“El mundo al
revés premia al revés: desprecia la honestidad, castiga el trabajo, recompensa
la falta de escrúpulos y alimenta el canibalismo (…) El arte de engañar al
prójimo, que los estafadores practican cazando incautos por las calles, llega a
lo sublime cuando algunos políticos de éxito ejercitan su talento”, escribió
una vez Eduardo Galeano. Y así estamos, con los Macri de turno que reaparecen,
aquí y allá, por toda nuestra América.
Andrés Mora Ramírez /
AUNA-Costa Rica
El presidente Macri al recibir su "insignia de oro". |
Mauricio
Macri, el empresario presidente de Argentina, y punta de lanza de la
restauración neoliberal en América Latina, acaba de ser condecorado con la
“insignia de oro” de la Americas Society, una organización fundada en 1965 por
el magnate David Rockefeller. Según las agencias de noticias, desde Carlos Saúl
Menem, en los dorados años noventa del neoliberalismo y de las llamadas relaciones carnales entre la Casa Blanca
y la Casa Rosada, ningún otro presidente argentino había recibido este
particular reconocimiento. De esta forma, Macri se une a la galería de rutilantes
gobernantes latinoamericanos que han recibido dicha insignia, todos ellos
probados como guerreros del capitalismo en nuestra región, en la que figuran
nombres como Fernando Henrique Cardoso de Brasil, Ricardo Lagos de Chile,
Felipe Calderón de México y Juan Manuel Santos de Colombia. ¡Vaya honor!
A Macri se le
reconoció por sus “extraordinarios logros y liderazgo transformador en la
Argentina y en todo el hemisferio”. Al menos, así lo entienden los
continuadores de Rockefeller. ¿Logros? Claro: la pobreza creciente, que subió a
más de un 30% de la población en sólo su primer año de gobierno; el avance en
los planes de reforma laboral y de pensiones al estilo del golpista Michel Temer
en Brasil; el aumento vía tarifazo en
el costo de servicios eseciales para la sociedad (agua, gas, transporte) y la
inflación asfixiando al ciudadano de a pie; o el ajuste fiscal que se ensaña
con los salarios del sector público y los presupuestos para educación, ciencia
y tecnología, solo para enumerar algunas de sus medallas. ¿Liderazgo regional?
Seguramente también se lo premió por pedirle a la Casa Blanca, en el cierre de
su gira por Estados Unidos, la
imposición de un embargo petrolero total contra Venezuela; o por sus
incansables esfuerzos de cabildeo diplomático para crear las condiciones
necesarias para la tan ansiada intervención militar estadounidense contra la
Revolución Boliviariana; o acaso, simplemente, como celebración del buen estado
de sus articulaciones, del que no cesa de presumir en sus constantes
genuflexiones al gobierno de Donald Trump.
Muy lejanos
parecen los tiempos en los que otro presidente argentino, Néstor Kirchner,
asumió la brasa ardiente del colapso económico del 2001 y, en medio de enormes
dificultades y sin renegar de nuestra condición latinoamericana, levantó la
dignidad de una nación humillada y sometida por los organismos financieros
internacionales y los gendarmes del orden criminal del mundo. Tiempos en los
que reverdecieron las banderas de la unidad y la integración de nuestra
América, de la soberanía y los sueños emancipadores, como aquellos que hicieron
posible, hace 12 años, la derrota del proyecto panamericanista del Área de
Libre Comercio de las Américas (ALCA) en la Cumbre de las Américas de Mar
Plata, gracias a la brillante y valerosa conducción que hizo Kirchner de la
presidencia de ese foro; gracias al apoyo de los presidentes Lula da Silva y
Hugo Chávez, a la visión estratégica de
Fidel Castro; y gracias, sobre todo, a la inédita movilización continental que
dio bríos para aquella heroica jornada.
“El mundo al
revés premia al revés: desprecia la honestidad, castiga el trabajo, recompensa
la falta de escrúpulos y alimenta el canibalismo (…) El arte de engañar al
prójimo, que los estafadores practican cazando incautos por las calles, llega a
lo sublime cuando algunos políticos de éxito ejercitan su talento”, escribió
una vez Eduardo Galeano. Y así estamos, con los Macri de turno que reaparecen,
aquí y allá, por toda nuestra América, a veces como realidad de gobierno, a
veces como simples aspirantes a restauradores; pero en
todo caso, como una fotografía del pasado que de pronto se aparece ante
nuestros ojos, nos sacude la memoria y deja ese regusto amargo de volver a los
caminos de sombras que –creíamos- ya habíamos desandado.
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