El mundo, nuestro mundo,
está cambiando de manera acelerada. Rechazar esos cambios, sería tanto como
anular la capacidad transformadora que está enterrando el capitalismo y
levantando un mundo nuevo sobre sus escombros.
Raúl Zibechi / LA JORNADA
Los grandes cambios
comienzan siempre por pequeños movimientos invisibles para los analistas de
arriba y para los grandes medios, como señala uno de los comunicados del
zapatismo. Antes de que miles de personas ocupen las grandes alamedas suceden
procesos subterráneos, donde los oprimidos ensayan los levantamientos que luego
hacen visibles en los eventos masivos que la academia denomina movimientos
sociales.
Esos cambios suceden en la
vida cotidiana, son producidos por grupos de personas que tienen relaciones
directas entre ellas, no son fáciles de detectar y nunca sabemos si se
convertirán en acciones masivas. Sin embargo, pese a las dificultades, es
posible intuir que algo está cambiando si aguzamos los sentidos.
Algo de esto parece estar
sucediendo en países de América Latina. Un compañero brasileño consideró,
durante un encuentro de geógrafos con movimientos sociales (Simposio
Internacional de Geografía Agraria- SINGA), que en este país estamos ante una
insurrección silenciosa. La intuición se basa en hechos reales. En el seno de
movimientos sociales y en los espacios más pobres de la sociedad, las mujeres y
los jóvenes, están protagonizando cambios, se están desplazando del lugar
asignado por el Estado y el mercado.
Los verdaderos movimientos
son aquellos que modifican el lugar de las personas en el mundo, cuando se
mueven en colectivos y rasgan los tejidos de la dominación. En este punto, debe
consignarse que no hay una relación directa o mecánica de causa-efecto, ya que
en las relaciones humanas las predicciones no son posibles por la complejidad
que contienen y por la interacción de una multiplicidad de sujetos.
En los últimos años pude
observar esta tendencia de cambios silenciosos en el interior de varios
movimientos. Entre los indígenas del sur de Colombia, grupos de jóvenes nasa y
misak re-emprenden la lucha por la tierra que había sido paralizada por las
direcciones, focalizadas en la ampliación de las relaciones con el Estado que
les proporciona abundantes recursos. Algo similar parece estar sucediendo en el
sur de Chile, donde una nueva generación mapuche enfrenta la represión estatal
con renovadas fuerzas.
Entre los movimientos
campesinos consolidados, donde existen potentes estructuras de dirección,
mujeres y jóvenes están emprendiendo debates y propuestas de nuevo tipo, que
incluyen la movilización y organización de las personas que se definen LGTB
(lesbianas, gays, transexuales y bisexuales).
Observamos también un
creciente activismo en el seno de los movimientos tradicionales de militantes
negros que construyen quilombos y palenques, incluso en las universidades, como
puede apreciarse en las academias brasileñas y colombianas donde abren espacios
propios.
Durante la escuelita nos
explicaron que la mitad de los zapatistas tienen menos de 20 años, algo que
pudimos apreciar. La participación de las mujeres jóvenes es notable. Quienes
participaron en los encuentros de arte y ciencia convocados por el EZLN
enfatizan esta realidad. En otros movimientos aparece la organización de niños
y niñas con asambleas que excluyen a sus mayores.
Qué reflexiones podemos
realizar sobre esta insurrección silenciosa, que abarca a toda la sociedad y de
modo particular a los movimientos antisistémicos. Sin pretender agotar un
debate incipiente, propongo tres consideraciones.
La primera es que las
insurgencias en curso de las mujeres, de los pueblos negros e indígenas y de
los jóvenes de todos los sectores populares, están impactando en el interior de
los movimientos. Por un lado, están produciendo un necesario recambio
generacional sin desplazar a los fundadores. Por otro, ese recambio va
acompañado de modos de hacer y de expresarse que tienden a modificar la acción
política hacia direcciones que, por lo menos quien escribe estas líneas, no es
capaz de definir con claridad.
La segunda es de carácter
cualitativo, estrechamente relacionada con la anterior. La irrupción
juvenil/femenina es portadora de preguntas y culturas elaboradas en el interior
de los movimientos, con sus propias características. Las mujeres de abajo, por
ejemplo, no enarbolan el discurso feminista clásico, ni el de la igualdad ni el
de la diferencia, sino algo nuevo que no me atrevo a conceptualizar, aunque hay
quienes mencionan feminismos comunitarios, negros, indígenas y populares.
El deseo de los jóvenes
zapatistas por mostrar sus músicas y danzas, es algo más que una cuestión
artística, del mismo modo que sus preguntas sobre la ciencia. En algunos casos,
como el mapuche o el nasa, se pueden observar cambios que, desde fuera, podemos
valorar como una radicalización que no se focaliza sólo en las formas de acción
política, sino también en la recuperación de tradiciones de lucha que habían
sido casi abandonadas por sus mayores.
La tercera, y quizá la más
importante, es que la irrupción de los abajos jóvenes y mujeres va perfilando
otra concepción de revolución, que se aparta de la tradicional teoría de la
revolución de cuño leninista. Aquí aparece otra cuestión: ¿cómo se hace
política en clave quilombo/palenque? ¿Cómo es la política en clave mujer? No me
refiero a la participación de las mujeres y los jóvenes de abajo en las
estructuras ya existentes.
Las respuestas las darán
los propios pueblos, que están abriendo caminos nuevos, aunque el analista de
arriba siempre tiende a verlos con ojos y conceptos del pasado. Se trata de
construir, más que de ocupar las instituciones existentes. Se van creando
mundos nuevos o sociedades nuevas, si se quieren nombrar con los conceptos de
antes: poderes propios, justicia propia en base, muchas veces, a tradiciones y
en otras al sentido común de los pueblos; salud, educación y maneras de ocupar
el espacio en base a lógicas no capitalistas.
El mundo, nuestro mundo,
está cambiando de manera acelerada. Rechazar esos cambios, sería tanto como
anular la capacidad transformadora que está enterrando el capitalismo y
levantando un mundo nuevo sobre sus escombros.
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