Quienes observen un mapa podrán constatar las nuevas posiciones
militares de Estados Unidos en Argentina y Chile han permitido establecer un
gigantesco triángulo con capacidad de controlar las rutas marítimas del sur del
Océano Atlántico, y la región sur del Océano Pacífico donde se encuentra
el estrecho de Magallanes, único paso
natural marítimo entre los dos océanos y por tanto entre los dos hemisferios
del planeta.
Sergio Rodríguez Gelfestein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
Quienes creen que la
obcecada actividad imperial de la primera potencia mundial para contener a
China en el “Siglo asiático de Estados Unidos” y su consecuente obsesión por
derrocar al gobierno de Siria e imponer sanciones a Irán para generar tensión
en el Medio Oriente como paso imprescindible en su desplazamiento en dirección
a Asia, le hacen olvidar su “patio trasero” están equivocados.
En semanas recientes
las acciones agresivas de Estados Unidos y la OTAN han seguido su escalada. Su
condición de potencia global la hace mirar nuestra región con una visión distinta
que la sitúa no sólo como proveedora de materias primas, que debe ser
controlada para impedir la competencia de otras potencias, sino que también
como ruta marítima, en la eventualidad de conflictos en el Medio Oriente que
cierren las vías tradicionales de transporte de energía.
A la denunciada
presencia de navíos militares portadores de armas nucleares británicos en las
Malvinas, se viene a sumar ahora la instalación en el aeropuerto de la ciudad
de Resistencia, en la provincia del Chaco al norte de Argentina, y en el Fuerte
Aguayo de la ciudad de Concón, a unos 20 Km. al norte de Valparaíso, principal
puerto chileno y segunda ciudad del país de sendas bases militares del Comando
Sur de Estados Unidos. La primera ha sido
disfrazada como “Centro de respuesta a emergencias” según declaraciones del consejero de
la embajada de EE.UU en Argentina, Jefferson Brown, y la segunda se la ha
presentado como apoyo a “…la capacitación de personal
encargado de ejecutar operaciones de mantención de la paz o de estabilidad
civil”, como anuncia el sitio web del consulado estadounidense en Chile.
Quienes observen un mapa podrán constatar que estas acciones han
permitido establecer un gigantesco triángulo con capacidad de controlar las
rutas marítimas del sur del Océano Atlántico, el estuario del río de la Plata
que conduce a las profundidades del continente a través de una concatenada red fluvial, el deseado acuífero guaraní, la
mayor reserva de agua dulce del planeta en la triple frontera entre Argentina,
Brasil y Paraguay y la región sur del Océano Pacífico donde se encuentra
el estrecho de Magallanes, único paso
natural marítimo entre los dos océanos y por tanto entre los dos hemisferios
del planeta.
En
ese contexto, es inevitable suponer que la recalada que iba a hacer
la fragata de la Armada Real británica HMS Montrose procedente de Malvinas a la
base naval de El Callao, contigua a Lima, la capital de Perú y que fue dejada
sin efecto el pasado 19 de marzo por el gobierno peruano, respondía a una
inocente visita de amistad.
Más que suposiciones, son hechos concretos que demuestran
una agresiva escalada imperial contra los países de UNASUR. No debería
sorprender que el próximo paso sea intentar establecerse militarmente en alguna
de las 3729 islas chilenas del Pacífico. Entre ellas, las más importantes son
el archipiélago Juan Fernández cercano al territorio continental e Isla de
Pascua en la Polinesia. Cualquiera de ellas podría servir para seguir
construyendo un cerco imperial sobre el sur de nuestra región.
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