La ocupación militar de Colombia por parte de EEUU no augura buenas expectativas para la democracia en Panamá ni para la región latinoamericana.
Marco A. Gandásegui, hijo / http://marcoagandasegui.blogspot.com/
El giro reciente hacia la izquierda política en América latina sufrió su primer revés en Honduras con el golpe militar del 28 de junio. Existen pruebas suficientes para responsabilizar la política exterior de EEUU de este golpe contra la democracia. En la actualidad, EEUU intenta frenar el movimiento popular que surgió hace una década en Venezuela bajo el liderazgo democrático del presidente Hugo Chávez. Desde 1998, el movimiento democrático en la región ha crecido, conquistando espacios tanto en el continente suramericano como en Centro América y el Caribe.
Hace poco se informó que el Congreso de EEUU aprobó una partida de 2.2 mil millones de dólares para financiar las actividades desestabilizadoras de las cámaras de comercio, grupos de ONG y periodistas en cada uno de los países de la región latinoamericana. El objetivo principal es frenar el giro a la izquierda política de los gobiernos latinoamericanos. Sólo en Bolivia el presupuesto de EEUU ha destinado 110 millones de dólares para desestabilizar el gobierno de ese país.
EEUU no limita su política exterior a la “guerra ideológica”, también penetra las instituciones militares de la región. En Colombia ocupará un total de siete bases militares con tropas de combate en diferentes puntos geográficos de ese país. La agresividad bélica de EEUU ha despertado alarma entre los gobiernos latinoamericanos. Durante el fin de semana pasado, los presidentes de Sur América celebraron una cumbre y denunciaron la ocupación militar norteamericana de Colombia. El presidente de Brasil, Lula da Silva, a nombre de sus colegas, invitó al presidente de EEUU, Barack Obama, a reunirse urgentemente con sus contrapartes de la región.
En Panamá la izquierda política inició su campaña para inscribir el Partido Alternativa Popular (PAP) que presentaría a Juan Jované como candidato a la Presidencia de la República en 2014. Al mismo tiempo, FRENADESO – frente popular de izquierda - anunció que la próxima semana celebrará su Congreso nacional con el punto electoral sobre la agenda.
Según el PAP, “la falta de una alternativa de izquierda, en las elecciones de mayo de 2009, no le dio al pueblo opción electoral para dirigir correctamente su aspiración a cambios”. El gobierno oligárquico del presidente Martinelli, que asumió el poder el 1º de julio pasado, anuncia más conflictos sociales. A su vez, los conflictos internos del PRD, partido fundado por Omar Torrijos hace 30 años, se encuentra en una crisis interna cuyo desenlace es una incógnita.
El PAP adoptó como táctica la “combinación de la lucha social con la agitación política, única forma posible de producir cambios favorables al pueblo panameño". Según sus dirigentes, “los sectores populares están entendiendo poco a poco la necesidad de construir el partido político”. Desde la semana pasada el PAP comenzó a inscribir nuevos miembros a su agrupación. Según la ley electoral, un partido con aspiraciones a legalizarse en Panamá necesita más de 60 mil adherentes. Entre las consignas del partido en formación, se destaca la renacionalización de las empresas privatizadas, más trabajo decente y seguridad ciudadana.
El PAP se enfrenta a una oligarquía intolerante e intransigente. Nunca le ha temblado la mano para reprimir a los sectores populares organizados. Recientemente, asesinó a obreros de la construcción y reprimió a campesinos e indígenas que defienden sus tierras. Las luchas por la soberanía del siglo XX costaron miles de vidas sesgadas por la Policía (Guardia Nacional o Fuerzas de Defensa), apoyada por el Ejército de EEUU. La invasión militar de 1989 constituye un capítulo de esa historia criminal que deberá enfrentar cualquier alternativa de izquierda en Panamá.
La ocupación militar de Colombia por parte de EEUU no augura buenas expectativas para la democracia en Panamá ni para la región latinoamericana.
- Marco A. Gandásegui, hijo, es docente de la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) Justo Arosemena.
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