El intercambio científico aplicado en agroalimentación y energía es un eje central de la nueva relación Argentina-Venezuela. Jessie Chacon, ministro de Ciencia, Tecnología e Industrias de Hugo Chávez, explicó aspectos clave del modelo.
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Los trece nuevos acuerdos de cooperación que firmaron Argentina y Venezuela esta semana tuvieron, como eje estratégico, la agroalimentación y el área energética.
“Identificamos en Argentina un socio estratégico, un aliado, en el que podemos confiar para desarrollar nuestra agricultura y nuestra agroindustria; pero no pretendemos recibirlo por nada, estamos en condiciones de brindarle todo lo que nosotros hemos avanzado en materia de desarrollo energético”, afirmó Jessie Chacon, actual ministro de Ciencia, Tecnología e Industrias, e integrante de la misión que acompañó al presidente Hugo Chávez durante su paso por Buenos Aires. Chacon va más allá de eso en su definición: sostiene que el aporte de los países aliados será fundamental para que Venezuela pueda avanzar velozmente en la construcción de su modelo industrial socialista.
Durante una visita al INTI (organismo que está ocupando un rol central en toda la dinámica de interrelación Argentina-Venezuela, al igual que el INTA), Chacon dialogó con miembros de la comunidad científica argentina y definió muchos de los aspectos que caracterizan la actual etapa estratégica de Venezuela.
“El modelo industrial venezolano está en proceso de definirse, no podemos decir que ya esté”, sostiene. Pero subraya que en ese camino hay cuestiones avanzadas, como la identificación de potencialidades en la relación con aliados (China en el desarrollo satelital, Argentina en agroalimentos), o el desarrollo de nuevas industrias a partir de la demanda y necesidades populares. Dio un ejemplo: “Venezuela es uno de los mayores exportadores de cacao a Suiza, pero los chocolates y bombones se los compramos a ellos; ahí se comprendió que había una necesidad de empezar a producir chocolate venezolano, con las familias de plantadores y cosechadores participando en el proceso de apropiación del conocimiento, de cómo llegar a hacerlo. Y ya hemos empezado a hacerlo”. Otro aspecto interesante es que todo el desarrollo industrial se da en la misma región campesina pobre en la que antes se extraía el cacao para exportar, con mínima o nula apropiación local de la renta.
La investigación científica del modelo venezolano es alentada con el mismo criterio de dar prioridad a las necesidades del pueblo. “La investigación es alentada o subsidiada, siempre que la investigación básica se transforme en ciencia aplicada que pueda volcarse en la producción y satisfaga necesidades del pueblo. Si no hay aplicación, no hay recursos. No se subsidia para que el estudio termine en un ‘paper’ que simplemente prestigie a su autor”, resumió Jessie Chacon.
Pero este ordenamiento de prioridades también lleva a permanentes conflictos políticos. La cadena de producción de bienes para atender necesidades básicas de la población está mayoritariamente dominada por empresas privadas, que en muchos casos no acompañan el proceso de desarrollo del gobierno y en algunos, incluso, hasta buscan ponerle palos en la rueda. En estos casos, el gobierno venezolano no vacila en tomar el camino de la expropiación. Tal fue el caso de Sidor, la empresa siderúrgica cuyo accionista mayoritario es el grupo Techint. Sidor adquiere el mineral de hierro que le vende una empresa extractora estatal a precios subsidiados. Sidor es la mayor productora de acero de Venezuela, y como tal había entrado en conflicto con la industria metalmecánica, que se quejaba de que le vendía la chapa a precios de monopolio, abusando de su posición dominante.
Si no colocaba en el mercado local, Sidor exportaba el acero, aun a precios inferiores a los exigidos internamente, a sus propias filiales en el extranjero para procesarlo allí. Sidor terminó nacionalizada, porque se juzgó que “su actitud rompía el encadenamiento productivo que posibilitaba poner más bienes a disposición de la población”.
Venezuela no le compra soja a la Argentina, porque no admite la venta de transgénicos producidos en base a semillas híbridas y fumigadas con glifosato. Pero está interesada en la maquinaria agrícola y en los sistemas de producción agrícola que está aportando el INTA. En este sentido, el país de Hugo Chávez se encamina a convertirse en un aliado estratégico de peso, aunque medido por una vara diferente a la suma de cantidades comercializadas, en las que se destacan los que hoy adquieren las oleaginosas y derivados que inundaron el suelo argentino.
Durante una visita al INTI (organismo que está ocupando un rol central en toda la dinámica de interrelación Argentina-Venezuela, al igual que el INTA), Chacon dialogó con miembros de la comunidad científica argentina y definió muchos de los aspectos que caracterizan la actual etapa estratégica de Venezuela.
“El modelo industrial venezolano está en proceso de definirse, no podemos decir que ya esté”, sostiene. Pero subraya que en ese camino hay cuestiones avanzadas, como la identificación de potencialidades en la relación con aliados (China en el desarrollo satelital, Argentina en agroalimentos), o el desarrollo de nuevas industrias a partir de la demanda y necesidades populares. Dio un ejemplo: “Venezuela es uno de los mayores exportadores de cacao a Suiza, pero los chocolates y bombones se los compramos a ellos; ahí se comprendió que había una necesidad de empezar a producir chocolate venezolano, con las familias de plantadores y cosechadores participando en el proceso de apropiación del conocimiento, de cómo llegar a hacerlo. Y ya hemos empezado a hacerlo”. Otro aspecto interesante es que todo el desarrollo industrial se da en la misma región campesina pobre en la que antes se extraía el cacao para exportar, con mínima o nula apropiación local de la renta.
La investigación científica del modelo venezolano es alentada con el mismo criterio de dar prioridad a las necesidades del pueblo. “La investigación es alentada o subsidiada, siempre que la investigación básica se transforme en ciencia aplicada que pueda volcarse en la producción y satisfaga necesidades del pueblo. Si no hay aplicación, no hay recursos. No se subsidia para que el estudio termine en un ‘paper’ que simplemente prestigie a su autor”, resumió Jessie Chacon.
Pero este ordenamiento de prioridades también lleva a permanentes conflictos políticos. La cadena de producción de bienes para atender necesidades básicas de la población está mayoritariamente dominada por empresas privadas, que en muchos casos no acompañan el proceso de desarrollo del gobierno y en algunos, incluso, hasta buscan ponerle palos en la rueda. En estos casos, el gobierno venezolano no vacila en tomar el camino de la expropiación. Tal fue el caso de Sidor, la empresa siderúrgica cuyo accionista mayoritario es el grupo Techint. Sidor adquiere el mineral de hierro que le vende una empresa extractora estatal a precios subsidiados. Sidor es la mayor productora de acero de Venezuela, y como tal había entrado en conflicto con la industria metalmecánica, que se quejaba de que le vendía la chapa a precios de monopolio, abusando de su posición dominante.
Si no colocaba en el mercado local, Sidor exportaba el acero, aun a precios inferiores a los exigidos internamente, a sus propias filiales en el extranjero para procesarlo allí. Sidor terminó nacionalizada, porque se juzgó que “su actitud rompía el encadenamiento productivo que posibilitaba poner más bienes a disposición de la población”.
Venezuela no le compra soja a la Argentina, porque no admite la venta de transgénicos producidos en base a semillas híbridas y fumigadas con glifosato. Pero está interesada en la maquinaria agrícola y en los sistemas de producción agrícola que está aportando el INTA. En este sentido, el país de Hugo Chávez se encamina a convertirse en un aliado estratégico de peso, aunque medido por una vara diferente a la suma de cantidades comercializadas, en las que se destacan los que hoy adquieren las oleaginosas y derivados que inundaron el suelo argentino.
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