El imperialismo contemporáneo vuelve a amenazar con un
nuevo reparto del mundo. Se fundamenta, además, en el carácter cada vez más
agresivo y totalitario que adquiere el neoliberalismo, que busca imponer, como
único, el modelo de economías con mercado libre, empresas privadas y
privatizaciones del Estado, para que rija los destinos de la humanidad, pese a
quien le pese.
Juan J. Paz y Miño
Cepeda / El Telégrafo
A
inicios de la década de 1980 se discutía si continuaban vigentes los cinco
rasgos del imperialismo esbozados por V.I. Lenin (1870-1924): formación de
monopolios, dominio del capital financiero, exportación de capitales,
asociación de capitalistas para repartirse el mundo y fin del reparto del
mundo. Algunos investigadores creían que el quinto rasgo dejaba de actuar, pues
la humanidad aparentemente caminaba a la ‘convivencia pacífica’ entre
capitalismo y socialismo.
Con
el derrumbe del socialismo y el triunfo de la globalización, desde 1990 se
volvió caduco hablar de imperialismo, concepto que se consideraba recluido a
las filas de viejos leninistas. Negri y Hardt llegaron al absurdo de sostener
que se había sustituido imperialismo por ‘imperio’ y lucha de clases por acción
de ‘muchedumbres’.
Pero
el siglo XXI ‘revivió’ el término ante una serie de continuados fenómenos: la
hegemonía unipolar de EE.UU.; la convergencia de sus intereses con las
potencias de Europa occidental; las nuevas guerras sobre Estados y regiones
para controlar recursos y principalmente petróleo; el recrudecimiento de
agresiones, intervenciones o desestabilizaciones en otros países; el apoyo a
negociados como el de ‘fondos buitre’ sobre Argentina; la escandalosa masacre
de palestinos en Gaza, etc. Hay crecientes amenazas sobre Rusia y China, que
han provocado claras advertencias de altos funcionarios y la toma de
previsiones militares, para enfrentar una posible tercera guerra mundial.
El
imperialismo contemporáneo vuelve a amenazar con un nuevo reparto del mundo. Se
fundamenta, además, en el carácter cada vez más agresivo y totalitario que
adquiere el neoliberalismo, que busca imponer, como único, el modelo de
economías con mercado libre, empresas privadas y privatizaciones del Estado,
para que rija los destinos de la humanidad, pese a quien le pese.
En
ese futuro amenazador, América Latina es otra región de la geoeconomía
neoliberal, a la que inquietan los acercamientos con Rusia y China, el papel
del grupo Brics, los nuevos esquemas de integración regional y, sobre todo, la
existencia de gobiernos de nueva izquierda. En la región, repúblicas como
Ecuador han proclamado ser países de paz. Pero, a diferencia de lo que ocurrió
durante la I y II guerras mundiales, la posibilidad de la tercera, cada vez más
analizada en el mundo académico, es seguro que convierta a América Latina en
escenario directo de la que será una guerra biológica y atómica.
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