Conviene
recordar que las empresas de origen español han hecho su agosto en América
Latina durante las décadas neoliberales mediante corruptos contubernios con
personeros de los gobiernos que abierta, o solapadamente, han entregado sus
bienes públicos y recursos naturales a la voracidad de aquellas.
Ángel Guerra Cabrera / La
Pupila Insomne
Cristina Fernández durante el anuncio de la nacionalización de la empresa YPF. |
La
decisión de nacionalizar el petróleo tomada por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner es un
paso trascendental en la conquista de la segunda independencia de Argentina y de toda América Latina. El
hidrocarburo fue controlado por el Estado desde el primer gobierno de Hipólito
Irigoyen hasta su privatización por el ultraneoliberal Carlos Ménem(1992).
El decreto enviado al Congreso por Cristina,
cuya aprobación contará con importantes votos opositores, expropia casi la totalidad de las acciones de
la nominalmente española Repsol en Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) –el
51 por ciento-, declara de “interés público” el logro del “autoabastecimiento
de la producción de hidrocarburos y también las tareas “de explotación,
industrialización, transporte y comercialización”. Asienta
legalmente el fin de la primacía del capital sobre un recurso cuyo
carácter finito, de seguridad nacional y
objeto de desaforada especulación, así
como su condición de palanca de desarrollo, exige como ninguno quedar bajo la
total rectoría del Estado. YPF, fundada en 1922 por el legendario general
Enrique Mosconi, su arquitecto y director durante ocho años, fue una entidad
pública por la que los argentinos sintieron siempre un enorme orgullo, no sólo
por su abastecimiento del mercado nacional sino su ostensible contribución al
desarrollo económico y social y su condición de símbolo de soberanía.
Conviene
recordar que las empresas de origen español han hecho su agosto en América
Latina durante las décadas neoliberales mediante corruptos contubernios con
personeros de los gobiernos que abierta, o solapadamente, han entregado sus
bienes públicos y recursos naturales a la voracidad de aquellas. Algunas han
comprado a precio de ganga para rápidamente convertirse en boyantes
transnacionales como es el caso de Repsol, que debe su trasformación en gran
empresa al saqueo de Argentina, o de los bancos BBV o Santander, cuyas
utilidades dependen de sus filiales en la región.
El
gobierno argentino responsabiliza a Repsol
con la caída de 54 y 97 por ciento respectivamente de la producción de
crudo y gas entre 1998 y 2011, como resultado de su política de explotación
máxima de los pozos ya existentes cuando se privatizó YPF. Repsol-YPF apenas invirtió en todo ese tiempo
en la exploración y desarrollo de nuevos yacimientos e infraestructura pues
remesaba a su casa matriz el grueso de los beneficios(13 426 millones de
dólares) y seguía una arbitraria política de precios, altamente lesiva para la
economía argentina. Reconvenida por Buenos Aires anteriormente, la gota que
colmó la copa fue la factura de combustibles que por valor de 9 397 millones de
dólares se vio obligado a importar el país austral en 2011, una grave amenaza
para su balanza comercial. Con el alto crecimiento del PIB que ha mantenido
nueve años y en medio de la profunda crisis energética y de la economía
capitalista mundial, para Argentina es indispensable asegurar el
autoabastecimiento e incluso la exportación de combustible, como argumenta el
decreto. Cristina ha señalado que la medida forma parte de la integración y
seguridad energética suramericana, que se sella, dijo, con el ingreso de Venezuela al Mercosur.
La
iniciativa prevé el fomento de la inversión extranjera privada en el sector
energético y las alianzas con empresa públicas de otros países. Es totalmente
falso que ahuyentará de Argentina a los inversionistas como arguyen los
neoliberales. Existe un enorme interés
del capital internacional por asociarse con el país rioplatense, cuyas reservas
de crudo no tradicional se calculan en 116 millones de barriles.
Argentina
ha dicho que pagará a Repsol según sus leyes pero la transnacional exige una
cantidad desmesurada que ya Buenos Aires ha rechazado. El gobierno de Rajoy, en una trasnochada
actitud colonialista no ha cesado de lanzar amenazas contra la Casa Rosada. En
lugar de hacer algo por mejorar la dramática situación de los españoles –que
comienzan a emigrar a Argentina-, continúa hundiéndolos en una insondable
catástrofe social. Pero eso sí, defiende a una empresa connotada evasora fiscal
en España con mayoría de capital no
español, que en nada beneficia a los habitantes del reino. Mientras Brasil,
Venezuela, Uruguay y Bolivia han expresado su solidaridad con Argentina -como
lo harán otros gobiernos y los pueblos
de nuestra América- Washington se une a las derechas hispanoamericanas en la
defensa de Repsol. ¿Por qué será?
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