Las ideas, si no son puestas en cuestión, se anquilosan, se aquietan; poner en movimiento las ideas es problematizar, y una se pregunta: ¿porqué no pensamos más (en) Nuestra América?
Carla Wainsztok / Especial para CON NUESTRA AMÉRICA
Desde Buenos Aires, Argentina
(Ilustración: "Forjando el amparo", de Pavel Égüez)
Tenemos deseos, anhelos de construir marcos teóricos latinoamericanos que den cuenta de nuestras realidades. Tenemos deseos y anhelos de apropiarnos de los conceptos que fueron pensados en otros tiempos y latitudes. Apropiarnos es hacer propio lo que fue pensado antes de nosotros/as. Los legados, las tradiciones no son un material muerto. Están disponibles para que los volvamos a llamar a la vida.
“Los contenidos de la apropiación no pueden ser definidos exclusivamente en el marco de las lógicas de construcción de objetos, pues incluyen el conjunto de significados asociados con otras dimensiones del sujeto, como sus necesidades del futuro, las posibilidades de construcción o la evocación y sugerencia de los contornos, lo que no siempre es sometible a las exigencias de las determinaciones analíticas” (Zemelman, 2007:96)
No es casual entonces que el texto de Zemelman se llame “El ángel de la historia”, el sociólogo chileno no repite el nombre de un escrito de Benjamin sino que lo hace propio.
Sobre aquél texto escrito en medio de la catástrofe de la segunda guerra mundial, donde el eje era la derrota, la historia de los oprimidos, donde parafraseando a Benjamin ni los muertos están a salvo, Zemelman vuelve a escribir sobre los legados pero desde la esperanza y la alegría.
“He aquí el imperativo del futuro: la trascendencia ha de ser alegría de estar y sobreponerse. Alegría antes que trascendencia; pero sobre todo la voluntad de ser. El hombre como esperanza” (Zemelman, 2007:11).
Las herencias en este caso son las palabras, es el lenguaje. “El lenguaje es la historicidad (...) la posibilidad de nuevas significaciones, o bien de resignificar” (Zemelman, 2007:37)
Las nuevas palabras no salen de cavernas oscuras o descienden del cielo a la tierra, los nuevos conceptos nacen de nuestras prácticas sociales. Prácticas sociales latinas que deben abandonar el pensamiento colonizado y eurocéntrico. Cuando Descartes resolvió separar el cuerpo y el alma no podía saber que en ese gesto se separaba el conocer del sentir, el pensar del desear. Y nuestros cuerpos latinos aceptaron en forma acrítica ese mandato. ¿Pero es posible escribir sin el cuerpo? ¿Es creíble conocer sin el deseo de conocer? Ese conocimiento se nos vuelve alienante, nos separa no sólo de los otros sujetos de conocimiento sino de nosotros/as mismos/as.
“Una alienación en la forma actual de pensar se encuentra determinada por la tendencia (derivada de la influencia del método cartesiano) de investigar algo separado de nosotros y dotado de leyes propias en su independencia y ‘autonomía’.” (Zemelman, 2007:35).
¿Pero existe algo separado de nosotros? ¿Hay algo tan extraño, tan extranjero a nuestra comunidad-humanidad? No tratamos de impugnar el universal sino la pretensión de hegemonía de un falso universal, de un pensamiento provinciano que se proyecta como una sombra y nos impide conocernos y reconocernos.
El lenguaje, es la historia hecha palabras[1], el lenguaje rompe con los pensamientos cristalizados, pensar y conocer no son sinónimos. “Un pensamiento no es un saber. Es precisamente lo que desbarata a un sistema de saberes constituidos” (Cerdeiras, 1999: 125).
El saber es la relación de lo posible, el pensar es la relación de lo imposible-posible.
El maestro de Bolívar, Simón Rodríguez se preguntaba ¿quién puede leer sino tiene ideas? Ideas para pensar lo nuevo, lo utópico. Puesto que leer no es sólo leer un texto sino leer nuestras realidades, nuestros mundos. Y junto a la lectura la imaginación y los sueños diurnos. Imaginar para construir los mundos por devenir. Parafraseando a Mariátegui la imaginación no puede ser más la hermana loca de la razón.
Las ideas, si no son puestas en cuestión, se anquilosan, se aquietan; poner en movimiento las ideas es problematizar, y una se pregunta: ¿porqué no pensamos más (en) Nuestra América?
El pensar rompe con lo establecido y lo establecido es que desconocemos nuestras historias. Un pedagogo brasileño Paulo Freire, hablaba de lo inédito viable. Lo inédito viable de estos tiempos tan nuestroamericanos es construir los propios relatos.
Y si se me permite de todas nuestras historias, de todos nuestros relatos, de todas las teorías indoamericanas por realizar, mis deseos están en construir las narraciones de nuestras pedagogías latinas.
¿Hay alguien que pueda dudar de la relación entre revolución y pedagogía? ¿Entre la pedagogía y las preguntas sobre lo nuevo y lo viejo, o lo que todavía no termina de morir y lo que aún no acaba de nacer?
“No se trata de formar hombres-funciones sino hombres-semillas capaces de volver a nacer para estar presentes como sujetos erguidos y autónomos” (Zemelman, 2007:96).
El hombre y la mujer semilla en tanto potencia, somos potencia formadora y formativa, somos el material de las tareas pedagógicas latinas por venir.
Bibliografía
Cerdeiras, Raúl. “Pensamiento y Política” en: El trabajo y la política en la Argentina de fin de siglo. Buenos Aires, CTA 1999
Zemelman, Hugo. El ángel de la historia. México, Anthropos, 2007.
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