No sé si seré muy grandilocuente, pero en el futuro se podrá decir que
el 23 de enero de 2019 se le descerrajó el golpe más artero que jamás haya
recibido el derecho internacional, así como los principios que regulan los
vínculos entre Estados después de la segunda guerra mundial y los fundamentos
jurídicos, políticos y éticos que rigen
estos vínculos.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
Es difícil responder algunas preguntas en la Venezuela de hoy. Creo
que ni el gobierno de Venezuela ni el de Estados Unidos (los únicos actores
verdaderos en este conflicto tienen todas las respuestas), sobre todo porque lo
ocurrido es una situación inédita, en Venezuela, en América Latina y posiblemente
en el mundo: es decir un golpe de Estado que se planifica, organiza y dirige
desde el exterior, lo cual es normal desde que Estados Unidos existe como
potencia, pero en este caso también se ejecuta en el exterior, lo cual es una
novedad. El resto de participantes de este drama, incluyendo la oposición
venezolana y los 10 países del Grupo de Lima más Ecuador -que se plegó a éste
para ajustar el comportamiento fascista del traidor que ostenta la presidencia,
al de sus colegas de la región- son meras fichas de relleno para la consumación
de los planes imperiales.
En Venezuela, el golpe de Estado se inició con las declaraciones del
vicepresidente Pence y se consumó con el reconocimiento de Guaidó por parte de
Trump. De hecho, la manifestación convocada por la oposición amenazaba con ser
un nuevo fracaso y fue solo tras el reconocimiento de Trump que las fuerzas
opositoras se movilizaron masivamente al sentir el respaldo de Estados Unidos,
esto se corrobora con las declaraciones de Diosdado Cabello respecto de su
reunión el día anterior con Juan Guaidó ( que no desmintió en una entrevista
con una periodista colombiana de Miami) en la que éste hizo ciertos compromisos
que fueron incumplidos al día siguiente después de recibir una llamada desde
Washington. En este sentido, se repite la actuación en República Dominicana, en
años anteriores, cuando tras llegar a un acuerdo negociado con el gobierno para
solucionar pacíficamente las controversias, dos llamadas telefónicas, una desde
la capital imperial y otra desde Bogotá, hicieron que sus delegados no
suscribieran el acuerdo. Esto reitera que la oposición venezolana no tiene
criterio propio y actúa como marioneta de la presidencia de Estados
Unidos.
Pero, volviendo a los acontecimientos recientes, hay que decir que fue
Trump el que movilizó a la oposición el día 23 al anunciar el reconocimiento de
Guaidó como “presidente interino”, con lo que trataba de dar respaldo de masas
a una decisión que violenta los aspectos más elementales del funcionamiento del
sistema internacional.
No sé si seré muy grandilocuente, pero en el futuro se podrá decir que
el 23 de enero de 2019 se le descerrajó el golpe más artero que jamás haya
recibido el derecho internacional, así como los principios que regulan los
vínculos entre Estados después de la segunda guerra mundial y los fundamentos
jurídicos, políticos y éticos que rigen
estos vínculos.
Los que creían haber visto todo en materia de transgresión jurídica en
el mundo, los que vimos el golpe de estado contra Allende organizado y
financiado por Kissinger; los que estructuraron el Plan Cóndor para asesinar
luchadores sociales y políticos en América Latina, los que destituyeron y
secuestraron impunemente a los presidentes Aristide en Haití y Zelaya en
Honduras; los que propiciaron la destitución sin pruebas de la presidenta
Rousseff en Brasil y la prisión injusta de Lula para nombrar a su responsable
como ministro de justicia del gobierno neofascista que se instaló en el poder
en Brasil; los que auparon a las dictaduras de seguridad nacional en los años
70 y 80 del siglo pasado; los que protegen a los delincuentes que gobiernan en
la mayor parte de los países del Grupo de Lima; los que apoyan ilimitadamente
el genocidio en Colombia, ahora intentaron una nueva modalidad: sustitución del
derecho por la fuerza, nombramiento de presidentes desde Washington y
utilización de la embajada de Estados Unidos como “palacio de gobierno” de los
usurpadores del poder. Ni siquiera en el siglo XIX, en tiempos del “Gran
Garrote” o de la “Diplomacia del Dólar”. Pasó al olvido aquella frase de que la
democracia solo vale cuando emerge de elecciones: se les olvidó en Honduras al
nombrar a Micheletti, se les olvidó en Brasil al nombrar a Temer y ahora su
putrefacta democracia lo olvida en Venezuela. Ni los gobiernos más
intervencionistas de Estados Unidos: el de Nixon, el de Reagan, el de Bush y el
de Obama habían llegado tan lejos.
Todo esto no dejó otra opción al presidente Maduro que romper
relaciones diplomáticas con Estados Unidos, un gobierno soberano no puede
aceptar que otro país, por muy potencia que sea, asuma derechos
constitucionales que solo le competen a los venezolanos, mucho más cuando se
trata de designar a un presidente y no lo puede aceptar porque dejaría de ser
soberano y por tanto no tendría razón de existir. Ahora, Estados Unidos anunció
que no consideraba válida esa decisión por lo cual acogió a Guaidó en su
embajada, transformándola en “palacio de gobierno” del autonombrado, es decir
Guaidó “dirige” desde el exterior, está en otro país, mientras que su otro
cargo: el de presidente de la Asamblea Nacional en desacato si lo ejerce desde
Venezuela. Habla de dictadura, pero un mismo personaje ostenta la máxima
responsabilidad de dos poderes públicos, hablan de respeto a la Constitución,
pero la violentan al crear la figura de “presidente interino” que no existe en
la Carta Magna, ¡una total incongruencia!
Está claro que Guaidó recibe órdenes directas de Washington y es
Estados Unidos el que toma las decisiones.
Quedó de manifiesto cuando se produjo su autonombramiento y se puedo
observar la cara de sorpresa de los vicepresidentes de la Asamblea en desacato
quienes se enteraron en ese momento de la “movida”. En su desesperación Guaidó
se olvidó de comentarle la última instrucción recibida desde la Casa Blanca. El
próximo paso fue el dado por el Secretario de Estado Pompeo, el que, cual
típico matón que recuerda a sus antepasados italianos de la provincia de
Pescara en la Región de Abruzzo al este de Roma, amenazó con una invasión militar
si el gobierno de Venezuela tomaba acciones contra Guaidó o contra la sede de
la Embajada de Estados Unidos en Caracas.
Esto ha creado una situación inédita en el marco del derecho
internacional. Hasta el momento, Guaidó ha sido reconocido por 12 países
incluyendo a Estados Unidos, por el secretario general de la OEA y por el
secretario del Consejo Europeo, Donald Tusk. En otro claro ejemplo de timo
político han creado una ficción, para autodenominarse comunidad internacional,
asumiendo su representación apoyados en que uno de esos 12 países tiene la
mitad del arsenal nuclear del planeta, y actuando como si el resto de los más
de 180 naciones independientes del planeta no existieran.
Al ser una situación inédita, es difícil predecir el desenlace; se podría
prever que Guaidó pueda tomar disparatadas medidas encumbrado por Estados
Unidos y sus casi 7000 ojivas nucleares además de las 800 bases militares que
tiene dispersas por el mundo. Por ejemplo podría solicitar ayuda militar a
Estados Unidos, lo cual en los hechos sería la justificación “legal” de una
intervención armada, o apoderarse de las instalaciones de Citgo, la filial de
PDVSA en Estados Unidos, intentar ocupar las embajadas e instalaciones
diplomáticas de Venezuela en los países que han reconocido a Guaidó y por
supuesto, Estados Unidos podría firmar con Guaidó un “acuerdo de cooperación”
que permitiría la aprobación legal por parte del Congreso de Estados Unidos de
una partida financiera para que haga política e intente realizar acciones de mejoramiento
de la situación económica del país esperando ganarse el apoyo de la población
que vive agobiada por la crisis económica.
Habrá que esperar en los próximos días el desarrollo de los
acontecimientos, considerando que Guaidó no ha logrado ningún apoyo de las
fuerzas armadas y que las instituciones del país siguen respondiendo al
gobierno de Venezuela, a la Constitución y a las leyes del país.
Ya en la noche del 23 de enero se desataron acciones violentas por
parte sectores de la oposición, lo cual se inserta en el plan de Estados
Unidos. La supuesta transición no puede producirse sin violencia, porque
mientras las fuerzas armadas se mantengan leales a Maduro no hay transición
posible, por eso necesitan una guerra civil o una intervención armada. En el
primer caso -para desatarla- se requiere que haya un quiebre en las fuerzas
armadas, lo cual teóricamente se podría producir si una situación de violencia
generalizada obliga a la institución castrense a actuar para restablecer el
orden interno. En ese caso, Estados Unidos apuesta a que las fuerzas armadas no
tengan una opinión única de cómo operar, se produzca un quiebre que se exprese
como enfrentamiento entre dos sectores militares que sirva para justificar una
“intervención humanitaria” a fin de “restablecer el orden”. Hasta este momento,
ese plan ha fracasado porque las fuerzas armadas se mantienen unidas y leales
al gobierno, por lo cual se puede prever que intenten incrementar las acciones
violentas, esperando llegar a una situación similar a los fracasados
experimentos terroristas de 2014 y 2017.
Ante esto, el presidente Maduro en su discurso del día 23 de enero,
con mucha serenidad planteó las directrices más generales del accionar del
gobierno: mantener movilizado al pueblo,
garantizar la unidad cívico militar, hacer una administración más eficiente y
actuar con paciencia y tino político para evitar las provocaciones que Estados
Unidos implementará, sobre todo en lo relacionado a la creación de este
gobierno paralelo sin sustento en la Constitución. El espacio de maniobra es
reducido cuando hay que enfrentarse a la mayor potencia del mundo controlada
además por un gobierno en el que prima la irracionalidad tanto en su política
interna como internacional.
Finalmente, este aspecto: el internacional es muy relevante en este
contexto, China y Rusia deberían jugar un papel activo denunciando la violación
del derecho internacional, la Carta de la ONU e impidiendo cualquier resolución
que intente Estados Unidos en el Consejo de Seguridad para legalizar la
intervención , tal como lo logró en el caso de Libia, e incluso promover una
resolución del Consejo de Seguridad llamando a la búsqueda de un desenlace
pacífico y por vía de negociaciones del conflicto interno de Venezuela sin
intervenciones extranjeras de ningún tipo y rechazando de plano la acción
militar. Muy posiblemente Estados Unidos lo vetaría, pero obligaría a los
timoratos a tomar una posición respecto de la paz o la guerra, de la democracia
o la dictadura, a favor de solucionar el conflicto en el marco de la Carta de
la ONU o en favor de una intervención armada ilegal, toda vez que no ha sido
aprobada en el Consejo de Seguridad.
México, tras retomar el apego a su tradición constitucional de o
inmiscuirse en los asuntos internos de otros países, está señalando el camino
del respeto a la Carta de la ONU en la solución de conflictos, estoy seguro que
cada vez mayor cantidad de países de la región seguirán su ejemplo. Almagro ha
logrado que la OEA sea superada por el Grupo de Lima: Estados Unidos se vio
obligado a crearlo para conseguir con rapidez y seguridad lo que la OEA no ha
sido capaz de proporcionarle: el soporte político para una invasión. Los países
del Grupo de Lima, al avalar la intervención militar de Trump, se hacen
cómplices de éste, y en caso que el pueblo de Venezuela no logre evitar una
invasión, serán juzgados como criminales de guerra por la gran cantidad de
muertos, desaparecidos, mutilados y desplazados que tal acción producirá. El
incremento de la migración que toda guerra produce vendrá a señalarles en la
cotidianidad de sus calles, el impacto de su subordinación a la potencia
imperial. Si quieren saber cómo es esto, solo deben mirarse en la realidad de
la Europa de hoy impactada por la llegada de millones de migrantes provenientes
de los países en los que se han desatado guerras imperiales y coloniales.
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