Lo que permite y exige diseñar ahora un modelo económico a largo plazo es la cantidad y calidad de capital humano formado por la revolución; la complejidad y diversidad alcanzada por la sociedad cubana; el análisis crítico de la propia experiencia y de las causas del derrumbe soviético; la nueva situación de independencia e integración en América Latina y la declinación de la hegemonía de Estados Unidos
Angel Guerra Cabrera / LA JORNADA
En las dos entregas anteriores argumenté la ineludible necesidad de cambiar el modelo económico de Cuba, rectificando errores paradójicamente originados en la voluntad de conseguir toda la justicia social, aunque también en la copia de ciertos modos de hacer de otras experiencias que buscaron construir el socialismo. Si estudiamos el mensaje de Fidel a los estudiantes del 17 de noviembre de 2010 (síntesis de las ideas de su discurso de la Universidad de 2005) y los discursos de Raúl Castro desde el 26 de julio de 2009 hasta el que sirviera de conclusión de la última sesión de 2010 de la Asamblea Nacional y los resúmenes de los debates de aquella publicados en la prensa cubana, encontramos varios aspectos centrales.
Primero, este proceso lo anima la inquebrantable decisión de asegurar la irreversibilidad de la revolución socialista en Cuba y de sus conquistas emblemáticas mediante la aplicación de un máximo de racionalidad en todos los sectores de la economía, rectificando los errores y prácticas que entorpecen ese objetivo, particularmente aquellos que conspiran contra el poder estimulador del salario. Se busca detonar un gran proceso de acumulación de capital que dé sustento material a aquel objetivo crucial, comenzando por la forma más simple de lograrlo, que es el ahorro de recursos de todo tipo en lugar del gasto injustificado que ha existido. LEA EL TEXTO COMPLETO AQUI...
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