En nuestros días
predomina un exilio económico cuando millones de latinoamericanos tienen que ir
a otros países de la región o bien fuera de ella para buscar un mejor nivel de
vida o escapar de la violencia. En los Estados Unidos hay más de cuarenta
millones de migrantes hispanos en busca de otras oportunidades. Pero ahí
también los expulsan incluyendo a miles de niños centroamericanos.
Adalberto Santana* / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México
A lo largo de diversos
momentos de la historia de América Latina, el exilio ha sido una condición y
situación política en la cual el sujeto que lo vive ha tenido que abandonar su
país para radicarse en otro. Se trata básicamente de un mecanismo para
garantizar la seguridad y sobrevivencia personal o familiar e incluso para
proteger al agrupamiento político al que se pertenece. El exilio ha sido una
práctica recurrente en buena parte de los países latinoamericanos en los que
imperaban dictaduras o gobiernos ultra represores que impedían a sangre y fuego
las libertades políticas.
Esa situación fue casi
permanente en la historia de los movimientos políticos latinoamericanos de
corte democrático, progresista o revolucionario durante los siglos XIX y XX.
Sin embargo, a partir del siglo XXI el exilio político latinoamericano como
fenómeno social ha sido menos recurrente y en los últimos años sólo se ha
presentado esporádicamente en la vida política y social de la región. Esto se
debe a que en nuestros días gran parte de los países latinoamericanos cuentan
ya con gobiernos mucho más democráticos y participativos en los que la
inclusión política y social es más recurrente.
Pensemos que en la
historia de la región otro momento de la migración, o desplazamiento forzado
por motivos políticos, ha sido como producto de las guerras (tanto aquellas que
buscaban la independencia o en las que se defendía la soberanía nacional). Por
ejemplo, en Cuba la Guerra de los Diez Años (1868-1878) generó un éxodo masivo.
O bien, pensemos en las guerras de Centroamérica durante las décadas de los
años ochenta y noventa del siglo XX que generaron un flujo de miles de
ciudadanos que se vieron obligados a emigrar a otros países. Hablamos de
dictaduras centroamericanas como las de la dinastía Somoza, en Nicaragua, y la
de Efraín Ríos Montt, en Guatemala. O bien aquellas que en Sudamérica generaron
el terror, como las ejercidas por los generales Augusto Pinochet y Jorge Rafael
Videla en Chile y Argentina, respectivamente, así como las implantadas en
Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay que también provocaron un gran éxodo
político tanto al interior como al exterior de la región. En nuestros días, en
Colombia sigue existiendo el desplazamiento forzado de millones de personas
producto de una guerra que se ha prolongado por más de 50 años. De ahí que los
temas de la paz y la tierra en ese país sudamericano sean medulares. Así lo
confirman las negociaciones entre el gobierno del presidente Santos y la
guerrilla colombiana que desde finales del 2012 hasta nuestros días se llevan a
cabo en La Habana. Otros ejemplos recientes de esta situación fueron los golpes
de Estado que se desarrollaron en Venezuela (abril de 2002), Honduras (junio de
2009) y en Paraguay (junio de 2012).
En la historia
latinoamericana los exilios políticos de grandes próceres son los que han
tenido una mayor repercusión Recordemos el exilio de Simón Bolívar y gran parte
de próceres de la independencia. O grandes personajes como el mexicano Benito Juárez o José Martí. La lista puede
sin duda ser tremendamente numerosa. Pero en nuestros días predomina un exilio
económico cuando millones de latinoamericanos tienen que ir a otros países de
la región o bien fuera de ella para buscar un mejor nivel de vida o escapar de
la violencia. En los Estados Unidos hay más de cuarenta millones de migrantes
hispanos en busca de otras oportunidades. Pero ahí también los expulsan
incluyendo a miles de niños centroamericanos.
En gran parte esos
millones de latinoamericanos que se encuentran en muchos países del mundo viven
recordando su tierra, no pierden su identidad. Conservan su lengua, tradiciones
y costumbres. Por ello ha dicho Porfirio Mamani Macedo refiriéndose al tema del
exilio que: “El individuo está enfrentado a su destino, al desarraigo que debe
experimentar en su errancia, fuera de su tierra. El mundo se convierte en un
espacio libre, lleno de esperanza y sobre todo de desafíos que todo individuo
exiliado debe tener en cuenta para continuar viviendo, lejos de su tierra”.
Pero el exilio económico en nuestra América no es un fenómeno exclusivo de la región. En el
llamado mundo desarrollado se encuentra
en nuestro tiempo, en gran medida
“invadido” por el millones de personas que han salido de las economías periféricas.
Son trabajadores internacionales que con su esfuerzo y trabajo hacen posible
ese mismo desarrollo. Es hora de que en
esas potencias se hagan valer el derecho de esos millones de seres para
respetar precisamente sus derechos laborales, sociales y hacer
respetar también sus culturas.
Sin duda un mundo mejor es posible, pero hay que conquistarlo.
*El Dr. Adalberto
Santana es director e investigador del Centro de Investigaciones sobre América
Latina y el Caribe (CIALC), UNAM.
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