La “era
Kirchner” le ha devuelto dignidad y esperanza al país, ha marcado un rumbo y
con esta nacionalización lo profundiza. Es necesario acompañar a los argentinos
en esta ruta.
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa
Rica
rafaelcuevasmolina@hotmail.com
Portada del diario Tiempo Argentino, del pasado 17 de abril. |
El enojo
del gobierno español por la nacionalización de las acciones de Repsol en YPF es
inversamente proporcional a la satisfacción que sentimos por esta medida de
soberanía nacional tomada por la Argentina. Se afianza, así, la tendencia
latinoamericana de encontrar caminos propios, distintos de los que transitó en
las nefastas décadas de predominio
absoluto del neoliberalismo.
Inmerso en
la más brutal crisis económica de su historia, el pueblo español no para de
recibir de su gobierno noticias del destramamiento de su estado social. El
ajuste, llevado hasta sus últimas consecuencias, presagia implicaciones como
las que vivió Argentina a partir de diciembre del 2001 y que llevó, a la
postre, a un cambio de rumbo a partir de la llegada al poder de Néstor
Kirchner.
Como
sabemos, ese cambio de rumbo, que encuentra hoy en la nacionalización de YPF un
momento estelar, no es propio solamente de Argentina, y es visto con atención y
simpatía en la misma Europa.
El Che presente en el cierre de campaña de Mélenchon. |
En efecto,
si algo nos muestra la experiencia latinoamericana de los últimos diez años, es
que se puede vivir sin la tutela del Banco Mundial y el FMI, portavoces de los
más nefastos intereses de las corporaciones transnacionales y los sectores
hegemónicos de las grandes potencias. Aunque minoritarias aun, como en el caso
francés, las fuerzas sociales que ven en la experiencia latinoamericana una
alternativa se posicionan y afianzan en el panorama político. Por lo tanto, no
es extraño que Jean-Luc Melénchon, candidato francés a la presidencia, cerrara
su campaña electoral teniendo como telón de fondo la efigie del Che, el símbolo
antimperialista por excelencia de Nuestra América.
Como no
podía esperarse otra cosa, otra francesa, pero del extremo opuesto del espectro
político, la señora Chistine Lagarde, presidenta del FMI, censuró la
nacionalización emprendida por Argentina. Como bien apuntó el ministro de
economía argentino, Hernán Lorenzino, la señora no hace sino cumplir su papel
de “vigilar y castigar” que le fue asignado, papel que, sin embargo, cada vez
ejerce ella, y el organismo que preside, con mayores dificultades. El mundo ya no es lo que era hace 60 años;
hoy, la Unión Europea puede hacer
berrinche y poner restricciones a las importaciones argentinas, pero existen
contrapesos con los que este país puede contar para balancear esta actitud
hostil: está Brasil y China, por ejemplo, esta última con muchísimo mayor
dinamismo económico que la vieja Europa, con mucha mayor capacidad de inversión
y sedienta de los comodities que
produce América Latina.
Nadie, en
su sano juicio, puede pedirle al señor Mariano Rajoy, el conservador presidente
español, que impulse políticas distintas a las draconianas con las que está
acogotando a sus compatriotas. No porque no existan alternativas, sino porque
desde su ideología neofranquista lo que le toca hacer es proteger los intereses
de “los grandes de España”, es decir, hoy y aquí, de las grandes compañías
transnacionales, como es el caso de Repsol.
Lo que sí
se puede pedir es un poco más de lucidez a los españoles, que recién eligieron
de forma abrumadora a este señor, hace poco más de dos meses, como su
presidente.
Como bien
apunta el colectivo Economistas de Izquierda argentinos, una vez nacionalizada
YPF hay que estar vigilantes. En el pasado, el espacio de acción que sobre sus
acciones tuvieron las provincias, y la posesión de paquetes accionarios por
parte de empresarios, dieron pie a la corruptela y los negociados. Es decir, no
se trata solamente de nacionalizar, sino de saber administrar en favor de los
intereses de todos los argentinos.
Las
imágenes desoladoras del documental Memorias del saqueo (2004) de Fernando “Pino” Solanas, en las que se muestra a los
ahorrantes golpeando las puertas cerradas de los bancos que se han quedado con
sus ahorros; las de los jóvenes indignados que transformaron las calles de
Buenos Aires en un campo de batalla al grito de “que se vayan todos”; las de
las desmanteladas instalaciones de la YPF privatizada por Menem, han quedado
atrás. La “era Kirchner” le ha devuelto dignidad y esperanza al país, ha
marcado un rumbo y con esta nacionalización lo profundiza.
Es
necesario acompañar a los argentinos en esta ruta.
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