"Ningún hombre, nacido rojo, negro o blanco, puede ser propiedad de su prójimo", había dicho Toussaint Louverture, héroe de la independencia haitiana. Todavía muchos se creen dueños de ese país. Al final, y tal como al principio: ¿Qué hacemos nosotros en Haití?
La pregunta me zumba los oídos desde que, a mediados del año pasado, me crucé con una patrulla militar paraguaya en Puerto Príncipe, capital de Haití. Eran cerca de 6 oficiales vestidos, armados y haciendo un recorrido en un vehículo de transporte militar, como nunca me tocó ver en nuestro propio país. Formaban parte de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH), un ejército multinacional compuesto por 9.080 uniformados, 487 funcionarios internacionales, 1.211 funcionarios haitianos y 207 voluntarios de la ONU, con un presupuesto de 611,75 millones de dólares anuales. Los países que conforman la MINUSTAH son de América Latina, como Brasil (quien lidera la Misión), Argentina, Uruguay, Chile, Paraguay y otros, los siempre presentes EEUU y países tan lejanos como Nepal, Sri Lanka y Jordania.
Según la sección MINUSTAH de la página web de las propias Naciones Unidas, ésta se constituye “habiendo determinado que la situación en Haití seguía constituyendo una amenaza a la paz y la seguridad en la región”[1]. Se trata del periodo de crisis política del 2004, cuando el Presidente electo, Jean Bertrand Aristide, “abandonó el país”[2] y las autoridades que se constituyeron autorizaron la entrada de las tropas para controlar la inestabilidad generada por diversas agrupaciones armadas.
¿Cómo funcionó dicha misión en estos 5 años? ¿Por qué Paraguay forma parte de la MINUSTAH, quiénes lo decidieron, quiénes evalúan sus acciones y cuántos saben efectivamente lo que allá está ocurriendo? ¿Qué sucedió en Haití para que deba ser “estabilizado”? ¿Es el país más pobre del hemisferio, históricamente víctima de múltiples formas de violencia extranjera, una “amenaza para la región”? ¿Qué piensan los haitianos de todo esto?
Este artículo no pretende responder esas preguntas, sino contribuir a generar éstas y otras interrogantes, aprovechando que, así como parece, el 2010 se constituirá en un año de grandes debates en Paraguay.
Este artículo no pretende responder esas preguntas, sino contribuir a generar éstas y otras interrogantes, aprovechando que, así como parece, el 2010 se constituirá en un año de grandes debates en Paraguay.
El presente haitiano
Haití es un país de cerca de 10 millones de habitantes, distribuidos en poco más de 27.000 km2 (cerca del 6% del territorio paraguayo). El 70% de la población haitiana es pobre y no tiene empleo, la mortalidad infantil es de 80 por cada mil nacidos, el analfabetismo en las zonas rurales supera el 70%, la estructura económica está destruida y el 60% del presupuesto proviene de la ayuda internacional y de las remesas de emigrantes que fueron a trabajar en otros países.
Estos números son constatados a simple vista en Haití. La pobreza y precariedad son tales, que no es común poseer luz eléctrica o agua corriente, por lo que todo el tiempo las calles están abarrotadas de personas, así como llama la atención que no circulan personas de elevada edad, pues la esperanza de vida gira en torno a los 50 años.
Estos números son constatados a simple vista en Haití. La pobreza y precariedad son tales, que no es común poseer luz eléctrica o agua corriente, por lo que todo el tiempo las calles están abarrotadas de personas, así como llama la atención que no circulan personas de elevada edad, pues la esperanza de vida gira en torno a los 50 años.
José Luis Rodríguez, brasileño y profesor de historia que trabaja en proyectos de cooperación en Haití, señala que dicho país vive al menos tres graves crisis estructurales: económica, ambiental y política. A pesar de ser un país con una mayoría de habitantes en el sector rural, ésta apenas posee tierras. Los incentivos o posibilidades de explotarlas con eficacia son escasos. Las políticas neoliberales de las últimas décadas han destruido la capacidad productiva nacional. Según el profesor, en 1970 Haití producía prácticamente el 90% de su demanda alimentaria y, actualmente, se importa cerca del 55% de todos los géneros alimentarios que se consumen. El ambiente está devastado por el uso intensivo de tecnologías nocivas, el consumo masivo de carbón y la deforestación que alcanzó el 97% del territorio. Y por último, la inestabilidad política, que no es algo reciente, y sobre la que ahondaremos más adelante.
Si bien un análisis simplista podría llevar a pensar que los aspectos estructurales explican la inestabilidad de Haití por sí solos, éstos nada tienen de “natural”, ni se explican solamente poniendo la mirada en los haitianos. Existe un proceso histórico, que tiene tanto de glorioso como de olvidado, y que amerita ser abordado de manera a evaluar mejor la política de “estabilización” que se quiere imponer desde afuera y por la fuerza, y de la que Paraguay forma parte. Leer más...
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