El
desarrollo del ambientalismo latinoamericano a partir de sus contradicciones
internas hace evidente que, siendo el ambiente una construcción social que
opera al interior de la naturaleza, si deseamos un ambiente distinto debemos
crear una sociedad diferente si el ambiente es una construcción que tiene lugar
al interior de la naturaleza.
Guillermo Castro H. / Especial para
Con Nuestra América
Desde
Ciudad Panamá
En
nuestra América, el ambientalismo se expresa en tres vertientes principales.
Una, que nos viene sobre todo desde fuera y desde arriba, busca soluciones
técnicas y administrativos a una crisis ambiental cuyas dimensiones social y
política son cada vez más evidentes. Otra, dominante en nuestros sectores mejor
educados de capas medias, enfatiza las dimensiones científica y legal de esa
crisis ambiental. Y otra, en la que convergen saberes indígenas, campesinos y
populares, que sustentan un constante activismo político en el campo y, cada
vez más, en las ciudades.
Estas
vertientes interactúan en el desarrollo de las contradicciones que las vinculan
entre sí. La tecnocrática, apoyada en el supuesto de que el desarrollo del
capitalismo puede ser hecho sostenible – expresado en los llamados Objetivos de
Desarrollo Sostenible 2030 – es sin duda más poderosa. La de capas medias deja
una y otra vez en evidencia que los problemas ambientales de la región no están
siendo resueltos, y la popular va demostrando en la práctica que las soluciones
que esos problemas demandan no encontrarán solución en el orden vigente.
Esta
práctica ayuda a entender la vitalidad del nuevo saber ambiental
latinoamericano, así como su creciente distanciamiento tanto del ambientalismo
tecnocrático, como del legalista de capas medias. De hecho, el desarrollo del
ambientalismo latinoamericano a partir de sus contradicciones internas hace
evidente que, siendo el ambiente una construcción social que opera al interior
de la naturaleza, si deseamos un ambiente distinto debemos crear una sociedad
diferente si el ambiente es una construcción que tiene lugar al interior de la
naturaleza.
La
identificación de esa diferencia, y de los medios para construirla, se ha
convertido ya en un problema central para el saber ambiental en general, y la
ecología política de nuestra América en particular. El problema de organizar la
transición hacia un mundo postcapitalista apenas empieza a tomar forma en la
región. Esa transición, en todo caso, se ha iniciado ya, y ha obtenido algunos
logros de importancia.
Uno
de esos logros consiste en la desacralización del pensar construido a partir
del siglo XVIII a partir de los binomios de civilización versus barbarie,
progreso versus atraso y desarrollo versus subdesarrollo. En el saber ambiental
latinoamericano emerge ya, en efecto, una visión mucho más integrada de las
relaciones entre la naturaleza y la sociedad creada por el capitalismo a escala
mundial. Esa visión confirma y renueva, a su vez, la forma en que Carlos Marx y
Federico Engels se plantearon este problema en sus años de juventud:
Conocemos sólo una
ciencia, la ciencia de la historia. Se puede enfocar la historia desde dos
ángulos, se puede dividirla en historia de la naturaleza e historia de los
hombres. Sin embargo, las dos son inseparables: mientras existan los hombres,
la historia de la naturaleza y la historia de los hombres se condicionan
mutuamente.
La historia de la naturaleza, llamada ciencia natural, no nos concierne aquí;
pero tendremos que examinar la historia de los hombres, dado que casi toda la
ideología consiste en una concepción distorsionada de esta historia o en una
completa abstracción de ella. La ideología es ella misma tan solo uno de los
aspectos de esta historia.[1]
Dicho
esto, conviene notar que el marxismo latinoamericano ha tenido una
participación más bien marginal en el desarrollo del ambientalismo en nuestra
región. Si bien la discusión de las razones para esto excede el propósito de
este artículo, cabe señalar que probablemente incluyan la peculiar distorsión
positivista del marxismo soviético – el más influyente en la región en el siglo
XX-, y su profundo compromiso con el debate entre el progreso y el atraso en
nuestros países en términos que – salvo autores excepcionales como José Carlos
Mariátegui y Aníbal Quijano - excluían las visiones del mundo y las luchas por
su patrimonio natural de los movimientos indígenas y campesinos.
Este
carácter marginal del marxismo en el debate ambiental y la ecología política en
nuestra América constituye un problema de creciente importancia. En ese debate,
por ejemplo, desempeñan un papel de primer orden elementos en los que el
marxismo puede y debe aportar mucho. Uno de ellos se refiere a la organización
de las relaciones de nuestra especie con el mundo natural a partir de procesos
de trabajo socialmente organizados. Otro, a la organización de esos procesos a
partir de las necesidades del mercado y el sistema mundiales creados por el
capitalismo a partir del siglo XVI, en los que nuestra América ha desempeñado y
desempeña un papel de primer orden.[2]
Para
el marxismo en nuestra América, se trata de una hora que ha llegado, en el
sentido indicado por Rosa Luxemburgo en 1903, al decir que
No es cierto que, en
lo que hace a nuestra lucha práctica, Marx esté perimido o lo hayamos superado.
Por el contrario, Marx, en su creación científica, nos ha sacado distancia como
partido de luchadores. No es cierto que Marx ya no satisface nuestras
necesidades. Por el contrario, nuestras necesidades todavía no se adecúan a las
ideas de Marx.[3]
Desde
Marx, en efecto, resulta más sencillo comprender que, si bien el aspecto
principal de la contradicción de la crisis general del moderno sistema mundial,
la contradicción principal que anima esa crisis radica en la incapacidad
evidente de ese sistema para encarar y resolver los conflictos económicos,
sociales y políticos que genera su propio desarrollo. Así, entender a la crisis
ambiental y a las formas más adecuadas para actuar frente a ella pasa por
entender su vínculo con la crisis general del sistema mundial que ha creado el
ambiente que tenemos.
Este
es el marco en que cabe definir nuestra participación en un proceso de lucha y
creación colectiva de escala planetaria, en el que participamos en interacción
con los ambientalismos de las otras sociedades con las que compartimos un mismo
riesgo de extinción. Comprender la escala de esa tarea facilitará poner al
servicio de la lucha contra ese riesgo común el legado cultural y político que
hemos venido construyendo en lo que nos toca en esta circunstancia de tantos.
Desde allí resultará más sencillo entender y ejercer, una vez más – y para
siempre, el hecho de que
Lo que acontece en
la América española no puede verse como un hecho aislado, sino como una
enérgica, madura y casi simultánea decisión de entrar de una vez con brío en
este magnífico concierto de pueblos triunfantes y trabajadores, en que empieza
a parecer menos velado el Cielo y viles los ociosos. Se está en un alba, y como
en los umbrales de una vida luminosa. Se esparce tal claridad por sobre la
Tierra, que parece que van todos los hombres coronados de astros.[4]
Panamá, 9 de diciembre de 2018
[1] The German Ideology,
1846. https://www.marxists.org/archive/marx/works/1845/german-ideology/ch01a.htm. Traducción: GCH.
[2] Así, por ejemplo,
“La tendencia a crear el mercado mundial está dada
directamente en el propio concepto de capital. Todo límite aparece como una
barrera a ser superada […].” Así, “la producción de plusvalía relativa –
esto es, la producción de plusvalía a partir del incremento en el desarrollo de
las fuerzas productivas -, requiere la producción de nuevo consumo” mediante
“la expansión cuantitativa del consumo existente”, la creación de nuevas necesidades
“mediante la propagación de las existentes en un amplio círculo,” y la
producción “de nuevas necesidades y el descubrimiento y creación de nuevos
valores de uso. […] De aquí la exploración de toda la naturaleza para descubrir
cualidades nuevas y útiles en las cosas; intercambio universal de los productos
de todos los climas y tierras extranjeras; nueva preparación (artificial) de
los objetos naturales.” Marx, Carlos: Elementos Fundamentales para la
Crítica de la Economía Política (Grundrisse), 1857 – 158. Siglo XXI,
México, 2007. I, 360 – 361.
https://www.marxists.org/espanol/luxem/03Estancamientoyprogresodelmarxismo_0.pdf
[4] “Respeto a nuestra
América”. La América, Nueva York, agosto de 1883. Obras
Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975: VI, 24.
No hay comentarios:
Publicar un comentario