NOTAS RELACIONADAS:
"Un clásico de América para el mundo", de Roberto Fernández Retamar.
"Los niños de América en una sola familia", de Anette Jiménez Marata.
"La Edad de Oro: La imaginación como parte de la educación", Miguel Alvarado Arias.
Martha Ivis Sánchez Ortiz /LA JIRIBILLA
"Un clásico de América para el mundo", de Roberto Fernández Retamar.
"Los niños de América en una sola familia", de Anette Jiménez Marata.
"La Edad de Oro: La imaginación como parte de la educación", Miguel Alvarado Arias.
Martha Ivis Sánchez Ortiz /LA JIRIBILLA
Corría 1889 y una circular anunciaba la aparición de una peculiar revista destinada especialmente a los niños y jóvenes latinoamericanos. Poco tiempo después, en julio de ese mismo año aparece el primer número de La Edad de Oro, publicación mensual de 32 páginas que tenía como redactor exclusivo a José Martí, el Apóstol de la independencia cubana.
Aunque ya desde la circular anteriormente referida se esclarecían los principios ideoestéticos a partir de los cuales se erigía aquella idea: número de cuartillas, estructuración de las mismas, calidad de la tipografía e ilustración a utilizar, cuidado de las temáticas seleccionadas, etc.; es en la presentación de este primer número en que Martí descubre su obra y la esencia de la misma ante los ojos de sus expectantes receptores: “Para eso se publica La Edad de Oro: para que los niños americanos sepan cómo se vivía antes, y se vive hoy en América, y en las demás tierras; (…) Lo que queremos es que los niños sean felices, (…); y que si alguna vez nos encuentra un niño de América por el mundo nos apriete mucho la mano, como a un amigo viejo, y diga donde todo el mundo lo oiga: “¡Este hombre de La Edad de Oro fue mi amigo!”1. Luego de esta introducción, la revista, con sus cuatro entregas, deja de ser para los niños ―y para aquellos que ya no lo son― una simple recopilación de textos, y se convierte en un compañero cercano y fiel.
Más allá de su condición inicial de rotativo, La Edad de Oro ha trascendido y ha sido apreciada fundamentalmente como libro, “… en todo caso, como un libro con cuatro partes, como una pieza de cuatro movimientos, cada uno de los cuales reitera el tempo del anterior”2, al decir del poeta, crítico y ensayista Roberto Fernández Retamar. Así, podemos encontrar en cada uno de ellos artículos, cuentos ―en algunos casos adaptaciones realizadas por Martí a otros autores (“Meñique”, de Laboulaye y “Los dos ruiseñores", de Andersen) ―; poemas y la sección fija, “La última página”, que sirve como resumen de lo leído y anuncio de lo por venir.
Nada descuida Martí en La Edad de Oro y, sin duda, le da prevalencia al destinatario de la misma. Por esto, cada texto que escribe o adapta adquiere la voz del posible lector que habrá de recibirlo, a partir del empleo de un lenguaje esmerado pero transparente, bordado con hilos finos pero sin rebuscamiento de ningún tipo. De ahí que los cuentos y poemas estén dirigidos fundamentalmente a niños pequeños (“Nené traviesa”, “La muñeca negra”), mientras que los artículos tienen como receptor “ideal” a los adolescentes (“Las ruinas indias”, “La exposición de París”); pero, más allá de la sencillez de los relatos y el lenguaje, cada pieza puede llegar a trascender sin ningún esfuerzo las edades, para calar en la sensibilidad de cualquiera que se aproxime a ellas.
Las temáticas tratadas son diversas, aunque el tema latinoamericano adquiere particular relevancia, en tiempos en que el acercamiento al mismo era aún distante. “Tres héroes”, “El padre Las Casas”, por solo citar dos, transportan a niños y jóvenes hacia esa otra realidad que no deja de conmover y cautivar al descubrirla. La historia universal, la literatura, la música, también aparecen reflejados y vienen a complementar ese afán de conocimiento que pretende saciar el Apóstol. Todo esto se entreteje, además, con la exaltación de valores fundamentales para el crecimiento del ser humano: el respeto, el amor fraterno, el desinterés, etc., como instrumentos para convertirse en hombre de bien, que es, al fin y al cabo el gran propósito del autor de La Edad…
De la revista, solo vieron la luz cuatro números, y no fue hasta 1905 que apareció por primera vez en forma de libro. Desde esa fecha en adelante, muchas han sido las ediciones que de La Edad… han aparecido, varias generaciones han crecido bajo el amparo de aquellas historias y sus personajes. Y a pesar de eso, a sus 120 años de vida, aún quedan aristas inexploradas, puntos de vista novedosos que mueven la lectura hacia otros derroteros: el estudio de su influencia en la formación del Hombre Nuevo latinoamericano, el enfoque sociológico de la familia a partir del análisis de los personajes, la manera velada en que se pretende instruir a sus lectores, por solo citar algunos; pero su esencia pervive y hace de ella un texto indispensable para los infantes y entrañable para los adultos.
NOTAS
[1] José Martí: La Edad de Oro, Ed. Gente Nueva, La Habana, 1979 (Año Internacional del Niño).
[2] Roberto Fernández Retamar: “Introducción a La Edad de Oro”, Introducción a José Martí, Ed. Letras Cubanas, La Habana, 2006, p.363.
NOTAS
[1] José Martí: La Edad de Oro, Ed. Gente Nueva, La Habana, 1979 (Año Internacional del Niño).
[2] Roberto Fernández Retamar: “Introducción a La Edad de Oro”, Introducción a José Martí, Ed. Letras Cubanas, La Habana, 2006, p.363.
No hay comentarios:
Publicar un comentario