En el libro “Los
disidentes”, los autores Rosan Miriam Elizalde y Luis Báez escriben en la
primera página la siguiente dedicatoria: “A los héroes anónimos que, dentro y
fuera de Cuba, vigilan en la sombra para que no nos falte nunca la luz”. Esta
frase resume bien la forma cómo los cubanos han defendido durante más de
cincuenta años la soberanía de su país.
Ángel Bravo / Especial para Con Nuestra
América
Existen varios libros
de historia sobre las agresiones que grupos terroristas de Miami en complicidad
con la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos han llevado
a cabo contra los dirigentes, el pueblo y las instalaciones de Cuba. Washington
ha utilizado todo tipo de métodos para destruir la revolución cubana; desde
invasiones como la de Bahía de Cochinos en 1961, pasando por la guerra
biológica (introducción de virus para arruinar las cosechas, crear la fiebre porcina,
la epidemia del dengue, la conjuntivitis hemorrágica, etc.), hasta intentos de
magnicidio contra Fidel Castro. El resultado de todos estos actos terroristas
ha sido la muerte de 3.478 personas y 2.099 lisiados. Desde 1959 hasta ahora,
ninguna de las administraciones estadounidenses cambió su política hacia la
isla.
El ascenso a la
presidencia en el 2009 de un afroamericano como Barack Obama generó faltas
expectativas. Quienes creían que la violencia y prepotencia del imperio solo
era monopolio de la gente blanca, comprobaron que el imperio se comporta como
tal, independientemente de quien sea el que lo conduzca. Ni siquiera el
otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a Obama sirvió para que éste modificara
su política guerrerista. Ninguna de las once administraciones tuvo la voluntad
ni el poder -porque sería ir en contra de la naturaleza de un imperio-, para
detener las agresiones de los grupos terroristas de Miami, menos todavía para
exigirles a los niños buenos de la CIA otro tipo de comportamiento.
Sin reprochar ni
abandonar los métodos violentos, el gobierno de los Estado Unidos en los
últimos dos lustros, ha sumado otras formas de agresión (golpes “suaves” le
llaman eufemísticamente sus simpatizantes), que consiste en infiltrar agentes
en la sociedad cubana y fabricar disidentes. Su apuesta ha sido por los
sectores jóvenes ligados a la cultura (artistas, escritores, músicos,
documentalistas), partiendo del supuesto que son quienes más descontentos están
por las dificultades, como consecuencia de las limitaciones creadas por el
bloqueo económico, comercial y financiero contra la isla.
La agresión más
reciente de este tipo se inició en el 2010 y ha sido The Associated Press o AP
(agencia de noticias de los Estados Unido) quien publicó los hechos. Fue la
Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo (USAID) quien apoyó un
programa en Cuba que consistió en llevar a jóvenes latinoamericanos a la isla
para alentar la disidencia política. Para ocultar su directa participación, la
USAID contrató a la firma internacional Creative Associates, establecida en
Washington, pero que opera en otros países ofreciendo asesoría y asistencia a
programas de desarrollo.
La USAID subcontrató
los servicios del costarricense Fernando Murillo, jefe de una ONG de “derechos
humanos” de Costa Rica, llamada FOGY (Fundación Operación Gaya Internacional),
para que encabezara el proyecto. En Cuba Murillo se presentó como líder de una
ONG, ocultando el compromiso de la USAID en la organización y financiamiento.
Reclutó alrededor de doce jóvenes procedentes de Costa Rica, Perú y Venezuela
quienes en la Isla se hicieron pasar por turistas o trabajadores de la salud.
Cuando la agencia AP interrogó a algunos de ellos, por las razones de su
estadía en Cuba, respondieron que habían viajado para realizar talleres sobre
métodos de prevención del VIH.
El destape de AP puso
en evidencia las verdaderas razones de la presencia de esos jóvenes en Cuba.
Una vez más los Estados Unidos utilizaron un grupo de títeres para preparar
líderes que provocaran la subversión en la Isla. La reacción del presidente
Obama ha sido por demás cínica, al defender el programa, diciendo que tenía un
doble propósito: fortalecer a la “sociedad civil” cubana e informar a los
jóvenes sobre el VIH. Es inadmisible que el presidente de un país, dizque,
líder en la lucha por la democracia y los derechos humanos, defienda una
actividad subversiva. Además su cinismo es colosal, porque hace dos años los
Estados Unidos bloqueó transferencias a Cuba del Fondo Mundial de Lucha contra
el sida por cuatro millones de dólares, impidiendo adquirir medicamentos y
realizar programas de prevención.
¿Qué podían enseñar
esos jóvenes “turistas” a los cubanos sobre salud? ¿Acaso no es de conocimiento
internacional que el sistema de salud de Cuba mantiene una permanente campaña
informativa en la lucha contra el VIH a través de sus medios informativos, así
como de instituciones que solamente se dedican a la educación sobre el tema?
¿Existirá en Perú o en Costa Rica ese tipo de sistemas de salud? A mediados de
julio de este año Cuba recibió la visita de la directora de la Organización
Mundial de la Salud (OMS), Dra. Margaret Chan y de la directora de la
Organización Panamericana de la Salud (OPS) Dra. Carissa Etienne, quienes
reconocieron la calidad del sistema de salud de la Isla y elogiaron sus grandes
logros.
No fue el Gobierno
cubano quien denunció el plan de los jóvenes turistas, sino la Agencia AP.
¿Sabían de dicho plan las autoridades cubanas? Todo indica que si bien los
objetivos de esos “demócratas” eran ambiciosos, el personal con el que contaban
para llevarlo a cabo era gente inexperta; se trataba de adversarios de muy baja
calaña. ¿La seguridad cubana les soltó cuerda para ver hasta dónde llegaban? No
llegaron lejos. Comprobaron que eran muchachos torpes, que no generaban ninguna
gran amenaza, excepto contra su seguridad propia. Fueron jóvenes engañados
(¡claro, a cambio de dólares!), con escasa información y ajenos a la realidad
cubana; completamente ignorantes de los logros de la revolución cubana en
salud, educación, seguridad, etc. Eran personas que desconocía lo que es el
socialismo.
Parece que Washington
ha “avanzado” en sus planes desestabilizadores contra Cuba; ha dejado de
utilizar a los mercenarios cubanos (que se llenan los bolsillos de dólares sin
ningún resultado) y ha optado por exportar a “agentes de cambio” de otros
países. Pero se trata de gente inepta e ignorante (sorprende lo poco o nada que
conocen de Cuba), que además de improvisados, subestimaron a la juventud
cubana. No tuvieron aceptación y el proyecto fracasó. En Cuba, podrán encontrar
entre la juventud insatisfacción -propio de un revolucionario que cada día
quiere perfeccionar su proyecto socialista-, pero otra cosa muy distinta es ser
opositor al sistema. Los llamados “disidentes” -que tanta publicidad reciben de
los grandes medios-, son gente sin liderazgo y sin ninguna base ni incidencia
social.
Luego de la revelación
de la agencia AP, ahora empiezan a aparecer en los medios de comunicación y
blogs cubanos algunos videos y fotos de los involucrados en ese proyecto.
Además de Fernando Murillo también participaron el otro costarricense Pablo
Acuña y los peruanos Felipe Valencia Dongo y José Gálvez. Pronto sabremos
quiénes eran los otros jóvenes.
Solía decir un colega
universitario, que cada vez que en América Latina tres personas se ponen de
acuerdo para crear una organización de izquierda, uno de ellos es un infiltrado
de la CIA (por eso el bebé nace muerto). Pero la CIA no ha aprendido de su
propia historia. En Cuba les sucede lo contrario y es cómico: cada vez que tres
personas deciden formar un grupo “disidente”, dos de ellos pueden pertenecer a
la inteligencia cubana.
Una
vez más, otro proyecto subversivo del imperio en Cuba fracasó.
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