La Concertación debiera decir de frente que en Chile hay que iniciar un nuevo rumbo. Reconocer autocríticamente que desaprovecharon la oportunidad de cambiar el país. Y que ahora están dispuestos a movilizarse sin tregua, junto al pueblo, para tener una Constitución democrática.
Estoy dispuesto a votar por Frei en segunda vuelta porque es el mal menor y no por los argumentos que entregan sus comunicadores. Hay que hablar con la verdad para ser creíbles ante la ciudadanía.
No es cierto que la Concertación, su política económica y ministros de Hacienda hayan optado por regular los mercados, apartándose del neoliberalismo. Si así hubiese sido no tendríamos un tipo de cambio que está destruyendo a los exportadores. Tampoco existiría una tasa de interés para los pequeños empresarios que multiplica varias veces la que se aplica a los grandes, y los consumidores no sufrirían esa usura vergonzante del dinero plástico que imponen supermercados y retails.
Además, si los mercados estuviesen regulados no estaríamos exportando sólo recursos naturales. En suma, vivimos un modelo económico en que manda el gran capital, virtualmente sin regulaciones, en que además los trabajadores no tienen derecho a negociación colectiva. Es verdad que este modelo lo inventó la derecha, utilizando las armas de Pinochet, pero la Concertación hizo poco o nada para modificarlo. Tengo que decir con tristeza que entre la derecha y la Concertación no existen dos concepciones económicas distintas. Es una sola, la neoliberal, que hay que modificar.
Tiene razón el ex Presidente Frei que el candidato Piñera es el paradigma de esa relación perversa entre política y negocios. Pero es sólo su símbolo extremo, porque los gobiernos de la Concertación facilitaron el tránsito de sus ministros y superintendentes a los directorios de empresas privadas. Hay casos connotados, en las ISAPRES, AFP y banca. Al mismo tiempo, es innegable que destacadas figuras de la Concertación recorren los pasillos del sector público como lobistas para favorecer intereses privados. Y nada hizo la Concertación para poner freno a ese tránsito indecoroso.
Tampoco la Concertación puede cuestionar, sin autocrítica, el vergonzante monopolio de la derecha sobre los medios de comunicación cuando renunció a la diversidad informativa desde el mismo gobierno, con Correa y Tironi afirmando: “…que la mejor política sobre medios de comunicación es no hacer ninguna”. En efecto, durante los veinte años de gobierno se entregaron generosos recursos públicos para apoyar al duopolio escrito, y a radios y canales de televisión de los grupos económicos manejados por la derecha. Así, se quebraron deliberadamente todos los proyectos alternativos para desafiar el pensamiento único. A que viene entonces el llanto de hoy.
Y la defensa de la educación pública es poco creíble. Cuando los estudiantes secundarios clamaban por terminar con el lucro y existían todas las condiciones políticas para erradicarlo se decidió blindar a los colegios y universidades privadas, con una Ministra anclada en el fundamentalismo religioso. Existe entonces una manifiesta coincidencia entre los intereses económicos de la derecha con esa política a favor del negocio privado en la educación que no ha querido modificar la Concertación.
Se puede recorrer cada una de las políticas públicas de la Concertación y lamentablemente cuesta mucho encontrar una visión radicalmente contrapuesta a las que gustan a la derecha. Lo único que realmente marca cierta diferencia, y que ha sido valorado por la gente modesta, son las pensiones para los sectores de más bajos ingresos. Y ahí pare de contar.
No ha habido en Chile dos proyectos alternativos, como tratan de argumentar personeros de la Concertación. La felicidad de los grandes empresarios con el gobierno de Lagos y los premios que repetidamente han otorgado a los ministros de Hacienda son ejemplos manifiestos de ello. Se ha producido una gran confusión y el pueblo no alcanza a distinguir entre las posturas de derecha y las de la Concertación. Las diferencias se reducen más bien al desgaste de ésta, el cuestionamiento a los operadores, la reiteración de las mismas personas en distintos cargos y las pequeñas corruptelas. Por ello el pueblo la castigó en las urnas.
Pero, la derecha tampoco puede realizar cambios porque ella inventó el sistema que actualmente vivimos. En consecuencia, el pueblo tiene derecho a saber que la parafernalia derechista nada tiene que ver con reformas de verdad a la Constitución, a la política económica, a las discriminaciones en salud, educación y previsión. Esas transformaciones son contrarias a sus intereses y a los grupos económicos que representan. El cambio de la derecha apunta a mostrar un Ejecutivo con nuevas caras, pero ya se verá que son las mismas que aparecen en las páginas sociales de El Mercurio. Los pitucos de siempre, el mundo privado a la cabeza de los ministerios. Las caras burguesas de la cota 1000, los que dirigen las empresas, las universidades privadas y ahora los clubes de futbol.
Lo que no pudo hacer la Concertación por falta de voluntad y cobardía, menos lo podrá hacer la derecha pues están sus intereses en juego. Piñera desde el Gobierno se encargará entonces de profundizar el régimen de exclusión política, la concentración económica y las desigualdades que se encargaron de institucionalizar hace 35 años. La derecha además anuncia un peligro adicional: retomar con mayor vigor, y desde el gobierno, el conservadurismo decimonónico, comprometido con el Opus Dei y los Legionarios de Cristo.
La Concertación debiera decir de frente que en Chile hay que iniciar un nuevo rumbo. Reconocer autocríticamente que desaprovecharon la oportunidad de cambiar el país. Y que ahora están dispuestos a movilizarse sin tregua, junto al pueblo, para tener una Constitución democrática; que impulsarán una política económica que favorezca a todos y no sólo a los grandes empresarios; que apoyarán a los estudiantes para terminar con el lucro; que se jugarán por la negociación colectiva; que se jugarán por la protección del medio ambiente; y, que optarán por la diversificación de los medios de comunicación.
Si se habla con la verdad, si existe autocrítica y hay disposición a cambiar de rumbo estoy dispuesto a votar por Frei.
- Roberto Pizarro fue ministro de Frei y ha sido el jefe programático de la candidatura presidencial de Jorge Arrate.
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