Ana Esther Ceceña es una de esas mujeres inquietas a las que se puede encontrar lo mismo en Chiapas, Honduras, Ecuador, Argentina, México, que ahora en Cuba. La he visto, escuchado y entrevistado en no pocas oportunidades. Esta vez conversamos con el mar de fondo y la ciudad abierta a numerosas voces que, desde diferentes sitios de Cuba y Latinoamérica, llegaron para participar, por estos días, en el IX Taller Internacional sobre Paradigmas Emancipatorios, organizado por el Grupo GALFISA, el Instituto de Filosofía y el Centro Memorial Martin Luther King.
Ana Esther coordina desde hace un tiempo el Observatorio Latinoamericano de Geopolítica de la Universidad Nacional Autónoma de México, un grupo de profesionales ―que a partir de una metodología que permite entender la coyuntura como parte activa de un proceso de disputa de larga duración― se han propuesto estudiar, diagnosticar y dar a conocer cuál es el nudo crítico en el que se enfrentan, se disputan y se remodelan los proyectos sistémicos o civilizadores sobre los que se construye la hegemonía y las relaciones de poder en el mundo contemporáneo, desde una perspectiva compleja que integra la territorialidad como dimensión básica de organización de la vida social.
En un reciente artículo, Ana Esther dice: “Estamos en un momento de afloramiento de culturas que desbordan los límites de acotamiento impuestos por el capitalismo. La complejidad caótica de la realidad exige explicaciones complejas y la naturaleza de los fenómenos reclama el protagonismo de los sujetos en los cuerpos explicativos”. Sobre este tema, precisamente, iniciamos nuestra plática...
En tu intervención en el primer día del Taller, al hablar de las crisis, colocabas a los sujetos en el centro de la discusión sobre las alternativas civilizadoras frente al capitalismo, ¿quiénes son estos sujetos y desde qué lugares están actuando?
―No hay sujetos definidos per se, sino que ellas y ellos se construyen en la lucha y la lucha es muy diversa. En nuestro continente esta lucha tiene muy larga data. No existe un solo lugar desde donde emanen esos sujetos, son muchos ya que el sistema de dominación capitalista abarca muchos aspectos y para erigirse ―en su origen histórico― tuvo que construir una monarquía cultural; hubo un avasallamiento cultural muy fuerte que fue, digamos, el hecho fundacional del capitalismo. La idea del avasallamiento, como origen de una relación social, permanece y aparece por todos lados y tiene diferentes expresiones: de clase, raza, género, cultura, religión, etc. Se trata de una relación que establece su dominio a partir de que unos individuos someten a otros, y unas formas de pensamiento y producción someten a otras.
»De manera que los conquistadores al imponer su dominio económico, cultural, social no solo sometieron a otras y otros sujetos, sino también a la manera en que esos sujetos establecían su relación con la naturaleza. Por eso se dice que impusieron su pensamiento androcéntrico, europeizante, patriarcal y discriminatorio sobre otras formas de vida, que en el caso de América Latina tenían existencia y consistencia precedente».
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