abril (M-19).
–¿Por qué cree que Colombia necesita un candidato de izquierda?
–Yo, la verdad, no creo mucho en la opción de un gobierno de izquierda propiamente dicho en Colombia. Pienso más en un gobierno de transición, porque para poder ganar electoralmente hoy en Colombia, dada la “derechización” que la misma sociedad colombiana ha experimentado, hay que construir un bloque de fuerzas sociales y políticas. Y en esa táctica está mi gran discusión con el otro candidato del Polo a la presidencia, Carlos Gaviria. Vamos casi camino a una dictadura a partir de las reelecciones y de un crecimiento popular de visiones autoritarias cuasi fascistas. En ese escenario se impone la necesidad de la unidad del campo democrático de fuerzas que, sin ser únicamente de izquierdas, puedan construir la posibilidad de una nueva mayoría. Sería un gobierno de transición necesario para que la guerrilla de las FARC abandone definitivamente la guerra –sin lo cual un gobierno de izquierda no podrá jamás llegar al poder en Colombia– y para desmontar todas las medidas integrales que la extrema derecha mafiosa colombiana ha implementado.
–¿Cómo ve el intento reeleccionista de Uribe?
–Uribe se ha lanzado a una estrategia riesgosa para él, que es el referendo. No tanto porque no pueda sacarlo, sino porque al final se define en las urnas con un umbral de siete millones cuatrocientos mil votos que hoy son difíciles de conseguir para el uribismo. Si Uribe pierde el referendo, será lo que él denomina la hecatombe, pero para él. El gobierno pasaría al bloque democrático, si lo logramos conformar.
–En un país cuyo poder político está, como usted afirma, en manos de las mafias, ¿cuál es el papel de la oposición?
–Es una oposición que ha resistido y ha logrado triunfos. Hemos desatado debates neurálgicos que en cualquier otro país hubieran suscitado la caída de un gobierno y que tienen un efecto pequeño pero paulatino de deterioro de la mayoría uribista. De hecho, Uribe no pudo aprobar la convocatoria del referendo reeleccionista en el Senado sino con 56 votos, cuando él es propietario de 70 curules que lo apoyan. La debilidad del uribismo deriva de que decenas de sus parlamentarios están presos por vínculos con el narcotráfico y el paramilitarismo.
–¿Qué opina de la presencia militar de EE.UU. en Colombia y la región?
–Colombia decidió acordar con George W. Bush, prácticamente, una adhesión completa a su política internacional: guerra preventiva, guerra antiterrorista, guerra contra las drogas. Pero esta vez la diferencia está en el actual presidente. No vemos en la actitud de Barack Obama una claridad suficiente como para decirle a América latina que él no va a continuar las políticas de Bush y que por tanto ese acuerdo entre el Pentágono y el gobierno colombiano, que se hizo de manera clandestina incluso para el mismo Obama, no va. Aquí se impone un diálogo multilateral de América latina con Obama. Es indispensable un diálogo multilateral.
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