El colapso político, dada
la masa crítica de conflicto de interés en centro y periferia, presagia caos
por la depredación y desarticulación de valiosos entes públicos, y en lo
internacional el desate de los precipitantes financiero/monetarios y
comerciales de guerra general.
John Saxe-Fernández / LA JORNADA
Giovanni
Arrighi, estudioso profundo de la escuela braudeliana sobre el ascenso y
descenso de las grandes potencias, en conferencia dictada en la UNAM poco antes
de morir en 2009, centró su atención en el gobierno del sucesor de Roosevelt,
Harry Truman (1945-1953), cuya gestión incluyó el uso de la bomba atómica y el
arribo formal de EU a la supremacía global, luego de un vertiginoso ascenso
hegemónico después de la Guerra contra México, la Guerra Civil, la Guerra
Hispanoamericana, la Primera y la Segunda Guerra Mundial.
El sólido planteamento
braudeliano de que la guerra es el árbitro último en las sucesiones
hegemónicas, fue ejemplificado por Arrighi con el paso de la Pax
Británica a la Pax Americana, tanto como, cabe agregar, el papel
protagónico del petróleo en la paz y la guerra y en las convulsiones geopolíticas
y geoeconómicas que acompañan el ascenso y descenso en el tablero de poder
mundial.
La acentuación de la crisis estructural del sistema, detectada desde
los años 70, en 2007-08, aunque se intentó minimizar alcanzó el rango de Gran
Depresión, pero de forma mucho más compleja y riesgosa. Para “superarla” la
Reserva Federal (Fed), el ente semiprivado que funge como banco central de EU,
desató una guerra mundial por la creación de crédito a través de un “rescate”
entre 2007 y 2010 asentado en los intereses del 1 por ciento, de grandes bancos
y firmas de inversión de Wall Street y Europa, mantenido en secreto hasta que
un juicio para acceder a la información y una iniciativa del Congreso de EU,
obligó a la Fed a someterse, por primera vez en la historia, a una
investigación de la Auditoría Gubernamental (GAO) revelando que ascendió a poco
más de 16 billones (millones de millones) de dólares, cifra superior al PIB de
EU de entonces.
La operación, calificada
por Atilio Borón de “una estafa de 16 billones de dólares” (ww.alainet.com) es
expresión de la acentuada financiarización, descomposición y de la magna
agresión de clase de un capitalismo de cuates desbocado, que socava legitimidad
y consenso del “bloque histórico” y hace trizas la narrativa de libre mercado
en centro y periferia. Acompañado tanto de mendacidad en el uso de dispositivos
financieros, como de voracidad para el despojo de activos reales, empresas
públicas o privadas y recursos naturales, acentúa la militarización doméstica e
internacional para afrontar la deflagración social y bélica que gesta.
El informe de la GAO, entre otros temas
vitales, destaca que Citigroup (Banamex) encabezó el rescate con ¡$2.5 billones
de dólares! Un estudio de Steve Coll relata el vínculo entre Citi y Exxon
–descendiente de Standard Oil– en la explotación y manejo de fondos petroleros
en África, en diseños del Banco Mundial, con aval del Tesoro. La contrarreforma
energética en México parece una calca de ese diseño colonial. El rescate que
mutó en guerra financiera se realizó a favor de otras firmas too big to
fail-and to jail: Morgan Stanley (2.04 billones), Merril Lynch (1.949
billones), Bank of America, Barclays, Bear Stern, JP Morgan, etcétera, de peso
en la masa accionaria de la Fed a la que, dijo Alan Greenspan, “francamente no
le importa quién sea presidente (de EU), ya que no hay otras agencias que
invaliden las decisiones que tomamos”.
Silenciada por los
medios, la operación calza al dedillo a factores clave de crisis hegemónica:
fue ejecutada al gusto de un capital especulativo que, en tiempos del techo
petrolero y del colapso climático, observa, como asentó Jorge Capitanich, jefe
de Gabinete de Ministros de Argentina, “gran voracidad para apropiarse de activos
reales” (Página 12 -P12-22/7/14). Capitanich agregó “...que los fondos
buitre quieren embargar la inversión en Vaca Muerta de Chevron asociada con
YPF”. Esas amenazas, vertidas por la “American Task Force Argentina” y por
analistas financiados por esos fondos buitre fueron equiparadas por la
presidenta Cristina Fernández con instrumentos bélicos, como los cohetes. El
giro vale para el mundo y para Latinoamérica, de Vaca Muerta, Argentina, a
Cuenca de Burgos, México, por su vasta riqueza de minerales, agua, bosques,
biodiversidad e hidrocarburos. El colapso político, dada la masa crítica de
conflicto de interés en centro y periferia, presagia caos por la depredación y
desarticulación de valiosos entes públicos, y en lo internacional el desate de
los precipitantes financiero/monetarios y comerciales de guerra general: “(L)a
gran interrogante en la finanza global”, como anticipó Michael Hudson (Counterpunch,
Oct 2010), “es ¿por cuánto tiempo otras naciones continuarán acumulando los
costos?.. El mundo está siendo forzado a escoger entre la anarquía financiera y
la subordinación a un nuevo nacionalismo económico de EU. Es lo que lleva a
otras naciones a crear un sistema financiero alternativo”.
Tal es la nueva
arquitectura BRICS para una transición multipolar, sin Tercera Guerra Mundial,
terminal.
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