Una sumatoria de elementos hacen de Colombia una mezcla explosiva y que, según algunas estimaciones del año 2010, lo colocan como el país más violento de Latinoamérica y uno de los más violentos del mundo. Y junto a ello, detentando el nada honorable cetro de ser el segundo país del globo en cantidad de desplazados internos como consecuencia de la violencia crónica. ¿Es posible lograr la paz en ese contexto? ¿Qué se necesita para ello?
En Colombia se vive un clima de violencia generalizada desde hace 62 años. “Una guerra de nunca acabar”. ¿Por qué se prolonga tanto este conflicto? ¿Qué hace que, mientras en otras latitudes las guerras pasan, se encuentran salidas negociadas, se ponen en marcha procesos de pacificación, aquí pareciera perpetuarse indefinidamente sin dar miras de poder entablarse negociaciones firmes?
Sin dudas que ese clima bélico en que se mueve la sociedad colombiana es sumamente complejo y presenta numerosos componentes: movimientos revolucionarios de vía armada, narcoactividad, grupos paramilitares, un Estado armado hasta los dientes en guerra frontal contra varios sectores, presencia de fuerzas extranjeras directamente comprometidas en esa guerra como es la estrategia de Washington, incluso con varios destacamentos fijos y dotados de alta tecnología militar. Definitivamente hay ahí una sumatoria de elementos que hacen de Colombia una mezcla explosiva y que, según algunas estimaciones del año 2010, lo colocan como el país más violento de Latinoamérica y uno de los más violentos del mundo. Y junto a ello, detentando el nada honorable cetro de ser el segundo país del globo en cantidad de desplazados internos como consecuencia de la violencia crónica. ¿Es posible lograr la paz en ese contexto? ¿Qué se necesita para ello?
Si bien de esto ya se ha hablado interminablemente, nos pareció interesante conocer la opinión de un no-colombiano, buen conocedor de la situación del país. Se trata de un funcionario de un organismo internacional radicado en Colombia desde hace ya un cierto tiempo y ligado a esfuerzos de pacificación, actualmente asentado en Bogotá, para tener una visión relativamente “neutra” de la cuestión. Para conversar en detalle de estos temas Argenpress lo entrevistó, en español, por medio de su corresponsal Marcelo Colussi. Por razones de seguridad prefirió no dar su nombre. Si bien esto eventualmente podría quitarle seriedad a la entrevista, entendimos que valía la pena darla a conocer aún bajo esas condiciones.
Argenpress : La guerra no da miras de terminar en lo inmediato. Sólo para graficarlo con un elemento, tomemos las recientes declaraciones de Alfonso Cano, comandante de las FARC, en su mensaje de fin de año: “Mientras no encontremos entre todos los caminos de la reconciliación y la convivencia democrática continuaremos desarrollando la guerra de guerrillas intensamente para resistir la agresión, participar dinámicamente en las luchas políticas y sociales y para abrirle caminos al poder popular y a la Nueva Colombia”. ¿Es posible alcanzar la paz hoy en Colombia? ¿De qué manera?
Respuesta : Para responder eso es necesario primero contextualizar el fenómeno colombiano. No se pueden entender más de 60 años de guerra y de violencia si no se contextualiza eso en los intereses que alientan todo este complejo fenómeno, si no se toma en cuenta la estructura íntima de la guerra. Si uno habla con un ciudadano colombiano ya de algunos años, puede encontrarse con que la violencia viene incluso desde más atrás, desde antes de la muerte de Jorge Eliécer Gaitán, en 1948, el momento en que se ha fijado como el inicio de la guerra interna. Colombia, desde su aparición como Estado-nación moderno, ha generado unos poderes regionalistas, con aristocracias locales que se han ido constituyendo como pequeños feudos, y que son las que fijaron la historia del país. Y si bien esos poderes se han ido modernizando, en lo básico nada ha cambiado a través de los años en relación a la estructura básica del latifundio.
Argenpress : Sólo como dato y para ampliar la información: según un estudio del Instituto Geográfico Agustín Codazzi y de CORPOICA (la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria) del año 2001, las fincas de más de 500 hectáreas correspondían al 0.4% de los propietarios que controlaban el 61.2% de las superficie agrícola, en un proceso de progresiva concentración que viene de años atrás y que no da miras de detenerse, y que la guerra incluso ha profundizado.
Respuesta: Exacto. Es en esa lógica de pocos poderes locales, con características de defensa cerrada de sus feudos, defensa a muerte del latifundio, es en esa perspectiva que sus intereses particulares se enquistan en la sociedad y se van adaptando a las cambiantes circunstancias. Por ejemplo, se adaptan a las formas democráticas; pero en el fondo, siguen siendo los mismos poderes intocables de siempre. Y en esa dinámica es muy difícil general proyectos de beneficio para las mayorías. Colombia es una sociedad que en sus últimos 50 o 60 años, si bien tuvo momentos de apogeo económico, siempre siguió con una distribución muy inequitativa. Se podría decir que este es el argumento de las guerrillas, y con él se justifica la acción armada de los movimientos revolucionarios; habría en ese discurso, entonces, mucha ideología de transformación social y un fuerte componente de mística, todo lo cual alimentó a las insurgencias durante la Guerra Fría. Producto de eso, se podría pensar, el país entró en una espiral de violencia política en el que todavía está metido.
Pero si se analiza más en detalle todo el fenómeno de la violencia, se descubre que hay toda una arquitectura social que favorece esa violencia. Existe una cultura de la violencia ya enraizada, y eso favorece a ciertos grupos de poder, que no son otros que esos poderes regionales de que recién hablábamos. Por supuesto que los movimientos guerrilleros se manejan con una ideología que es la que los llevó a tomar las armas y mantenerlas por décadas. Y eso, indirectamente, favoreció una lógica, una cultura de guerra que está expandida por toda la sociedad, y de la que se favorecen estos grupos de interés ya tradicionales, expresado en un Estado super militarizado que lo que mejor sabe hacer es, justamente, la guerra.
Toda esa cultura de guerra se ha venido alimentando de nuevas justificaciones sociales. Por eso es muy difícil pensar seriamente en un proceso genuino de paz, porque los intereses que mueven la guerra –que van más allá del narcotráfico, y luego vamos a hablar de eso– tienen que ver con la forma en que se distribuyen los poderes. Si bien la tierra sigue siendo seguramente el principal problema a nivel nacional y lo que dispara tanta conflictividad, diría que en el origen de esta guerra interminable está la apetencia de poder de diversos sectores. La guerra decide quién tiene el poder, cómo se distribuye, en manos de quién está y cómo se lo administra, cómo progresa o no progresa la sociedad. Es decir: la guerra, decide la dinámica de todo el país. En Colombia las grandes mayorías están condenadas a tener muy pocas oportunidades, mientras que muy pocos las tienen por montones. Son las grandes familias las que han manejado y siguen manejando todo. Lea la entrevista completa aquí...
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