El pueblo palestino está sufriendo la
pérdida de su soberanía y experimentando, día con día, la violencia sin respiro,
inescrupulosamente aplicada, la cual mata
a sus seres queridos masivamente. Estamos siendo testigos de un atroz
espectáculo de banalización de la vida.
María Elena Rodríguez Molina y María Villalta Quirós / Especial para
Con Nuestra América
El tema de la vida es trascendental, atañe al
mundo y a la sociedad. En virtud de la vida existe la posibilidad de manifestarse
y trascender. Debe conservarse y cada persona tiene la obligación ineludible de
respetar tanto su propia y preciosa vida como la de los demás formas: tanto humanas y
animales como la flora. Vida, en sentido pleno y profundo, de un orbe que debe
caracterizarse porque los seres humanos tengan una existencia digna, lo cual
implica el cuidado del planeta mismo. Que nos solidaricemos en el diario vivir
es una meta primordial. La espiritualidad humana anida en ese concepto de vida,
sean cuales sean las creencias. Refiere a la convivencia y la comunicación en
el contexto social e histórico.
Solidaridad. Tiene que ver con la justicia a
favor de los desposeídos, de los excluidos, de aquellos que viven en
condiciones infrahumanas y deshumanizantes. En otras palabras, estamos llamados
a ser personas de bien, trascender y manifestarnos con responsabilidad social,
responsabilidad ejercida a través de una práctica que nos lleve a aminorar la
miseria y la injusticia, en pro de una vida comunitaria y con pleno goce de la
libertad. Quizá suene utópico pero precisamos de una conciencia que sea
esperanzadora, con justicia y coherente con valores constructivos que
propicien, precisamente, la vida.
El conocimiento de la historia es fundamental
para analizar el presente. El conflicto árabe israelí se profundiza desde
finales de la Segunda Guerra Mundial con la determinación de la Organización de las
Naciones Unidas (ONU) en cuanto a la repartición porcentual de Palestina y la
conformación de un Estado Judío en 1948.
Dicho conflicto, que muchos analistas han
calificado como un problema sin solución, ocurre, hoy, en un mundo sumamente
convulso. No podemos nunca trivializarlo, ya que el Sionismo (que no es, en
forma alguna, sinónimo de Judaísmo) ha conducido a un fundamentalismo estatal y
racista inmerso dentro de un terrorismo internacional. Existe la oposición,
decidida y valerosa, de comunidades judías a nivel mundial (en Estados Unidos,
Europa, Medio Oriente), en contra de las acciones hostiles del Estado sionista
de Israel. A pesar de ello, el panorama no ha cambiado en tanto el Sionismo es un
sólido movimiento político dentro del cual hay intereses creados predominantes.
Estamos de acuerdo en que, así como los
israelitas tienen su Estado, también es justo y necesario que los palestinos
establezcan el propio, democráticamente. Los llamados territorios ocupados por
Israel, tales como Gaza, las Alturas del Golán, Cisjordania y Jerusalén constituyen
la raíz de la confrontación: debe resolverse el conflicto a la luz de los diálogos
de paz, pero no sólo mediante treguas de cese al fuego temporal, sino como
acuerdos negociados entre las partes al amparo de los organismos mundiales.
Nada ni nadie puede legitimar el horror y los
bombardeos entre israelitas y árabes. El pueblo palestino está sufriendo la
pérdida de su soberanía y experimentando, día con día, la violencia sin respiro,
inescrupulosamente aplicada, la cual mata
a sus seres queridos masivamente. Estamos siendo testigos de un atroz
espectáculo de banalización de la vida.
El Holocausto Nazi fue una pesadilla, al igual
que Hiroshima y Nagasaki. De nuevo se abre la puerta de la historia con campos
de concentración y muerte. ¿Está el mundo a las puertas de una Tercera Guerra
Mundial si continúa esta situación bélica?
*María Elena
Rodríguez es Historiadora y Comunicadora de la Universidad de Costa Rica, y
María Villalta Quirós es Antropóloga y estudiante de Derecho de la Universidad de Costa Rica.
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