Cristóbal León Campos / Especial
para Con Nuestra América
Desde
Mérida, Yucatán. México.
Los últimos
acontecimientos en torno a Venezuela han reabierto una página que para muchos
estaba cerrada en la historia latinoamericana, pero que en realidad, no es más
que la continuación de la política imperialista que tanto daño ha hecho sobre
nuestras repúblicas hermanas, las pruebas del intervencionismo norteamericano y
de sus intensiones de apoderarse de las riquezas naturales y humanas de ese
país no dejan lugar a la duda, las declaraciones realizadas por Donald Trump a
las pocas horas de que su títere Juan Guaidó intentara usurpar la presidencia
de Venezuela arrojaron el último girón de luz, el pretendido Golpe de Estado
cuenta con todo el apoyo de los Estados Unidos y de países aliados, aunque
también, han puesto en juicio la propia fuerza política de Trump, pues no ha
recibido toda la aprobación que esperaba ni ha logrado al interior de la
Organización de los Estados Americanos (OEA) una resolución unánime o
mayoritaria, el reacomodo en la configuración estratégica de la región que
significa el conflicto para muchas naciones, también ha permitido ubicar a cada
uno en su bando.
El
contexto que se abre vislumbra la equivocación o la conveniencia de muchos
académicos e intelectuales que anunciaron desde tiempo atrás la inexistencia
del imperialismo, se habló en diversas formas de un nuevo periodo histórico, se
dijo la era de la democracia (liberal) había llegado, y si bien muchas
circunstancias son inéditas, al día de hoy el imperio norteamericano ejerce su
política de expansión y acumulación con mayor deseo, los silencios cómodos de
aquellos que negaron la realidad, ahora se revierten y desvanecen en el
violento desarrollo de los hechos. La manifiesta intensión de intervenir en
Venezuela incluso militarmente por el gobierno norteamericano, no puede interpretarse
de otra forma más que como el deseo palpable de controlar toda la región
sudamericana, pues establecer su control en Venezuela posibilitaría un espacio
fundamental implantar formas de dominación y para detener el avance de los
cambios progresivos en países con gobiernos populares. La intensión no es sólo
hacerse del petróleo, oro y demás riquezas naturales, buscan establecer
gobiernos títeres en la zona y hacer frente al avance de otras naciones como
Rusia y China.
Quienes
de una u otra forma han manifestado apoyo a la intervención, niegan la historia
o la desconocen por completo; las alianzas estratégicas que Estados Unidos
realiza son únicamente eso, alianzas que duran el tiempo que le son útiles, la
voracidad del imperialismo no tiene miramiento éticos o morales, únicamente
tiene intereses y deseos de poder y riqueza. Ponerse a favor de la intervención
es vulnerar la soberanía de las naciones y favorecer la violación del derecho a
la autodeterminación, nunca jamás un imperio puede o debe estar por encima de
los pueblos. Los países latinoamericanos que han dado su apoyo al intento de
Golpe de Estado, han traicionado la identidad y la historia, además, de
traicionar a sus pueblos que como latinoamericanos sienten o mantienen
simpatías con sus hermanos venezolanos. Se olvidan las oligarquías y el imperio
que los pueblos tienen memoria y tienen mucha dignidad en sus raíces, las voces
de unidad e integración claman por el fin de las intervenciones y del constante
hostigamiento a gobiernos y poblaciones, los fantasmas de los próceres de
Nuestra América rondan junto a cada ciudadano que levanta su voz y clama
libertad para las naciones.
Exclusivamente
a los Estados Unidos puede interesarle el desarrollo de una guerra en la
región, su táctica se dirige a dividir a las naciones y los pueblos con
campañas de odio y desinformación, su estrategia es imponer a lacayos
provocando desatar conflictos que nutran su necesidad imperialista de poder. La
República Bolivariana de Venezuela resiste los embates en todos los frentes, la
solidaridad mundial respalda las decisiones de su pueblo, la osadía pedante del
imperio por pretender controlarla se enfrenta y enfrentará a la organización
popular, la conciencia desarrollada en las últimas décadas muestra una fuerza
singular que posibilita la resistencia, el reconocimiento que los venezolanos
han hecho de su herencia patriótica y latinoamericana de Simón Bolívar, es un
arma mucho más poderosa y profunda que cualquier misil o artefacto bélico. El
ímpetu de su pueblo puesto en movimiento para hacer frente a esta nueva
agresión, se acompaña de las voces que reconocen y defienden la
autodeterminación de las naciones como derecho inalienable, así lo han
demostrado los gobierno de México y Uruguay absteniéndose de ser participes en esta
nueva osadía inhumana y sentando las bases para una posible mediación o
apertura de un dialogo por el bien de los pueblos.
Estamos
otra vez ante la necesidad de resistir y organizar la utopía bolivariana de la
integración y unidad de los pueblos latinoamericanos, a favor de su bienestar y
del mejoramiento de sus condiciones de vida: defender a Venezuela es defender a
todas nuestras naciones y su autodeterminación. Es tiempo de profundizar la
conciencia sobre nuestra identidad latinoamericana y ondear la bandera de la
libertad y soberanía para hacer frente a las agresiones venideras.
Integrante
del Colectivo Disyuntivas
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