Hoy, mientras
debiéramos estar juntos quienes defendemos la producción y el trabajo nacional
y regional –sindicatos, empresarios, académicos, movimientos sociales,
estudiantes, desocupados, pequeños y medianos empresarios, campesinos- para que
no se concrete un asimétrico tratado de libre comercio (TLC) del Mercosur con
la Unión Europea que los gobiernos plantean acordar inmediatamente, los
vendedores de espejitos nos imponen otra agenda.
Aram Aharonian / Rebelion
Es difícil desprenderse de vicios que vienen
de muchos años. A veces nos sorprende que mientras los pueblos bregan por sus
conquistas y sus futuros, la dirigencia de partidos progresistas y de
movimientos sociales asume otra agenda o, simplemente, se suma por mimetización
o conveniencia a una agenda contraria.
Hay dos formas de inclusión en la vida
política y social: siendo proactivos o siendo reactivos. Desde el campo
popular, ante un periodo enormemente regresivo, suele asumirse siempre la
postura defensiva, reactiva, dependiente de contrarrestar la agenda de la
derecha, sin capacidad de desarrollar la propia, la que prioriza nuestras
necesidades, intereses, anhelos. O sea, nuestra agenda.
Ha sido muy difícil construir en los últimos
años comunicación popular, porque incluso los gobiernos progresistas nunca creyeron
consistentemente en la necesidad de políticas de comunicaciones para asentar la
pluralidad informativa y desarrollar una mayor y creciente participación social
y ciudadana.
Hablamos de batalla de ideas, de guerra
cultural, y las recitamos cual consignas. Pero hemos carecido –por culpa
compartida por gobiernos y comunicadores- de información propia, más allá de
clamar que tal o cual medio hegemónico miente. Hemos acumulado posgrados en
"denunciología" y lloriqueo, inmovilizadores para cualquier disputa o
sueño social.
El síndrome de plaza sitiada –hay que
defenderse permanentemente de un posible ataque enemigo- se adueñó de nuestros
propios espacios de información y en la reacción defensiva permanente y de
corto plazo de los ataques hostiles. Se olvidó la agenda propia, el diálogo con
la ciudadanía y el debate con los adversarios políticos.
Informamos para los convencidos. No es forma
de presentar una batalla ideológica, en la que ni siquiera intentamos acercar a
quienes no piensan como nosotros al ubicarlos en forma generalizada como
lejanos, o, peor aún, como enemigos inamovibles .
La derecha se apropió inescrupulosamente de
las palabras y de las ideas. Hoy no tiene vergüenza de hablar de libertad,
democracia, eficiencia, cambios de estructura para “el futuro”, transición…
engañando, manipulando y tergiversando. Mientras tanto, desde el campo
progresista solo hablamos de pasado, de décadas ganadas o de inclusión social
pasada.
Y a falta de ideas propias, compramos o
cooptamos referencias equivocadas o atravesadas. Seguimos atados a nuestro
colonialismo cultural, comprando en forma superficial espejitos de colores de
cualquier moda intelectual externa.
Nuestros gobernantes pagan a “expertos” –en
general europeos- que si bien desconocen nuestra idiosincrasia, nuestra
historia, memoria, luchas, anhelos, sueños, no pierden oportunidad para
decirnos dónde queda Latinoamérica y qué debemos hacer. Obviamente, hay pocas y
muy valiosas excepciones. Ya no resulta necesario que vengan en las carabelas a
ofrecernos espejitos de colores: nosotros los vamos a buscar, para que
confeccionen nuestras agendas y traten de prostituir nuestros principios y
luchas.
Hoy, mientras debiéramos estar juntos
quienes defendemos la producción y el trabajo nacional y regional –sindicatos,
empresarios, académicos, movimientos sociales, estudiantes, desocupados,
pequeños y medianos empresarios, campesinos- para que no se concrete un
asimétrico tratado de libre comercio (TLC) del Mercosur con la Unión Europea
que los gobiernos plantean acordar inmediatamente, los vendedores de espejitos
nos imponen otra agenda.
Nada de denunciar específicamente la falta
de transparencia sobre qué se está negociando contra reloj ni de las
consecuencias nefastas que podría tener ésta para nuestras economías, nuestros
pueblos, nuestro futuro, un TLC que, puede anticiparse, ahondaría
desequilibrios y asimetrías tal como ha quedado evidenciado en acuerdos
similares de Europa con otros países de la región, como Chile, Colombia,
Ecuador, Perú. Un TLC que significará el ingreso masivo de productos
manufacturados de origen asiático con marca europea que devastará la industria
local, a favor el enriquecimiento de las corporaciones trasnacionales, las
élites locales y el consiguiente empobrecimiento de los pueblos.
De todas formas, la atención mediática
parece centrarse hoy -no casualmente- solo en la Reunión Ministerial de la
Organización Mundial del Comercio (OMC) que se realizará en Buenos Aires el mes
próximo. Mientras los representantes de la reunión oficial se reúnan se llevará
adelante una agenda alternativa de movimientos sociales, que incluye los más
variados (y algunos hasta simpáticos) temas: neoliberalismo y salud, feminismo
frente al libre comercio, deuda y poder corporativo, bienes comunes, justicia climática,
soberanía energética y educativa, economía social y solidaria, Israel como
brazo armado de la OMC , el ALBA frente la OMC hasta una mesa especial sobre
"pensamiento crítico latinoamericano", seguramente dirigida por
europeos.
Un reciente documento del Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) señala que “tras 16 años de
iniciadas las negociaciones, la Ronda de Doha ha fracasado reiteradamente en
sus intentos de concluir y tiene pocas perspectivas de avanzaren el corto plazo
… lo que significa también la crisis del multilateralismo” (…)
“Los países más sumergidos han quedado
excluidos de este crecimiento desigual, siendo además notoriamente marginados
de la agenda y negociaciones de la OMC”. O sea, nuestra región no espera sacar
nada positivo de esta reunión en Buenos Aires, aunque Mauricio Macri y Michel
Temer sí esperan que en ese marco se suscriba el acuerdo del Mercosur con la
UE.
Las experiencias de acuerdos de libre
comercio (TLC) de países de América Latina con economías centrales evidencian
no sólo la profundización de inequidades entre economías con grados de
desarrollo muy distintos, sino también la desintegración de sus aparatos
productivos y el deterioro de la balanzas de pagos, llevando a la quiebra de
pequeñas producciones, e impidiendo de hecho armonizar cambios tecnológicos y
productivos con un desarrollo sustentable.
Esta negativa experiencia debería alertar
sobre el peligro que se repita el mismo esquema en la negociación Mercosur-UE
hoy en marcha, que se está llevando reservadamente y sin siquiera realizar
estudios sobre sus posibles impactos económicos y sociales.
Vale la pena recordar, señalan los
académicos, que tras el rechazo del ALCA, las negociaciones con la UE quedaron
estancadas por varios años a raíz de objeciones similares a las que se hicieran
oportunamente a la iniciativa estadounidense.
No solo es llamativo que el tema
Mercosur-Unión Europea no está en el foco de atención ni en la Cumbre oficial
ni en la agenda y movilizaciones paralelas de los movimientos sociales los
mismos días, sino que no se lo relaciona con la crisis de la OMC que justamente
ha llevado, al fracasar el multilateralismo, a la proliferación de TLC como el
que se apura a concretar inmediatamente.
¿No será que estamos equivocados molestando
con las negociaciones entre Mercosur y la Unión Europea, más perniciosas que
las del ALCA según los propios eurodiputados? ¿No será que los TLC son buenos
para los pueblos tal como podría inferirse de las declaraciones de los
gobiernos neoliberales y el silencio de las fundaciones y ONG con
financiamiento externo, y nosotros estamos dispersando fuerzas unitarias de la
Semana de Acción Global contra la OMC? ¿No será una versión “progre” del verso
de “insertarnos en el mundo” de Mauricio Macri y Michel Temer?
Es lógico que desconfiemos. La experiencia
histórica demuestra que, recurrentemente, cuando las agendas y decisiones no
han sido las nuestras, no hemos sido los beneficiarios, sino –dolorosamente-
apenas las víctimas. Pero una cosa es ser asesinado y otra partícipe-suicida de
una muerte anunciada, lejos de los intereses de nuestros pueblos.
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