La situación de Malvinas
es una afrenta a la dignidad de todos los que nacimos y vivimos al sur del Río
Bravo. Sólo la unidad que apoye la justa demanda argentina para una negociación
pacífica nos llevará a recuperar ese pedazo heroico de patria latinoamericana.
Sergio Rodríguez Gelfenstein /
Especial para Con Nuestra América
A fin de conmemorar el XXX Aniversario
de la Guerra de las Malvinas en 1982 fui invitado por la Honorable Cámara de
Diputados de Argentina a un foro denominado “Malvinas, causa nacional, regional
y global” que se realizó en Buenos Aires los días 28 y 29 de marzo.
Los participantes de las bancadas de
todos los partidos políticos representados en el Parlamento renovaron su
compromiso con la lucha por la restitución de la soberanía argentina sobre las
islas Malvinas y, apoyaron las acciones emprendidas por el gobierno de la
Presidenta Cristina Fernández para avanzar a una negociación que haga
prevalecer la vía pacífica para la superación de una de las herencias del pasado
colonial que aún existe en nuestra región. La causa de Malvinas ha recibido el
apoyo de UNASUR y CELAC lo que fue altamente valorado por los participantes en
el evento que enfatizaron en el sentir de que dicho apoyo ha creado una
situación más favorable para Argentina en el proceso de negociación que se
debería realizar bajo el alero de la ONU.
Sin obviar el origen colonial de la
ocupación británica sobre las islas, mi ponencia en el panel “Mirada regional
sobre Malvinas” versó sobre la inserción de la cuestión Malvinas en la lógica
global del siglo XXI, a partir de la crisis mundial y la necesidad de Occidente
de sostener su modelo de consumo.
En ese sentido, Malvinas tiene un
múltiple interés para las potencias imperiales. En primer lugar posee
gigantescos yacimientos de petróleo y gas que pretenden ser explotados por
empresas transnacionales, incluso violando acuerdos que han firmado Gran
Bretaña y Argentina en tanto se mantenga la situación colonial.
Por otro lado, las Malvinas son una
base militar de Gran Bretaña y la OTAN que junto a las que poseen en las islas
Ascensión y en Santa Helena conforman un imponente triángulo de control sobre
el Atlántico Sur. Adicionalmente, si las unimos con las que Estados Unidos
tiene en las islas de Diego García en el Océano Índico conforman una portentosa
tenaza de vigilancia, control e intervención en las rutas marítimos del sur de
África y América, lo cual cobra un valor estratégico, sobre todo ante la escalada
de tensión en el Oriente Medio y la posibilidad del cierre del paso por los
estrechos que comunican el Golfo Pérsico con el Océano Índico, de éste con el
Mediterráneo y posteriormente con el Atlántico.
Así mismo, las Malvinas son un canal
de navegación en trayecto hacia la Antártida, único continente inexplotado en
nuestro planeta y en el que se supone existen importantes recursos naturales
ambicionados por las potencias. Es menester recordar que el Tratado Antártico
fenece en 2041, por lo que necesariamente se tendrá que abrir una nueva
negociación sobre el tema, en el que la soberanía sobre territorio en las
cercanías del casquete polar jugará un papel fundamental.
Finalmente no hay que olvidar las
extraordinarios reservas de pesca que existen en las cercanías de Malvinas que
hacen de éstas un espacio vital en el plano de la seguridad alimentaria de cara
al futuro.
El Tratado de Tlatelolco ha consagrado
a América Latina como un territorio desnuclearizado y de paz. La irrupción de
buques británicos portadores de armamento nuclear viola los acuerdos y generan
tensión en un continente que hoy se caracteriza por avanzar en armonía hacia
procesos de integración sin hegemonías, creando condiciones para la superación
de los conflictos heredados del pasado colonial y del dominio neocolonial de
los imperios.
La situación de Malvinas es una
afrenta a la dignidad de todos los que nacimos y vivimos al sur del Río Bravo.
Sólo la unidad que apoye la justa demanda argentina para una negociación
pacífica nos llevará a recuperar ese pedazo heroico de patria latinoamericana.
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