A los renegados se los identifica con bastante facilidad. Antes acompañaban al pueblo en la ruta hacia la soñada revolución. Ahora han decidido pasarse a la otra orilla y acompañar a la oligarquía en su ruta de depredación.
Hay una nueva derecha que hace tiempo irrumpe audazmente en América Latina y el Ecuador, bajo el amparo de los medios masivos de comunicación, es decir, de la vieja derecha. Está formada por los antiguos izquierdistas renegados, que ahora han decidido asumir la tarea –sucia y triste– de escribir contra lo que elogiaron ayer y elogiar lo que antes criticaban y combatían.
Digo que su tarea es sucia y triste porque, en el fondo, se reduce a escupir sobre sí mismos, a tirar lodo sobre su propio pasado, a dar azotes contra ese pedazo de mala conciencia que todavía les corroe.
Y los medios masivos les facilitan esa tarea porque con ello consiguen un doble propósito. De una parte, mostrar ante el mundo el espectáculo de sus antiguos críticos, o enemigos, haciéndose el hara kiri. De otra, advertir a sus actuales opositores izquierdistas de la omnipotencia de su poder y, por ende, de la conveniencia de que bajen el tono crítico de su discurso.
En la época colonial, el poder ordenaba que a sus enemigos vencidos les fueran cortadas la cabeza y las manos, con el fin de exhibirlas en jaula de hierro, a la entrada de las ciudades, para escarmiento de los potenciales rebeldes. Ahora, con parecido propósito, la derecha abre las páginas de sus periódicos para mostrar el alma amputada de esos izquierdistas renegados.
Me pregunto: ¿por qué será que estos se prestan de buena gana para semejante espectáculo, que muestra al mundo su automutilación, su distorsión, su envilecimiento? Y no acabo de hallar todas las respuestas.
En algunos casos se trata, claro está, de simple arribismo y oportunismo, de búsqueda de nuevas escaleras para trepar. En otros, quizá de graves desengaños políticos. Pero en ciertos casos sospecho que hay algo diverso al oportunismo o al desengaño, algo así como la búsqueda de un árbol fuerte y poderoso al que arrimar la propia sombra.
Disquisiciones aparte, lo real y objetivo es que esa nueva derecha existe y es usada por la vieja derecha como un ariete contra la izquierda y las ideas progresistas. Aunque en la coyuntura aparezcan enfilando sus armas contra el gobierno de Correa, la verdad es que atacan a todo lo que huela a Estado, a intervención estatal, a participación popular y a reformas sociales. Paralelamente, son los nuevos defensores de la “libertad”, la “libre expresión”, la “libre empresa” y otras zarandajas por el estilo.
A los renegados se los identifica con bastante facilidad: donde antes decían Fidel, ahora dicen Castro. Donde ante decían igualdad, justicia social y revolución, ahora dicen libertad, meritocracia y democracia liberal. Y no es que hayan cambiado tanto los tiempos y el rostro del capitalismo, pues la miseria, la explotación y las oligarquías siguen ahí, peores que nunca. Lo que cambió fueron ellos y su comprensión del mundo, ellos y su horizonte de combates, ellos y sus compañeros de viaje. Antes acompañaban al pueblo en la ruta hacia la soñada revolución. Ahora han decidido pasarse a la otra orilla y acompañar a la oligarquía en su ruta de depredación. Eso es todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario